JOSÉ CENIZO | Ángel Francisco Sánchez Escobar (Sevilla, 1951) es un escritor prolífico que acumula en su trayectoria, entre libros de didáctica, de investigación y creación, sobre el centenar de publicaciones. Ya jubilado, sigue con su entrega a la escritura, básicamente ahora de creación poética y, sobre todo, se centra en la novela. Una novela, como la que comentamos, que puede describirse o catalogarse, si se quiere, como de tema religioso, una vertiente en la que ya ha publicado varios libros.
No en vano, además de licenciado y doctor en Filología Hispánica y Filología Anglogermánica, tiene también un doctorado en Teología de St. Stephen Harding Theological College and Seminary (Winston-Salem, North Carolina, EE.UU) y otros muchos estudios teológicos. Fue ordenado Interfaith Minister en New York, Estados Unidos (2004), presbítero en Kiev, Ucrania (2005) y consagrado obispo en Sudáfrica (2007). Ahí queda eso. Está claro que, junto a su entrega a la educación secundaria y después muchos años a la universitaria, como catedrático de Inglés, nuestro autor conoce a fondo los asuntos de la teología, desde una visión especial, la que refleja el libro, al margen del canon y de la interpretación católica. Algunas de las fuentes documentales de esta novela son El Nuevo Testamento; Los escritos de Urantia (Semíramis Publicaciones, 2021), traducción del autor; La leyenda de Oro (1845); Simón Pedro: En la escritura y en la memoria, de Marcus, Bockmuehle (Ediciones Sígueme, 2014), y algunos artículos.
Los papiros de Pedro –con el subtítulo Confesiones antes de su crucifixión-, se nos presenta en la contraportada con estas palabras: “Una novela histórica en primera persona con grandes visos de realidad. Narra la historia de unos escritos hallados en Roma en el año 2004, en unas catacumbas judías, en el nicho de un tal Nabón, un judío griego converso al cristianismo. Los papiros fueron salvados de caer en un intencionado olvido por parte de las autoridades católicas de Italia gracias a la intervención de una arqueóloga colombiana. En estos, el apóstol Pedro, a la edad de 70 años, preso en la tenebrosa cárcel de Mamertina, dicta a un discípulo llamado Marcos sus confesiones, estando ya próxima su crucifixión. Relata con amargura sus muchos defectos de carácter, patentes a lo largo de todo el ministerio de Jesús en la tierra, y cómo en Pentecostés, por su énfasis en la resurrección, desvirtuó las verdaderas enseñanzas del Maestro. Pablo, después, continuaría cometiendo los mismos errores. Estos papiros, que han permanecido en la desmemoria casi dos mil años, aún pueden lograr que las Iglesias cristianas, petrinas y paulinas, se transformen y se hagan más jesusianas. No hay duda de que aún conservan un eco de las palabras de Jesús”.
Ya tenemos por tanto su argumento y su intención, pues sin duda hay una intención, un mensaje explícito en la obra. A través de las palabras de Pedro podemos comprobar, en el entramado ficcionado, que el verdadero mensaje de Jesús de Nazaret es el del amor, algo que consideramos es la gran revolución de la historia de la humanidad, por desgracia no asimilado por muchísima gente. Pedro se siente responsable de haber promovido una religión más cristiana que jesusiana, más centrada en la resurrección, el carácter mesiánico y los rituales de culto que en la entraña del amor a los demás, la fe y la esperanza: “Estoy afligido porque creo que cometí muchos errores a lo largo de los cuatro años de apostolado con Jesús y nunca debí haber hecho aquella predicación de Pentecostés sobre la resurrección del Maestro en el templo de Jerusalén, olvidándome de sus verdaderas enseñanzas”, confiesa muy apenado este apóstol presentado aquí como buen orador, pero voluble, impaciente, medroso e irreflexivo.
La narración está muy bien estructurada por capítulos donde en cursiva se nos expresa lo que dice Pedro a Marcos, el copista que escribe cuanto le confiesa aquél, para continuar con las confesiones, llenas de arrepentimiento, como queda dicho, y también de otros sentimientos como el dolor por la pérdida de su esposa o por la persecución que sufren los cristianos por parte de los romanos. Igualmente se fustiga el fanatismo: “Las revelaciones de la verdad divina no están selladas salvo por la ignorancia humana, el fanatismo y la intolerancia de la estrechez de miras. El prejuicio y la superstición oscurecen la luz de las Escrituras”.
La primera persona da cercanía, intensidad. El doble juego de estas confesiones y las palabras que dirige aparte al copista crean un excelente perspectivismo narrativo. Un lenguaje sencillo y acendrado completa el atractivo conjunto literario de esta novela para amantes de la novela de fondo religioso, apta, no obstante, para cualquier lector por su conseguida estructura y un estilo llano y próximo. Un repaso a los momentos cumbres del Nuevo Testamento, en fin, para creyentes y no creyentes, por supuesto. Ficción sobre ficción, interpretación sobre interpretación, vida sobre vida, y un mensaje superior: es preciso cultivar la religión del amor. Sí, del amor. Del amor.
Los papiros de Pedro (Confesiones antes de su crucifixión) (Semíramis, 2023)| Ángel Sánchez Escobar | páginas | 15 euros