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A solas con el mundo

Capitanes de la arena.

Jorge Amado

Alianza, 2009

ISBN. 978-84-206-6394-4

400 páginas

10,25 euros

Traducción de Marcos Mayer

Ilya U. Topper

Una joyita. Para que andarse con rodeos. Qué te traigo de Brasil, me preguntó mi amiga N. hace un año, ya camino del aeropuerto. Los capitanes de la arena de Jorge Amado, pedí, sin pensármelo. Había leído el libro una década atrás, prestado, y supe que algún día quería verlo en mi estantería, concretamente en esa balda a la altura de los ojos que reservo para los más mimados entre mis invitados de papel. Lo curioso es que el libro llegó a mis manos la misma semana en que Alianza anuncia la reedición de la novela en su colección de bolsillo.
Una joyita. Una de las obras tempranas de Jorge Amado, publicada en 1937, con 25 años. Escrita con poca técnica y mucha pasión. Con arrojo, con rabia, con cariño, con mucho cariño. Amado traza con brochazos certeros y llenos de lírica la playa nocturna, la ruina portuaria en la que duermen los niños de la calle de Bahía, críos de nueve, doce, quince años, “los que mejor conocen la ciudad, los que más la quieren, sus poetas”. Pero en ningún momento dulcifica su vida o su carácter: estos niños viven del robo, engañan y estafan, se ríen de sus víctimas. No son Robin Hood: son niños de la calle. Con todas sus contradicciones, con el puñal fácil, demasiado fácil incluso para rajar a un compañero, con su desprecio de las chicas que tiene la desgracia de pasar por la playa – ni Pedro Bala, el héroe de la novela, se libra: como todos, también él viola.
Y sin embargo, uno está del lado de los niños, de lado de los malhechores, cuando lee: imposible no estar en su bando, a solas contra el mundo.
La novela es algo más que una joya literaria: también debería ser lectura obligatoria para cualquiera que quiera trabajar con jóvenes marginados. Porque refleja algo que miles de páginas de estudios sociológicos sobre el fenómeno de los niños de la calle nunca consiguen mostrar y que hacen fracasar tantos programas de recuperación: el orgullo de los niños a vivir contra la sociedad, a renegar del cariño que nunca tuvieron, a ser libres, a despreciar el mundo que los expulsó.
Capitanes de la arena, al igual que la aun más breve Cacao, también reeditada por Alianza ahora, pertenece a la primera época de creatividad de Jorge Amado, cuando el escritor era comunista militante: pocos años después tuvo que exiliarse de Brasil. De hecho, el final del libro conduce hacia un desenlace quizás demasiado utópico-ideológico, aunque por supuesto nos lo querremos creer de todo corazón. En la segunda etapa, a partir de 1958, Amado volvería con novelas del volumen de Gabriela, clavo y canela o Doña Flor y sus dos maridos, todos lanzados este año en la misma editorial. Por supuesto, también en Gabriela, el escritor mantiene una marcada línea de crítica social: no es poco dedicar una novela a la erradicación de aquella fea costumbre que es asesinar, por imperativo social, a la esposa infiel. Pero ya no es lo mismo: ahora el escritor se explaya, narra como quien se recuesta en un sillón ante la chimenea, en lugar de lanzar las breves, jadeantes, casi clandestinas arengas de los Capitanes.
Desafortunadamente, el traductor, Marcos Mayer, no ha sabido transmitir el especial acento de los niños de la calle que sí está presente en todos los diálogos del original. No es propiamente un dialecto, no llega siquiera al cheli. Es simplemente el habla popular brasileña… pero es distinta del portugués literario de la narración. Al leerlo, uno cree escuchar el soniquete real de aquellos adolescentes baianos. En la edición de Alianza, los críos se comunican en un lenguaje correcto. Tal vez sea imposible recuperar ese detalle realista y lírico en una traducción. Aunque uno nunca deja de desear que algún traductor se atreva a intentarlo.

admin

3 comentarios

  1. Mi estimado estado crítico: Puede que yo sea un buen o un mal traductor pero la decisión de en qué tipo de lengua se traducen los coloquialismos implican una serie de cosas que usted no tiene en cuenta. Cualquier habla local elegida (la mía que soy porteño, o alguna otra como las que usted alude) hubiera implicado dejar a una buena cantidad de lectores afuera. Decisión, y lo comparto con usted, achata ciertas zonas del texto. Son opciones e incluso luego de haber traducido más de cincuenta libros no sabría decirle cuál es la mejor. Dicho esto, me ha resultado bastante molesto, pues fue una decisión conciente, que diga usted que no he sabido traducir. Que tenga usted una buena semana. Marcos Mayer

  2. Estimado Marcos

    en primer lugar, disculpas. Por supuesto es un error de mi parte poner «no ha sabido transmitir» cuando lo correcto habría sido «eligió no transmitir». En segundo lugar, entiendo el dilema completamente; también he trabajado como traductor. Y por supuesto no quise criticarle a usted como traductor, sino más bien toda una tradición española de traducir cualquier habla coloquial o incluso dialecto a un castellano correcto, hay libros que así, simplemente, se estropean. Leí «El amante de Lady Chatterley» en un castellano correcto entero, cuando todo el encanto del libro reside que NO se entiendan las frases del guarda forestal: también le suponen un esfuerzo a un lector inglés. En el caso de Amado, por supuesto, eso no es el caso. La diferencia es mínima: cualquier brasileño o portugués entiende los diálogos. No habría que poner, pues, un habla incomprensible para algunos lectores. Sólo ‘rebajar’ la corrección, ponerlo más coloquial. No sé si me explico y por supuesto no sé si yo, o alguien, sería capaz de hacerlo. En todo caso, espero que me disculpe. Un cordial saludo
    ilya u. topper

  3. Estimados Señores
    Mi nombre es Verónika estudio en Brasil letras y este tema que ustedes discuten sobre traducción es el objeto de mi trabajo de conclusión de curso.
    Me interesaría saber un poco sobre ti Marcos Mayer y de como llegaste a algunas traducciones de palabras que inclusive muchos brasileños no conocen.
    Espero me puedas ayudar pues el objetivo de mi tesis es sobre técnicas de traducción para socioletos literarios.
    Desde ya agradezco
    Verónika

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