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Breve, pero intenso

La máquina de languidecer

Ángel Olgoso

Páginas de Espuma, 2009

ISBN: 978-84-8393-045-8

131 páginas

14 €

Jesús Cotta

Me pregunto por qué en nuestra época somos tan dados al haiku en poesía y al microrrelato en prosa. ¿Lo pequeño se lleva porque han muerto los grandes ideales y preferimos el detalle lírico al monumento épico? ¿O tal vez porque tanto estímulo visual y tantos efectos especiales nos inclinan a la literatura breve e intensa antes que a Dante?

De hecho, esta página misma surgió de unos microrrelatos.

El caso es que con este libro de Olgoso les he pillado por fin el gusto a los microrrelatos, género que siempre he admirado porque me parece dificilísimo escribir uno bueno: si cada párrafo de una novela requiriera el mismo esfuerzo y arquitectura que un microrrelato, uno tardaría siglos en terminarla.

Mientras que los microrrelatos de algunos autores parecen más bien un fotograma o una secuencia o el apunte para una novela o tan sólo un pincelada aforística sin nada narrativo, los de Olgoso son auténticos microrrelatos, casi todos ellos con un final imprevisible que alumbra de pronto lo que uno acaba de leer. Otros tienen la sorpresa al principio y un toque de emoción desgarrada al final. Los hay también que tienen un toque más reflexivo o descriptivo y esos me gustan menos. Pero en todos hay una evolución y un ritmo intenso.

Sin embargo, no son el extrañamiento ni la sorpresa los únicos recursos de Olgoso. Se agradece el lenguaje exacto, justo, con agilidad y muchos registros verbales y, sobre todo, la agilidad de temas, tonos y planteamientos.

Maravillado estoy aún con La melancolía de los gigantes y con El ángel.

Lástima que la mayor parte de los relatos se asome a un mundo oscuro y a veces espantoso. Invito al autor al microrrelato donde de pronto se haga la luz allí donde había sólo oscuridad.

Recomiendo, pues, este libro para los amantes del género o para quien quiera iniciarse en él. En la variedad, disparidad e inteligencia de estas microarquitecturas que abren a mundos más grandes, está el gusto.

admin

4 comentarios

  1. Suscribo lo que dices. Leí primero «Los demonios del jardín» y ya Olgoso (del que me habían hablado) despertó mi admiración. «La máquina de languidecer» me ha gustado mucho, pero ocurre lo que suele en los grandes jardines: hay flores preciosas y otra que lo son menos. No obstante, la media es excelente. Para mí un buen microrrelato debe aunar «brevedad» y «fulgor», y estoy de acuerdo contigo en que si no hay una historia, por minúscula que sea, no es microrrelato, sino aforismo u otra cosa semejante. Un saludo.

  2. Antonio, siempre es agradable encontrar que otro lector piensa como yo. Bajo el género de microrrelato se cuela a veces mucha morralla. No es este el caso, por fortuna. Un abrazo.

  3. Sin duda, Olgoso es de uno de nuestros grandes artífices de relato corto. Fiel al género y meticuloso como un relojero. Pero esto último es lo que menos me gusta de él: ¿no pensáis que sus piezas están tan pulidas que pierden la naturalidad que sí tenían, a manos llenas, Denevi o Monterroso?
    Dicho lo cual, es una alegría ver de nuevo a maese Cotta por aquí. Un gran abrazo.

  4. Alejandro, gracias por el recibimiento. Ahora que lo dices, quizá sí se eche eso en falta en algunos de sus microrrelatos, más espontaneidad o, mejor dicho, toda la relojería que se necesite, pero sin que se note. Aun así, muchos de sus microrrelatos tienen ese fulgor del que hablaba el señor Antonio Serrano Cueto. Ex corde.

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