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Ángeles fieramente humana

La sal sobre la nieveJOSÉ MARÍA MORAGA | En ocasiones determinado artista es bautizado por la prensa especializada como “el secreto mejor guardado” de tal o cual campo, queriendo expresar la valía y mérito de alguien cuyo reconocimiento aún no ha llegado al gran público. ¿Me atreveré a tildar a la cordobesa granadina Ángeles Mora del secreto mejor guardado de la poesía española? Lo voy a hacer, porque es mi poeta viva en lengua española favorita, y aunque no es precisamente una desconocida tampoco es que su cara empapele las paredes de nuestras ciudades ni cope las portadas de las revistas. Los iniciados en la materia habrán sonreído ante esta introducción –acaso ingenua- pero ¿por qué no pensar que usted no sabe quién es Ángeles Mora y la va a descubrir hoy? Yo personalmente no la descubrí en las aulas sino en un programa de televisión que Miguel Ríos tuvo en una ya extinta cadena autonómica andaluza. Superen eso. No me avergüenzo: todo acercamiento es bueno si sirve para entrar en el mundo poético de una escritora que vale la pena.

Es verdad que recientemente Mora ha gozado de cierto renombre al cosechar su obra el favor de la crítica (Premio de la Crítica y Premio Nacional de Poesía en 2016), aunque ello no la haya encumbrado al estatus de celebrity ni de superventas como sí ha sucedido con otros compañeros. Quiero pensar que no por el hecho de ser mujer sino por el de ser poeta. Su último libro Ficciones para una autobiografía queda ya para la historia, hoy quisiera repasar la antología que Renacimiento ha editado en esa colección tan bonita de rayitas de colores (¿nuestra Pléiade?): La sal sobre la nieve. El libro abarca toda la trayectoria poética de la autora, desde su comienzo en 1982 hasta 2017. Esta edición ha sido compilada por Ioana Gruia, quien acertadamente recoge en el prólogo que la producción de Ángeles Mora aúna “una cuidadísima construcción de la emoción” y una “muy sólida ligereza”.

La poesía de Mora puede encuadrarse en ese remoquete tan cursi (mil veces que escriba una reseña, mil veces que lo diré) de “la otra sentimentalidad”, a la que también pertenecen nombres como Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes, Vicente Gallego o Aurora Luque. Puestos a etiquetar, prefiero “poesía de la experiencia”, deudora de Alberti, los Machado o Gil de Biedma, pero que hunde sus raíces en una tradición anterior. Usted, lector despistado que hoy descubre a Ángeles Mora hará bien en preguntarse: y si esta es «la otra» sentimentalidad… ¿cuál era «la una»? Sin duda la de la poesía hiperculta de los novísimos, tan en boga cuando surgió su contestación en los años ochenta. Esto resulta fácil de ver en Mora, quien, lejos de ser inculta, no acude a sus referentes para enmascarar en barroquismo el verso sino que los invita a entrar en su obra de una manera más íntima y cotidiana, como su verso más prosaico (permítase el adjetivo), bien que engañosamente simple. Un ejemplo: “Yo, feminista, en un concierto”, en el que el yo poético reflexiona en torno a un amor durante un concierto de música elitista (Mussorgsky, Stravinsky) en un tono y unas formas cercanas al neopopularismo.

La palabra feminista no está usada gratuitamente, ya que el compromiso de Mora con la lucha de las mujeres por la igualdad es antiguo y auténtico (el poema citado es de 1990), no fruto de la última oleada de feminismo ni de las modas. El feminismo en Mora es, por tanto, una de las claves de su obra, no solo por títulos como el de su libro La dama errante o los de ciertos poemas (“La chica más suave”, “La chica de la maleta”) sino por su punto de vista claramente femenino, valga como muestra “Emboscadas”, donde el yo poético deconstruye a un príncipe azul de cuento de hadas.

Otro de los temas clave en Ángeles Mora es el erotismo, reflejado de manera íntima y cotidiana pero deudor –de nuevo- de la Tradición Poética con mayúsculas. Así en “A mi buen amigo que se fue a la playa dejándome en este desierto, calcinada” (de 1989) aparece la maravillosa aliteración “Busco a Boscán”, que más allá de la repetición de sonidos abre un mudo de sugerentes posibilidades poéticas y amatorias, como esa “reescritura de la tradición petrarquista” a la que Ioana Gruia alude. El pesimismo ante la realidad tampoco es un tema ajeno a Mora (“¿Sabremos algún día/ por qué no merecimos tanta dicha?” de “En vano”, 1982), pero nunca la autocompasión (“ese triste espectáculo que ofreces, / (…) tus insufribles lágrimas. / Aparta”, de “La chica más suave”, 1985). Y no podían faltar los referentes de la cultura popular, otro rasgo común a su grupo poético (“Entre todos los bares de este mundo / he venido a este bar para encontrarte” de “Casablanca”, 1985 –por citar un caso).

Espigando en su producción más reciente, acuden a la cita los poemas de su último éxito Ficciones para una autobiografía, como “A destiempo” o el citado “Emboscadas” y tres inéditos. Destaco de Ficciones… el contraste entre “La soledad del ama de casa” y “Sola no estás”: el primero es una desoladora reflexión sobre una ingrata forma de vida (“… ser nadie…”), desmentida en el segundo por un aliento de sororidad: “mujeres que callaron tanto tiempo, / (…) para nunca estar solas”. Con todo, mi libro favorito de Ángeles (acaso por el título, valga la frivolidad) sigue siendo Contradicciones, pájaros de 2000, donde la autora ofreció una “Poética” que es un todo un manifiesto de la poesía de la experiencia: “Yo sé que estoy aquí/ para escribir mi vida.”

Una reseña así, una cata así que busca resumir lo que ya es un resumen de una obra ha de quedar, por fuerza, cojeando. Imposible plasmar todo lo que ofrece Ángeles Mora en su poesía en una vil reseña. Con todo espero que estas letras sirvan para animar a la adquisición de este libro y a su lectura. Es muy importante Ángeles Mora (mejor: es muy buena) y usted no la conocía. Sólo bromeo: tal vez la conocía perfectamente pero no se haya hecho con esta antología por descuido, porque ya posee otros poemarios de la autora o por vaya a saber qué. No hay problema, estamos todos salvados, aún hay tiempo para subsanar la falla. Sobre la nieve la sal suele durar poco, pero este libro tiene vocación de permanencia.

La sal sobre la nieve. Antología 1982-2017 (Renacimiento, 2017), de Ángeles Mora | 244 páginas | 11,90 euros | Prólogo de Ioana Gruia

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