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Bailando con la Sra. M

9788477375210JOSÉ MARÍA MORAGA | Que la muerte es un tabú no vamos a venir ahora aquí a descubrirlo. Que pese a su inevitabilidad en un 100 % de los casos (lo único que no se sabe es cuándo te toca), en la cultura actual los seres humanos nos afanamos en negarla, olvidarla, arrinconarla, en taparla con un grueso telón, tampoco es nuevo. Pero sí resulta paradójico. Tal vez ocurra esto porque somos los únicos animales con clara conciencia de finitud, y como en la mayoría de los casos la muerte conlleva el fin de muchas cosas buenas y queridas, ignorando lo inevitable tratamos de ahorrarnos un poquito de dolor. No siempre ha sido así, bien conocida es la relación con la muerte de numerosas culturas antiguas, que la concebían como una versión mejorada de la vida terrenal y la celebraban con júbilo y esperanza. El solvente poeta y novelista Recaredo Veredas no está de acuerdo, sin embargo, con esta visión de la vida y la muerte. Según argumenta en su nuevo libro No es para tanto, la muerte es una etapa natural de la vida (una no-etapa), la culminación de un proceso inevitable que debería movernos antes a la alegría, la felicidad y el disfrute pleno de lo que tenemos y vivimos que a la tragedia y la tristeza aparejadas a lo que vamos a perder más tarde o más temprano.

En su breve ensayo de apenas ciento treinta páginas Veredas realiza una reflexión a vuelapluma, ligera en la forma (breves capítulos que son puntos de partida para disertar sobre los más variopintos aspectos de la muerte) pero no en el contenido. Puesto que la tesis confesa del autor es que el trance, por natural y cierto, no debería causarnos zozobra o al menos no debería ser objeto del tratamiento que se le da en las sociedades occidentales actuales, considero un acierto la adopción de ese tono liviano, cuasi conversacional que el ensayo exhibe. Este no está exento de humor, puesto que el humor es parte integrante de la vida, lo mismo que la muerte, pero ojo: No es para tanto no es un libro de humor, aunque sí aporta una mirada fresca, que no superficial o frívola, sobre una serie de temas que suelen tratarse desde la más absoluta de las seriedades. Recaredo Veredas prefiere aliviar la tensión del lector provocándole una sonrisa a tiempo antes que aplastarlo con el pesado fardo del drama. No en vano se está hablando durante todo el libro de la muerte, las religiones, la enfermedad terminal, la eutanasia, el suicidio, los ritos funerarios, los cadáveres, y toda la parafernalia que suele rodear estos temas.

Aparte del tono informal (nunca vulgar o coloquial), el escritor intenta presentar sus ideas de manera lúcida y amena, no sistemática o científica, por lo que no nos encontramos ante un ensayo filosófico de pretensiones académicas, sino ante una personalísima reflexión sobre el fin de la vida, en la que la biografía del propio Veredas juega un papel central, como informante de las experiencias y reflexiones en torno a la muerte y sus derivas. No obstante el carácter impresionista de las reflexiones personales del autor, este no pretende realizar un ejercicio de solipsismo, sino comunicar a todo el mundo su buena nueva de que la muerte “no es para tanto”, y para ello no duda a la hora de apoyar sus argumentos en recurrir a los más variopintos ejemplos de la alta y baja cultura, ‘comme i’l faut’ en un libro de esta era posmoderna que vivimos.

Así, por las páginas de Veredas desfilan lo mismo Blake Edwards, Haneke o Arriaga que Ada Colau, Shakespeare, Tolstoi y Santiago Segura. El ejemplo certero puede surgir de la ternera de Kobe igual que de Elizabeth Kübler-Ross y sus “cinco etapas del duelo”; del horror de Lovecraft o del velatorio de su abuela. Por favor, que no se entienda que el libro es un batiburrillo o que mezcla –en palabras de Luis Manuel Ruiz– “sandía con mortadela”. No todo vale. No todo es lo mismo. Pero para Recaredo Veredas toda experiencia es lícita como fuente de conocimiento, y esto es algo en lo que empatizo al ciento por ciento con el autor, en sintonía con aquella frase de Terencio, “Nada de lo humano me es ajeno”.

Como culminación lógica a este personal ensayo, Veredas nos cuenta su muerte ideal, en el capítulo “Cómo quiero morir”, que resultaría escalofriante por su temática y detalles de no ser porque cuando llega, el lector lleva ya casi ciento veinte páginas de argumentos y ejemplos destinados a aliviar su miedo y su dolor ante la parca. El “Fin” del libro, un breve capitulito titulado así, me ha parecido un delicioso epílogo al ensayo, prácticamente las palabras de un amigo a la espera de que al terminar de escuchar su razonamiento hayas asimilado el mensaje del título, que morirse no es para tanto, hombre. Por lógica cartesiana, tras el final del libro quisiera también referirme al principio. La muy destacable “Introducción” me ha parecido especialmente brillante a la hora de encuadrar el tema y plantear la tesis de toda la obra.

Al no ser muy aficionado a la muerte (claramente poseo todos los prejuicios y aprensiones que pretende combatir No es para tanto), no suelo asomarme a los productos culturales relacionados con ella (se me ocurren ahora esos documentales de Jon Sistiaga o esas entrevistas de Gabilondo) salvo que me interese quien está detrás. Me pasó con la novela El mar de John Banville, el portentoso ensayo de Julian Barnes Nada que temer y ahora con este libro de Veredas, al que había leído como poeta, novelista y consejero editorial. Tampoco me gustan las películas de tragedias, enfermedades terminales o similar: soy muy particular a la hora de elegir mis catarsis. Sólo tolero el tema del vampirismo, tal vez sea por aquello de Eros y Tánatos, y hubiera agradecido alguna mención a él, aunque fuera como intento sublimado de superar la finitud del hombre. También me hubiera gustado conocer la opinión del autor acerca del derecho al olvido en internet o la gestión de las redes sociales de personas fallecidas (eso de conservar o no sus cuentas, publicar en ellas, etcétera, que se me antoja la última frontera en cuanto al tema de la defunción).

Inútil proyectar mis expectativas personales en el libro de otro, ¿o tal vez se trate precisamente de eso? Me encanta el modo en el que este librito nos interpela, imposible leerlo y permanecer indiferentes. Por fortuna, esta obra de Veredas huye de la grandilocuencia (como se anuncia en su contraportada), lo que resulta muy efectivo a la hora de exponer su tesis, que deberá oponerse a dos milenios de cultura judeocristiana y a las décadas de experiencia personal de cada uno. Yo no sé decir si me ha convencido, acabo de terminarlo y aún ando rumiando su contenido. Pero lo que sí puedo afirmar sin lugar a dudas es que me ha hecho reflexionar, me ha incomodado, me ha puesto delante cosas chungas con el objeto de mejorar mi vida, lo cual agradezco enormemente. Eso, unido a lo bien escrito que está, hace de su lectura un ejercicio altamente recomendable.

No es para tanto. Instrucciones para morir sin miedo (Sílex, 2016) de Recaredo Veredas | 132 páginas | 10 €

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