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Sobrevivir a la palabra

GEMA ESTUDILLO | “A la naturaleza le da igual que mueras o no mueras” es el verso que vertebra a modo de mantra, a modo de campana que tañe lastimosamente, el poema «La jerarquía del ángel» de Fernando Beltrán.

“A la naturaleza le da igual que mueras o no mueras”

La curación del mundo, publicado en Hiperión a finales del 2020 pero que ha pasado sin pena ni gloria por las novedades editoriales, es quizás el mejor poemario publicado durante el año de la gran peste. No en vano, lo rescato a colación del Premio Francisco de Quevedo que obtuvo el pasado mes de septiembre.

Desde que lo leí, este y otros muchos versos flotan en mi espíritu “como leños perdidos que el mar anega o levanta” que diría nuestro admirado Cernuda, que es precisamente como deben quedar los buenos libros, flotando en suspensión permanente dentro de los lectores. La curación del mundo es de esos libros sanadores, de esos libros que según Gadamer, parten de la experiencia personal del autor pero que se entrega al mundo como un bien común para integrarlo en el cauce colectivo, en aquello que nos pertenece a todos y que compartimos con todos “ cuando ya nada es tuyo/ pero es aún contigo”.

«La jerarquía del ángel» abre el libro y será por sí solo, sin lugar a dudas, uno de los grandes poemas que el tópico del Ubi sunt ha regalado a la historia de la literatura española.

“ A la naturaleza le da igual que mueras o no mueras”

“ Todo tiene sentido cuando todo se pierde” canta Beltrán y quizás sea ese el mérito de este libro, haber sido concebido cuando todo se pierde y así mostrarnos el verdadero valor de la vida. “Cuando el ángel te ha dado la mano, inesperada” y se ha rozado el límite misterioso entre la vida o la muerte.

Inevitable es decir que el gran acierto del poema es el tono de epifanía que lamentablemente sólo volveremos a apreciar puntualmente en el resto del libro, como así ocurre en «Sólo de trompeta»:

“la música asustada de sus ojos,

su cara imaginada tras las máscaras,

y sin embargo humana, contagiados ahora,

todos juntos, por la cadencia helada y desde dentro“

Será esta experiencia, en las que las coordenadas espacio-temporales se entreveran, el punto de partida para la revisión del pasado. En «Malaria», por ejemplo, la pérdida de conciencia, esa duermevela en el estado comatoso de la enfermedad,

(“ Ese pasillo estrecho, esa ciénaga honda/ por la que a veces llegan voces, pasos,/ angustias y sigilos…” ) lo transporta a lugares en los nunca estuvo ( “Nunca estuve en las selvas amazónicas” ). El delirio abre las puertas de un nuevo estado de percepción próximo a lo onírico:

“no me tomen tal cual y al pie

de letra, un poema no es un pensamiento

previo, escribe libre y solo, y a su aire”

o por ejemplo,

“ahora no tengo tiempo, escribo aprisa

desde un abismo al lado de la muerte”

Los versos se encabalgan en un ritmo rápido, vertiginoso. Pensamientos, visiones, imágenes, sensaciones, sonidos y conversaciones que se escuchan desde lejos, que quedan suspendidas en el aire, todo se sobrepone

“la pócima, el Dorado, una pastilla

que cura la malaria, dicen, que tal vez…”

en clara alusión a los primeros intentos de búsqueda de un fármaco contra la Covid 19. Un fármaco contra la malaria. Tal vez. sólo tal vez… cuando la vida pende de un hilo (“ mientras mis uñas crecen, pastilla a pastilla”) y el poeta descubre que cuando todo esto acabe, si acaba, como en el poema «Tacto», “Nada será ya como antes”,”Las cosas no serán la misma cosa” y “habrá que empezar a desvestirse por el botón del miedo”.

Y de nuevo el mantra, la campana que tañe: “A la naturaleza le da igual que mueras o no mueras”. Todo se vuelve tacto, sonidos, manos, caricias, voces, miradas:

“Apenas somos manos

asustadas,

abruptas intemperies

construyendo bancales

para aplazar el vértigo,

construyendo caricias”

en «La paciencia del cobre» o

“La pupila de amar que se dilata

cuando el ángel me mira”

en «Naranjas azules».

«La urgencia del perdón», «Penúltimos deseos», «El padre»… poemas todos sobrecogedores que anuncian que la poesía no es más que la búsqueda del conocimiento y que hay mil maneras de cantar “Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantado”, aunque sólo una de ellas es verdad, la que proviene de la experiencia vital que ha supuesto atravesar el infierno y salir indemne, con la verdad entre las manos: “ Humilde e invencible./ Puente a ti “

“A la naturaleza le da igual que mueras o no mueras”

La curación del mundo (Hiperión, 2020) | Fernando Beltrán | Premio Francisco de Quevedo 2021 |88 páginas | 11,54 euros

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