ILYA U. TOPPER | Hace como dos décadas abrí el libro de una poeta que por entonces desconocía. Leí:
«He nacido en provincia con desierto
y con un mar estéril.
No he surcado su agua ni su arena.
No merezco tener tierra natal.»
Esta chica es de Almería, me dije. Miré la solapa, y efectivamente, lo ponía: Aurora Luque (Almería, 1962). Me quedaba con las ganas de decirle, a través de esa laguna estigia de papel que es un libro, compañera, se ve que usted y yo hemos tenido experiencias muy similares.
Ha corrido mucha agua playa arriba y abajo en las mareas, y hoy estoy sentado en una terraza sobre una cala del Cabo de Gata, hojeando o deshojando este florilegio -antología se dice en griego- que se ha publicado bajo el título de Los limones absortos, con letras separadas por una especie de gotas, como las que desprende el medio sol amarillo que ennoblece mi ginebra en copa redonda. Arriba, una buganvilla.
Poemas mediterráneos reza el subtítulo, y es la demostración que ese mar estéril al que Aurora Luque cantó en Abdera ha sido el más fértil de la humanidad. Desde las diosas sirias del Calcolítico (4.400 a.C.), pasando por Ulises y su pandilla hasta Kavadias y las marcas rotuladas en botes vacías de cremas solares, los versos recogen siglos de una civilización que parece flotar en la superficie marina, entre Latakía, Lesbos y la Isleta del Moro, cual «algas, esas guirnaldas hippies de las olas».
Es notoria la faceta mitológica de Luque, su afición a deletrear el propio cuerpo con nombres de Grecia la Vieja. Definición del abrazo: No temerás los odres destapados de Eolo. No sé si se lee aun Homero en los colegios de hoy, pero quiero pensar que no hace falta conocer a los clásicos para disfrutar, en el sentido más carnal de la palabra, de estos poemas. No hace falta saber quién era Ipsitilo -yo no lo sé- para embriagarse con versos como: «Me animé con el vino de Mollina / y los antros de Venus se me encharcan».
Paladear el lenguaje sensual de Aurora Luque es uno de los grandes placeres de un verano con tiempo para la poesía. La sensualidad acoplada a las referencias griegas es la marca de fábrica de esta poeta, desde sus inicios -las lentas odiseas por tu cuerpo (Problemas de doblaje, 1990)- hasta hoy mismo -epítetos que Safo adjudicaba a eros: lysimeles, glykikipros: dulce-y-amargo y desmayador (Personal & político, 2015)-.
Entrevemos a la poeta desnudándose en la playa o bajo la ducha, enjabonándose con una esponja griega, somos voyeur y amante. Leer a Aurora Luque es un poco como hacer el amor con la afrodita de Botticelli. Pero cobra especial realismo por la capacidad de la poeta de situar sus versos en un entorno de hoy, reconocible, salpicado de referencias de nuestra vida diaria, una palabra que saca la ensoñación de las épocas clásicas y la coloca en el aquí y ahora: taxi, ginebra, un mercado obsceno de turistas, preservativos y lánguidas medusas flotando junto al muelle, toallas voladoras, una cerveza alhambra, un masaje de aceite filipino, paparazzi.
Las 25 fotografías que acompañan esta edición, tomadas por la autora en los Baños del Carmen en Málaga, subrayan este puente entre lo mitológico y lo moderno: muestran tanto restos de columnas griegas como instalaciones de balneario con chamizo de cañas, tanto conchas marinas como una motocicleta aparcada.
A la hermosa edición del libro se añade su carácter bilingüe: todos los poemas tienen traducción al italiano, firmada por Paola Laskaris. Es, por supuesto, un regalo a nuestros vecinos allende el Mar Tirreno, que espero sepan disfrutar en toda su rotundidad de abrazo o amoroso asedio: desde el oeste, la poeta almeriense, desde el este, sus personajes griegos.
Pero aunque a nosotros, lectores de esta no-tierra natal de Aurora Luque, no nos hagan falta las traducciones, es un bello juego descubrir sus versos en otro idioma, suficientemente cercano como para intuirlas, para incluso encontrarles un ritmo a ratos más sonoro que el original: «Dovrò andarci da sola, como sola sono venuta».
Ha terminado el verano, pero si ustedes han ligado en la playa y quieren conservar la relación hasta el próximo agosto, no tengo mejor consejo que el que pidan en la librería un par de limones absortos, hagan un paquetito y pongan en el remitente: Pandora, Albergue de montaña en el Olimpo, Grecia la Vieja. Pueden añadir Muy frágil, ya que así son los recuerdos de las copas que se liban sobre la arena.
Y ahora me voy a terminar el gintonic. ¿A que no saben ustedes cómo se llama esa rodaja de limón que flota, absorta, entre los cubitos de hielo, sostenida por el licor de enebro? Luquete.
Los limones absortos (Fundación Málaga, 2016) de Aurora Luque | 222 páginas | 20 € | Traducción de Paola Laskaris
Excelente