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A diestro y siniestro

Jesús Cotta

Estado Crítico adereza vuestro verano con los libros que menos gustan a los estadistas. En mi caso, no voy a hablar de un libro en concreto, porque los libros que no me gustan no los acabo y, si, después de acabarlos porque no tenía más remedio, no me gustaron, no los recuerdo y no me dan para una reseña. Además algunos de esos libros sí que les gustan a otros de cuyo criterio me fío mucho. Por ejemplo, yo he empezado varias veces la lectura del Ulises de Joyce, pero no puedo con él. Y cuando tenía catorce años, me mandaron en el insti leer El viejo y el mar, pero cuando vi que el viejo se pasaba casi todo el rato en la barca, me comencé a saltar páginas y, claro, suspendí el examen. Y ahora no tengo ganas de retomar esa lectura. Pero nunca diré que son dos libros malos.

No es mi estilo dedicar una reseña a lo que no me gusta, sino a lo que me gusta. Pero “aliquando et insanire iucundum est”, que decía Séneca: a veces es agradable hacer una locura. Y por eso voy a decir, con toda ligereza y sin sentar cátedra, qué tipo de literatura me produce el bostezo (y que conste que lo hago dando rienda suelta a mis prejuicios y gustos, sin pasarlos por el tamiz de la lógica y la prudencia. Perdonadme, pues, y que sólo siga leyendo quien tenga humor y espaldas anchas y ganas de leer más juicios de valor que razonamientos):

-la literatura femenina
-la literatura comprometida
-la novela pseudohistórica
-la literatura sólo erótica
-la literatura alegórica
-la literatura que invita al suicidio
-la novela tolkienizante
-y la poesía incomprensible

En cuanto a la primera, la literatura no debería ser ni masculina ni femenina, sino, sencillamente, buena, pero dado que esa etiqueta se usa mucho, la voy a pisotear un poco. No soporto esos personajes femeninos que están en la edad madura y necesitan huir de un marido mediocre o malo y de una vida doméstica asfixiante y entonces comienzan a hacer locuras. Comprendo que muchas mujeres hagan eso, pero en literatura me aburren. Yo le agradezco infinito a mi madre que estuviera siempre en su sitio, que no dijera que necesitaba realizarse y dejarnos de lado a sus siete hijos y que abandonara a mi padre por el butanero. A ese hecho debo toda mi felicidad y mi cordura. Como profesor se me parte el corazón al comprobar los perniciosos resultados que en los chicos produce el tener unos padres más pendientes de su realización personal que de su matrimonio y sus hijos. Tengo la impresión de que esas novelas las suelen leer dueñas de un blog con mariposas y mujeres con alas y pelo al viento. Comprendo que para muchos sea literariamente más interesante una mujer haciendo tontadas que una mujer sacando adelante a su familia con amor y sacrificio, pero a mí me interesa literariamente más Penélope que la prota de La pasión turca de Antonio Gala.

De la literatura comprometida puedo decir que es un corsé que sienta mal a casi todos los escritores y del que sólo sale airoso, alguna vez que otra, algún genio que otro. En pintura tenemos genialidades como el Guernica y en cine El acorazado Potemkin. En literatura, a ver, dejadme que piense… algunos poemas de Maiakovski, Ritsos y Miguel Hernández. Sí, ya sé que me estoy dejando muchos buenos y sociales en el tintero (Sender, Celaya, Casona, etc.), pero tengo prisa. De todos modos, lo que me gusta de esos poetas no es lo social, sino su vigor, sus imágenes, su estilo, que hacen grandes cualquier tema. Otros escritores escriben literatura comprometida, porque, ya que ellos no son grandes, escogen un tema grande, a ver si así los leemos. A mi entender, el objetivo de la literatura, como de todo arte, es la belleza, no la lucha social. Y el buen escritor es capaz de encontrar belleza en todo, incluso en la lucha social, a pesar de lo fea que es. Si “El niño yuntero” de Miguel Hernández conmueve es porque se centra en el sufrimiento de un niño. Si hubiera hablado de los medios de producción y de las comunas, habría sido un poema de ocasión. Eso no significa que la lucha por la justicia no sea necesaria en el mundo real. Lo es, como el comer o el dormir, pero su género ideal no es la novela o la poesía, sino el ensayo o el artículo o el panfleto.

¿Y qué decir de la novela pseudohistórica? ¿Qué decir del morisco de La mano de Fátima diciéndole a una cristiana en la cama: libérate, abandónate a tus sentidos? Se escriben muchas de esas novelas con afán pedagógico, porque es más díver aprender cómo se construye un castillo en una novela que en un tratado de construcción, o con afán presentista, es decir, para justificar mediante el pasado cosas del presente, por ejemplo, denostar la Reconquista presentando como brutos a los cristianos y como refinados a los musulmanes.

Otro muermo es la literatura sólo erótica, es decir, esas novelas donde lo más interesante que pasa pasa en la cama. «Amoavé»: si Homero no contaba en la Ilíada cómo se lo montaba Aquiles con Briseida en la tienda de campaña, es porque todos sabemos que un hombre y una mujer en la cama suelen hacer más o menos lo mismo de siempre. Comprendo que, a veces, para aderezar una novela, uno ponga escenas subidas de tono, pero una novela que siempre está subida de tono aburre un montón, a no ser que ofrezca un plus a cambio: por ejemplo, una atmósfera envolvente, un lenguaje magistral, unas sugerencias inquietantes, etc, pero con sólo gemidos y posturas se aburre uno. Quizá nuestros tatarabuelos las disfrutaban más, porque no tenían Internet, pero ahora esas novelas están muertas y son los últimos coletazos que, en literatura, ha dado la época del destape postfranquista, cuando los quioscos se vistieron de color carne. Las mejores novelas eróticas son buenas no tanto por el erotismo, sino por otras cosas, como Elogio de la madrastra  o Lolita, si es que es acertado considerarlas eróticas.

Respecto a la literatura alegórica, el Apocalipsis de San Juan es lo mejor que se ha escrito jamás. Las demás suelen ser un rollo macabeo, donde resulta que el pescador representaba al capitalista, el pescado los bienes de consumo y el niño pobre al proletariado, o donde el viaje emprendido por el prota es en realidad símbolo de la vida. Oh, qué ingenioso. Pues tradúzcamelo usted, señor Coelho, en varios aforismos y ahórreme la novela.

La que menos soporto de todas es la literatura que invita al suicidio. La suelen escribir personas amargadas que quieren inocularlos su asco por la vida, pero que nunca se suicidan. Yo jamás mandaría a mis alumnos leer la Metamorfosis de Kafka, por muy buena que sea. Ya tendrán tiempo de amargarse cuando tengan que soportar a un jefe y pagar la factura de la luz. Mientras tanto, es mejor que lean novelas más luminosas. Recuerdo que me regalaron en cierta ocasión una novela de Saramago, que no es precisamente unas castañuelas, y tuve que sepultarla bajo los escombros porque sólo de ver la portada me daban ganas de no levantarme de la cama.

La novela tolkienizante es una plaga. Pero hay que recordar que Tolkien es Tolkien y lo demás son tonterías. Si alguien quiere escribir novela fantástica, ¡por favor, que se deje de elfos y enanos y hobbits!

Pero lo que menos soporto de todo es la poesía incomprensible. No me refiero a la poesía que no se entiende, sino a la poesía que no transmite, por muy correcta que sea. La poesía tiene que llegar al corazón antes que a la cabeza, pero si la cabeza no la entiende se queda en el papel y el corazón sigue tal cual. A veces uno lee poemas donde lo más hermoso que hay, tras trescientos versos, es alguna imagen o sólo el título del poemario. Lo demás es el arte de no decir nada con muchas palabras, eso sí, muy bien medidas y puestas. No diré nombres, para que nadie se enfade. Pero sí diré a qué tipo de versos me refiero:

“Posada de Mac Perry.
Turbiamente la ausencia
liberada en la sombra
del cosaco y el alba
encerrando en el cóctel de la pálida mano de la amante de Sotheby.
Oh, alondra, en el número doce de Peartmont Road”

¿Mande?

Y le doy al botón de publicar ahora mismo, no sea que me arrepienta de todo lo que he dicho.

admin

22 comentarios

  1. «Yo le agradezco infinito a mi madre que estuviera siempre en su sitio, que no dijera que necesitaba realizarse y dejarnos de lado a sus siete hijos y que abandonara a mi padre por el bombonero o el butanero. A ese hecho debo toda mi felicidad y mi cordura. Como profesor se me parte el corazón al comprobar los perniciosos resultados que en los chicos produce el tener unos padres más pendientes de su realización personal que de su matrimonio y sus hijos.»
    Santo dios, no es que usted sea políticamente incorrecto, es que usted es sencillamente plano y no se entera de nada. No hay más que ver cómo se expresa.
    No sé que hace usted en Estado Crítico. Sus aportaciones bajan el nivel una cosa mala.

  2. Pues yo debo ser igual de plano, porque comparto casi todo lo escrito en esta entrada (bueno, dejemos al amigo Saramago a un lado, Jesús, eh?). Hay cierto autor francés que admiro, pero a cuya obra cumbre me sigue pareciendo que le sobran 200 páginas. Ó 300. Por muy lejos que esté el fin de la noche…

  3. Don Jesús Cotta:
    Hace usted muy bien en expresar su opinión (ideas claras, sixtaxis correcta, semántica adecuada…).
    Allá cada cual si sigue o no sus consejos.
    El anonimato es bueno cuando se dicen elogios. Cuando se dicen cosas negativas es, sencillamente, muestra de poca valentía.
    Un saludo, don Jesús.
    En algunas cosas estoy de acuerdo con usted y en otras no.

  4. Esto…. yo escribí antes (como anónimo) y se ha borrado mi comentario. Como diría Mourinho por quééé??? Enhorabuena por el blog.

  5. Hola,

    me gusta esta anti-reseña.

    Por empezar por algún sitio, lo de la literatura femenina, me parece (a pesar de ese primer comentario) modélico. Mi madre además es que tenía en nosotros y en su marido su forma de realizarse. Ya sé que esto suena como del pleistoceno y que, claro, siendo hombre…, pero tengo que decir que mi padre era lo mismo, y que igualemente, a mi me pasa lo mismo: mis hijos, mi mujer, mi familia, me realizan más que el resto de las cosas juntas, aunque eso no significa que no tenga otras.

    En cuanto a la litaratura tolkiana, me parece un petardo de cuidado. Aunque lo respete, la verdad es que una vez leído uno, el resto son variaciones de la misma melodía.

    Lo único que no me siento completamente de acuerdo es con lo que llamas «literatuta que invita al suicidio». Si es romántica (en el sentido histórico del término), es que es así. Metamorfosis me parece tan excepcional como surrealista. Y en otras historias donde el protagonista se suicida (ejemplo: «El club de los poetas muertos»),lo que creo que ocurre es que quizá no se tiene la madurez suficiente para entender por qué acaba así. A mi me encanta esa película, y amo la vida «aunque duela».

    A mi entender, esta anti-reseña se ha quedado hasta corta.

    Saludos.

  6. Hola:

    Cuando dice «No soporto esos personajes femeninos que están en la edad madura y necesitan huir de un marido mediocre o malo y de una vida doméstica asfixiante y entonces comienzan a hacer locuras.» está pensando en Madame Bovary de Flaubert?

    saludos

  7. Muy buena, bonisíma, la «antireseña». Sólo la duda de si el Guernica (un cartel taurino reciclado para servir en el Pabellón de España de París) te parece tan obra maestra…

  8. Anónimo, ha citado usted el fragmento que más me gusta.

    Dyhego, gracias por el elogio. Es usted un caballero. Nada me gusta más que estar de acuerdo con usted en otras cosas y en otras no. ¡Así podemos discutir, que con usted es un placer!

    Paco Principiante, la antirreseña la he escrito muy a la ligera. Claro que la Metamorfosis es un libro muy bueno, pero no es el tipo de libros que me levantan el ánimo. Y qué suerte que sus padres tengan ese estilo pleistocénico del amor. Ese es el que más me gusta en la vida real y en la literaria. Reciba usted mi aprecio y mi simpatía.

  9. David, esos personajes femeninos me aburren en la literatura. En la realidad, como digo en la reseña, me parece muy bien que lo hagan. Yo también abandonaría a una mujer mala. Pero me parecen cansinas y tópicas esas mujeres buenas de novela casadas con hombres que no las valoran. Me gustaría que, si alguien quiere escribir sobre ellas, se las curre un poco, como hizo Clarín con La Regenta o Flaubert con Madame Bovary. Un saludo.

    Enrique, muchas gracias. Y respecto a lo que me preguntas, reconozco que no he hecho más que repetir lo que todo el mundo dice: que es una obra maestra, aunque yo no la acabe de entender del todo. Me pillas in albis. Ahora no sé decirte qué pienso de ese cuadro. Reconozco que me gusta, aunque también reconozco que si lo he citado en la reseña como una excepción era para no echar demasiada leña al fuego. Un abrazo grande.

  10. A mi modo de ver, lo que hace desafortunado tu comentario sobre la literatura femenina es que mezclas literatura con realidad, con ciertos tintes moralistas además. Si estás hablando de libros, ¿qué sentido tiene mencionar a tu madre? ¿o a tus alumnos? Expresiones como «estar en su sitio» o el tono burlesco al hecho de «realizarse como persona» o «irse con el butanero» (vaya tópico) es lo que no entiendo, y lo digo como mujer, como colaboradora de este blog y también como persona bastante crítica con la etiqueta de lo «femenino» (véase mi última reseña). No sé si intentando realizarme y moviéndome de «mi sitio» conseguiré darle a mi hijo felicidad y cordura, pero desde luego intentaré hacer de él una persona más tolerante.
    Saludos.

  11. Sara, al principio de esta antirreseña dejé claro que, por una vez, iba a hablar sin el freno de la prudencia, porque a veces es agradable hablar sin estar midiendo las palabras y porque estas entradas contra libros consagrados piden, por su género de diatriba, ser cañeras y divertidas. O al menos a mí me lo parece. Creo, pues, que en tu comentario falta un poco de manga ancha, de sentido del humor, de no tomarse las cosas a la tremenda. ¿Soy intolerante por decir lo que pienso sobre ese tipo de literatura? ¿Debería callarme, pues, para ser tolerante? ¿Y qué tiene de malo ser moralista de vez en cuando? Es otro tópico, como el del butanero, decir que no se pueden utilizar argumentos morales en una crítica literaria. ¿Debería uno, pues, reseñar Mein Kampf sin decir, al menos un poquito, que es muy inmmoral lo que ese libro predica? Nadie dudaría tampoco en utilizar razones moralistas para criticar el contenido o a un personaje de una novela machista o racista.
    Hay también en tu comentario un poco de intolerancia y de rigidez por tomar mis juicios ligeros como un ataque a la mujer o al deseo de felicidad o a qué sé yo. Yo no estoy criticando a la mujer, sino a un tipo de personaje femenino repetido y tópico.
    Por otra parte, las razones por las que a uno le gusta un libro no tienen por qué ser literarias, porque entonces las reseñas serían aburridísimas y tautológicas. Una razón es una razón, sea la que sea. Al fin y al cabo, la novela nos emociona y nos mueve por motivos que poco tienen que ver con la literatura, sino con los grandes asuntos humanos: amor, muerte, amistad, maternidad etc.. Lamento de veras que mis atrevimientos, en vez de hacerte sonreír, o en vez de tomarlos como literatura, te hayan puesto moralista cuando me llamas intolerante. Lo que no voy a hacer, por miedo a no gustar a la gente, es morderme la lengua. Si soy intolerante, al menos soy libre. Recibe mi saludo y mi respeto.

  12. Jesús, pero es que en tu comentario dices cosas distintas a las que expones en la crítica. A mí me parece que te saliste de la literatura para irte a la vida: no hablabas solo de personajes literarios o de tópicos literarios, sino también de personas reales y problemas reales. No suele faltarme manga ancha a mí, ni sentido del humor, creo, pero me apeteció entrar en el debate y dar también mi opinión. Me parece que no te he llamado intolerante en ningún momento. De hecho, a tu comentario o explicaciones o como quieras llamarlo no tengo nada que añadir. Y, por supuesto, la libertad de expresión está por encima de todo. Por eso estamos aquí, debatiendo, faltaría más.
    Saludos.

  13. Sara, tienes razón. Soy yo el que se ha tomado las cosas a la tremenda. Perdona y espero que no tengas miedo otra vez a debatir conmigo. Prometo tener más manga ancha.

  14. Me apunto al rechazo de la novela pseudo histórica.
    Me apunto al rechazo de los altamente deprimentes y me ha encantado eso de que te daban ganas de no salir de la cama.
    Tampoco puedo entender que una mujer se sienta mas interesante hoy en día por vivir estresada,, sin tiempo para nada entre cursillos y coaching y blablabla.
    En fin, que está bien esto de liberar ciertos sapos de vez en cuando.
    Un abrazo

  15. Sr Cotta no estoy nada de acuerdo con lo que dice acerca, por ejemplo, acerca de la literatura femenina o la poesía, pero me parece muy bien que piense como piensa y diga lo que dice. Un abrazo.

  16. Yo creo que el propio Jesús Cotta deja claro el verdadero problema cuando, refiriéndose a La Regenta o Madame Bovary (que, en efecto, parecerían, por lo que dice en la reseña, excluidas de sus gustos), que el tema está en que el autor «se lo curre». O sea, que la diferencia en último término, y como siempre, está entre buena y mala literatura, sea cual sea el tema. Digo lo mismo respecto a los demás apartados; por ejemplo, con relación a la novela «seudohistórica», no sabemos cómo se habría expresado el emperador Adriano, de haberle dado por contar su vida; pero sin duda no como lo hace en la novela de Yourcenar. No obstante lo cual, la novela me parece excelente. Y, respecto a la literatura femenina, ése es un adjetivo incómodo, que parece apuntar a una limitación grave, como lo sería el decir de un autor varón que su modo de escribir es muy masculino. No, oiga: Emily Dickinson o Safo no son grandes por lo que sus versos tengan de femenino (sea eso lo que sea), sino por lo que tienen de hondo y verdadero, de emocionante y significativo; como tampoco Dante lo es por la «masculinidad» (?) de sus versos. Digo yo, vamos.

  17. Gracias a Jesús Cotta por sus palabras, muchísimo más generosas que justas. Entre otras cosas, veo ahora que en mi comentario falta, en la primera frase y antes del paréntesis, la palabra «dice», o que hay una repetición poco afortunada del término «tema». Pero en fin, aunque no sea verdad que lo que digo esté bien expresado (gracias), creo que se entiende. Lo que más me importaba de lo que decía es el repudio a lo de la literatura «femenina» (o «masculina», que para el caso es igual). No es que las diferencias de género no sean importantes (y yo digo en esto como los franceses, «vive la différence!»), sino que la literatura que de verdad llega a donde tiene que llegar, o al menos se lo propone de veras, tiene (creo) que sobrepasar esa distinción y alcanzar a lo humano que es común a ambos. Lo otro, la literatura específicamente femenina (o masculina, repito), y que convencida y gustosamente se queda ahí, tiene más que ver, en mi opinión, con la sociología (y hasta la política, a veces) que con el arte.

  18. De acuerdo. Después de doña Emilia Pardo Bazán, aquí no hay ni una escritora; bueno sí: yo misma que debo de tener mente masculina porque me revientan mis congéneres (tan sentidas con su dolor de siglos); comparto vecindad en Amazon con usted, en los mejor pagados del subgénero humor (¡Jua!). Aprovecharemos la coyuntura para propagarnos ya que no somos B. Esteban ni Almudena Grandes y compañía: «Los apuntes de Mirella maldiciente» es mi excelente novela.

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