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Amores en el retrovisor

ALEJANDRO LUQUE | Mercedes Escolano, ya lo he dicho alguna vez, fue en aquellos años 90 nuestra poeta de la experiencia. O simplemente nuestra poeta. Con el plural quiero englobar a un grupo de jóvenes y no tan jóvenes letraheridos que nos juntábamos en las barras del centro de Cádiz al caer la noche, y entre los cuales brillaba Mercedes con luz propia. Nos sabíamos poemas suyos de memoria, nos dejábamos envolver por su elocuencia y nos divertía esa genuina mezcla de coquetería y de canalleo que salpimentaba sus versos.

Estaba llamada a figurar entre las grandes, y de hecho su nombre consta en el sumario de algunas antologías de referencia. Pero varios factores se conjuraron contra ella, desde el hecho periférico –eran los últimos tiempos en los que para ser alguien había que irse a Madrid, o tener muy buenos padrinos allí– a la misoginia de algunos mal llamados compañeros. Acabó refugiándose en sí misma, viviendo su vida de profesora de secundaria y echándose aquellos extraños novios que más tarde aparecían en sus poemas. Pero nunca dejó de escribir.

La Escolano que encontramos en esta nueva entrega, Jardín salvaje, es y no es aquella dama que leímos con devoción un cuarto de siglo atrás. Reconocemos su voz, el molde de su música, el tono ligero, refractario a las sonoridades grandilocuentes, que ha caracterizado siempre su faena poética. Pero, naturalmente, es un timbre por el que ha pasado el tiempo, y eso es algo plenamente asumido desde la primera página.

La autora de Jardín salvaje, que así se titula este poemario, es una mujer madura, hecha a sus soledades (hasta rozar, por momentos, la misantropía), amante de los silencios, de la lectura y de las familiaridades del universo doméstico. En algún momento parece añorar otros tiempos más aventureros, en los que lo inesperado formaba parte de la vida. ¡Ah! Si un solo gesto diera sentido al día./ Si alguien agitara la rutina/ y despegara su poso./ Si a los labios volvieran los besos/ como tentadoras manzanas”.

Sin embargo, ese deseo es un fugaz espejismo: hay un anhelo de sensaciones, pero la poeta nos da a entender también que la costumbre es cálida y confortable. Que, en el fondo, no la cambiaría por la promesa (a menudo feliz) de la pasión amorosa, con sus trabajosas arquitecturas, transacciones y presumibles desengaños. ¿Pero y si…?

Ojalá volviera con fuerza el amor perdido/ a darme la mano y llevarme por veredas fragantes/ siquiera unas horas, cuando la tarde decline/ y los mirlos me recuerden la soledad. No hay que avanzar mucho en el volumen para descubrir que Escolano ha ido dejando que la Naturaleza invada el espacio de su poesía, al tiempo que la desalojaba de túnicas griegas, maquetas de barco, automóviles, luces de neón, cócteles y cigarrillos, y hasta de libros. O acaso todo yace amontonado bajo la vegetación que crece a su antojo, los insectos y los pájaros, la vida imparable.

El corazón ardiente, sin embargo, no está del todo de retirada. Tampoco el cuerpo que lo alberga. Un poema como Secretos de alcoba está dominado aún por la fuerza del deseo que llamamos amor (el amor me arrastra río abajo/ y de nada me valen los remilgos), pero pronto se regresa al sosiego dominical de trinos y de flores. También en ellos están, naturales y profundas, la sensualidad y la emoción, sin necesidad de subir a bólidos ni montañas rusas para excitar los sentidos.

Lo curioso es que, ya un cuarto de siglo atrás, todos escribíamos poemas elegíacos, como si el presente solo tuviera sentido contemplado desde el retrovisor. Tras leer y disfrutar el poemario de Mercedes Escolano, siento el deseo de leer versos suyos proyectados hacia el futuro: cómo ve, cómo sueña los días de su porvenir.

De momento, celebro que su pulso poético siga firme, que su buen oído no haya decaído y que siga tocando la fibra a quienes la consideramos nuestra poeta. Y que nos invite a espacios en los que siempre nos apetece quedarnos. Ya dijo el filósofo que lo mejor que podíamos hacer era cuidar de nuestro jardín, aunque sea un jardín salvaje.

Reseña publicada en la revista digital M’Sur.

Jardín salvaje (Garum, 2022) | Mercedes Escolano | 103 págs. | 10 euros

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