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Cabezas que buscan sombreros

200419 Por regiones fingidas

EDUARDO CRUZ ACILLONA | Existe una afición, un entretenimiento o una manía, llámenlo ustedes como deseen, por conocer las bibliotecas de nuestros autores de referencia. Qué han leído, cómo lo han leído, cómo lo ordenan en sus estanterías, qué objetos acompañan en las mismas a los lomos de los libros, etc… Bien lo sabe, por ejemplo, Jesús Marchamalo, que hace años conformó una completa y jugosa serie de reportajes en ABC entrevistando a dichos autores a partir de sus bibliotecas y que luego publicó Siruela en 2011 bajo el título Donde se guardan los libros.

Sin embargo, lástima que sea atentar contra la intimidad de los autores, más interesante afición sería la de rebuscar en sus cajones. Allí guardan apuntes, relatos incompletos, sin corregir, sin rematar; allí guardan desarrollos de ideas y descripciones precisas de personajes que aún no han encontrado acomodo en ninguna historia completa y esperan su debut; poemas que surgen de momentos de inspiración, de la necesidad de contar de manera diferente a la que se está trabajando en ese instante, retazos de memoria rescatada y retenida con prisas en el papel por prevención ante el olvido… Son cajones repletos de futuro, como despensas literarias y bodegas donde maduran proyectos que, quizás, algún día vuelvan a la mesa del despacho del autor, en busca de su segunda oportunidad, de su segunda vida. Quizás tengan la suerte de avanzar y de convertirse en una promesa editorial y de un candidato a ocupar las mesas de novedades de las librerías.

En este segundo grupo de autores yo colocaría en puestos destacados a Felipe Benítez Reyes, quien, cada equis tiempo, nos sorprende con un trabajo en el que confiesa que lleva trabajando muchos años, que ha ido dejando y rescatando en función de vaya usted a saber qué aleatorias genialidades del prolífico autor que es. Ya nos deslumbró el año pasado con su El intruso honorífico (Fundación José Manuel Lara, 2019), una extensa colección, al modo enciclopédico, de definiciones, aforismos, microrrelatos, microensayos, descripciones salpicadas de originales metáforas, etc. Una obra en la que el autor declaró en más de una ocasión haber estado trabajando en ella durante los últimos veinticinco años. Antes vino un poemario, Ya la sombra (Visor, 2018), una exaltación de la amistad con Luis García Montero, Amistad a lo largo (Fundación Huerta de San Antonio, 2018), y una novela, El azar y viceversa (Destino, 2016) Madre mía, los cajones…

Publica Benítez Reyes en este anómalo 2020 una colección de relatos bajo el genérico título de Por regiones fingidas, un libro que ya vio la luz en 2017, en una tirada restringida a 175 ejemplares firmados por el autor y bajo el paraguas de Interrogante Editorial. Un libro que, bendita su iniciativa, ha rescatado ahora la editorial Renacimiento para darle la visibilidad, el movimiento y el reconocimiento que merece la obra, eso sí, cuando las contagiosas y pandémicas circunstancias covídicas lo permitan.

Por regiones fingidas es una muestra, una más, de la genialidad, la versatilidad y la maestría de Felipe Benítez Reyes en esa infinita extensión que es la Literatura. En esta ocasión, la explosión de imaginación, de originalidad y de deslumbre narrativo se aposenta en el relato. Pero no un relato cualquiera, no en un relato al uso al servicio de los cánones tradicionales donde la presentación y el desenlace arropan al nudo para formar un conjunto más o menos homogéneo. En esta ocasión, una más, el autor se sale del camino llano y cómodo y transita por mapas plagados de relieves y paisajes diversos.

Estructurado en cuatro partes, en la primera, “Pompas fantásticas” o, como subtitula, “Laboratorio de procedimientos narrativos”, nos propone un juego de ejercicios de estilo que harían las delicias de Raymond Queneau y de Georges Perec, y se atreve con cuentos chinos, episodios bíblicos, fantasías kafkianas, alegorías para niños, fábulas rusas o crónicas victorianas por citar sólo algunos ejemplos. Mezclando el rigor estilístico que requiere cada cuento con el juego, la ironía y la parodia exquisita, el capítulo nos invita a transitar por unos mundos con la sensación de haberlos visitado antes, una especie de déjà vu literario que nos atrapa desde el principio y nos incita a seguir avanzando en cada uno de los relatos por aquello de ver cómo están resueltos formalmente por un lado y, por otro, qué hipnótica historia nos viene a contar el autor, como si del narrador de Las mil y una noches se tratara.

La segunda parte, “Las ficciones en vilo”, consta de una colección de microrrelatos donde los sueños se mezclan con las fábulas, con los Reyes Magos y hasta con los ajustes de cuentas, con la Historia y con la imaginación, con viejos amigos como Fernando Quiñones y Carlos Edmundo de Ory. Todo ello al servicio virtuoso de la primera persona del narrador.

En “Formulaciones tautológicas”, el autor da rienda suelta a una de sus confesables pasiones, el collage, que ya fue protagonista de las portadas de su anterior libro antes citado, El intruso honorífico, y de la reedición de su novela más aclamada, El novio del mundo (Fundación José Manuel Lara, 2018). Dichos collages, formados a partir de imágenes antiguas y que en no pocas ocasiones nos transportan al ambiente del circo de los horrores, son la excusa y arranque de textos sorprendentes, lúcidos y cargados de humor surrealista, un campo en el que el autor se mueve como pez en aguas abiertas.

Por último, “Destino y pantomima”, conforma una suerte de milagros urbanos sucedidos y documentados en la ciudad de Cádiz donde, por ejemplo, un estrafalario vendedor de objetos de oro frecuenta el bar Los Platillos Volantes (en la calle Beato Diego de Cádiz, casi enfrente, qué coincidencia, de la Casa del Terror y lo Fantástico que regenta el guionista y escritor José Manuel Serrano Cueto) o un barrendero ejerce su trabajo, cómo no, en la calle Barrié.

En definitiva, una nueva exquisitez de Felipe Benítez Reyes, otro profundo homenaje a la imaginación y a la escritura, y la enésima muestra de que todo lo que toca con su pluma estilográfica lo convierte en (tes)oro literario.

Por regiones fingidas (Renacimiento, 2020) | Felipe Benítez Reyes | 168 pags. | 16,90€

 

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