ANA BELÉN MARTÍNEZ | En el ensayo sobre la historia de los libros El infinito en un junco, Irene Vallejo se refiere a la película alemana El cielo sobre Berlín (Wim Wenders, 1987) a propósito de las bibliotecas. Vallejo nos pone en situación: un grupo de ángeles con estética ochentera entra a una gigantesca biblioteca. Estos seres celestiales —invisibles, aunque no para los niños— tienen el poder de escuchar la mente de los humanos. Intrigados por el silencio del espacio, los mensajeros de Dios se acercan a los lectores para averiguar qué es lo que los mantiene tan ensimismados frente a los libros. «Dentro de las cabezas de la gente, las frases leídas resuenan como un canto a capela, como una plegaria», apunta a diana Vallejo.
Probablemente ninguno de los ángeles de El cielo sobre Berlín necesitaría aproximarse a la mente de la escritora y cineasta francesa Marguerite Duras (1914-1996) para escuchar sus pensamientos más íntimos, bastaría con leerla o prestar atención a alguna de sus entrevistas. Si por algo se caracterizó la autora de títulos como Moderato Cantabile (1958), Hiroshima mon amour (1960)o El amante (premio Goncourt, 1984) fue por no andarse con rodeos. Incisiva, incorrecta, auténtica, Marguerithe Duras se introdujo hasta lo más hondo de sus personajes e hizo literatura con su propia vida.
Alianza editorial reeditó el año pasado La vida material, un libro extraído de las conversaciones que Duras mantuvo, en 1986, con el escritor y realizador Jérôme Beaujour. Las charlas fueron transcritas, corregidas y puestas a punto por ambos, con el fin de convertirlo en un libro y publicarlo. «El libro sólo representa, en el mejor de los casos, aquello que yo pienso algunas veces, y algunos días de ciertas cosas (…) emana del acontecimiento cotidiano», aclara la propia Duras en unas palabras iniciales.
La vida material reúne cuarenta y ocho textos, la mayoría breves, que como las habitaciones de un hotel acogen a clientes de orígenes y mochilas muy variadas. Cada texto es independiente el uno del otro. Su naturaleza híbrida aúna el relato breve, la reflexión y lo autobiográfico, por lo que es un libro conformado sin principio ni final. Duras tiene 72 años cuando conversa con Beaujour. Está a vuelta de todo para hablar sin censura sobre su alcoholismo crónico, el amor, la escritura y los escritores, las injusticias sociales, el periodismo o las críticas recibidas por parte de otros intelectuales.
Entre los textos exquisitos descubrimos, por ejemplo, La casa en el que Duras reflexiona acerca de la condición de la mujer, la maternidad y el hogar. Un repaso implacable a la figura femenina en el machismo de la época, al que añade la voz de su propia experiencia. «Ellos pueden construir casas, pero no crearlas», afirma desafiante. «Por mucho que ella escriba mucho más, la mujer con respecto al hombre no ha cambiado. Su aspiración esencial sigue siendo conservar a la familia y mantenerla unida. (…) Pero ¿ha cambiado el hombre? Casi nada. Tal vez grita menos». En el El Cortador del agua la sensibilidad literaria de la francesa alcanza niveles elevados al relatar un suceso atroz en un pueblo del este de Francia: el suicidio de un matrimonio pobre y sus dos niños. La familia, que vive en una estación abandonada, decide terminar con todo tras la visita de un empleado para cortarles el agua en pleno verano. Sin agua no hay vida, ¿verdad?
No menos curiosas resultan sus consideraciones en cuanto al tema del amor y lo referente a su último amante, Yann Andréa. Un escritor homosexual, treinta y ocho años más joven, con el que mantuvo una relación de dieciséis años hasta que se la llevó la muerte. «Algunas de las cartas que recibo hacen que me enamore de las personas que las han escrito», confiesa. Yann Andréa escribió cartas a Marguerite Duras durante cinco años sin obtener respuesta, hasta que atraída por sus palabras accede a conocerlo y lo invita a su casa.
Esta reedición cuenta con una nueva traducción y una posdata a cargo de Menene Gras Balaguer, así como unas notas finales que contextualizan la vida de la autora, sus obras y los nombres mencionados. Por ponerle algún “pero”, me detendré en el tamaño de la letra de esta edición de bolsillo, a mi modo de ver, demasiado pequeña y junta.
La vida material nos abre las puertas a las obsesiones vitales y literarias de una escritora de prosa afilada. Duras poseía una personalidad compleja, contradictoria y libre, quizá por eso su lectura nos mantiene expectantes y adictas al paso de las páginas.
La vida material (Alianza Editorial, 2020) | Marguerite Duras | 216 páginas | 12 € | Traducción de Menene Gras Balaguer
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