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Ascetismo

aquetación 1

 

Desaparecer

Juan Manuel Romero

Pre-Textos, 2014

ISBN: 978-84-15894-66-7

51 páginas

12 €

 

 

 

Juan Carlos Sierra

Hace un par de veranos asistí a una conferencia de Juan Manuel Romero en un curso de verano de la Universidad Internacional de Andalucía celebrado en Baeza. No recuerdo bien cuál era exactamente el asunto de aquellas jornadas, pero teniendo a Juan Carlos Abril y a Luis García Montero como directores aquello no podría girar más que alrededor de la poesía. Pues bien, Juan Manuel Romero despachó brillantemente la hora y media de su charla hablando de los poetas que a su juicio habían trabajado más y mejor la desaparición del yo en sus obras. De entre ellos, citó de manera reverencial e insistente a Juan Ramón Jiménez y a T. S. Eliot.

Echo mano de esta anécdota para hablar del último libro de Juan Manuel Romero que, no por casualidad, se llama Desaparecer. Parece evidente que este poemario se llevaba gestando desde hace al menos dos años -seguramente más- y que, por tanto, se trata de un libro madurado, trabajado, pesado mil veces y, lo más importante, puesto en el espejo de una tradición que el poeta sevillano conoce de sobra, como demostró en la conferencia antes mencionada.

Para empezar a hablar de Desaparecer, hay que advertir al lector que se trata de un libro narrativo que cuenta una historia a lo largo de 40 poemas sin una estructura explícita construida a base de secciones o partes. Esto no quiere decir que no haya orden ni concierto, que los poemas se aglomeren aquí y allá a golpe de ocurrencias poéticas. Existe una coherencia, una arquitectura, un planteamiento, nudo y desenlace, pero es el lector quien ha de descubrirlo. Y, como en esos poemas sin signos de puntuación ni mayúsculas, dependiendo de la lectura, esta estructura variará y el conjunto así se enriquecerá con los matices y significados que cada cual sea capaz de descubrir.

La historia que se cuenta no es ningún secreto. Desde el título y la cita de Montaigne que encabeza el poemario -“igual que el animal que borra sus propias huellas”- se sabe que se trata de una desaparición, la del personaje poético que habla en estos versos que, pereciéndose mucho a Juan Manuel Romero, bien podría ser cualquiera de sus lectores.

Estamos ante una relectura actualizada del proceso ascético que busca eliminar lo superfluo, lo artificioso, en busca de lo que realmente entiende el poeta como esencial, primordial. No hay un Dios al fondo del poemario, no hay un alma que purificar según los dictados o la ortodoxia de ese Dios, no hay trascendencia en el sentido religioso de la palabra, porque no se conoce el final del camino -como sí lo conocían Fray Luis de León o San Juan de la Cruz, este en su recorrido hacia el misticismo-. No se traza un camino, sino que el poemario en sí mismo es el camino, el descubrimiento, sus conclusiones: desaparecer, desprenderse de uno mismo, de lo que se ha construido, de todo aquello que el personaje poético entiende que le lastra.

Traicionaría al lector y al mismo libro si desvelara en qué consiste exactamente el proceso, cuáles son sus claves, cuál es el recorrido y sus etapas. Como en una buena novela, es el lector quien ha de desvelarlas, descubrirlas, disfrutarlas e identificarse (o no) con la trama y su protagonista. Solo me limitaré a adelantar quizá alguna pista, como que a través de la contemplación de una naturaleza casi urbanita el trayecto se realiza más cómodamente o que “Lo que se acaba/ al mismo tiempo crece/ en libertad” (poema 28).

Por otra parte, Juan Manuel Romero también practica el ascetismo creativo en Desaparecer. Los poemas se estilizan, se liberan de lo que les sobra, se quedan en los huesos, en el tuétano. No se trata de acumular, sino de limpiar; de ahí esa constante en el libro del poema corto, sintético. Esta suerte de liposucción lírica a veces se extrema tanto que muchos poemas acaban siendo una sucesión o superposición de unas pocas imágenes, escenas, anécdotas,… aparentemente inconexas y liberadas de conexiones sintácticas que alcanzan su coherencia vistas a la luz del conjunto de la composición y gracias al trabajo de una lectura atenta y sosegada.

Esta búsqueda de la esencialidad, tanto en la forma como en el contenido, muestra a un poeta maduro, a pesar de su juventud, en plena posesión de sus facultades poéticas, capaz de dialogar con la tradición pero sin olvidar el tiempo que ocupa. A partir de Desaparecer quizá se abra una nueva veta en la producción poética de Juan Manuel Romero que, al contrario de lo que augura su título, lo hará mucho más presente en el panorama poético en español.

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