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Caca culo pis

ILYA U. TOPPER | Yo soy un alma sensible. No me gusta nada la violencia. Y todavía mucho menos la violencia por mor de la violencia. No soporto la crueldad. Me salí en medio de una película de Michael Haneke. Nunca he entendido cómo puede haber gente que le vea la gracia a los filmes de Quentin Tarantino. Además, en el arte me gusta la belleza. Sin renunciar al lado oscuro, pero belleza. Caravaggio. Rulfo. Kusturica. En cómics soy más de Milo Manara; bueno, vale, no hay que exagerar, dejémoslo en que el genio es Hugo Pratt.

En todo caso, entienden ustedes que tras un somero vistazo a internet, nunca me ha dado por comprar un álbum de Robert Crumb, y si me lo regalasen en un cumpleaños, probablemente le echaría cianuro en la copa de champán al que… perdonen, me he contagiado. Ese no soy yo. A mí, jamás en la vida se me ocurriría hacer bromas con esas cosas tan feas. Cianuro. Esto no está bien. Pero puedo explicarlo: me acabo de leer cinco o seis tiras de viñetas de Irene Márquez y tengo un trastorno de personalidad pasajero. Se me pasará, prometo.

Esto no está bien es el título del álbum, y recoge varias obras de la dibujante. Una tira que publicaba durante años en el Jueves—y que yo nunca leí porque empezó en 2017, es decir unos diez años después de que todos dejáramos de leer la revista, y más o menos al mismo tiempo que le cogíamos manía de verdad— bajo el nombre de Te has pasado. El trazo, para quienes leían la revista hace veinte años, recuerda bastante al Ortega y Pacheco de Pedro Vera, aunque siempre a color. El formato es más exigente: tres viñetas para contar una historia que deja al lector patidifuso. Algo que, desde luego, Irene Márquez consigue en cada tira. Las dos primeras imágenes dan una pista falsa, y la tercera te coloca de bruces ante una realidad inesperada. Casi siempre aderezada con abundante cantidad de mierda, pis, sudor, flujos, sangre, cicatrices, hedores.

Lo de realidad es un decir. Los personajes de Irene Márquez se mueven en un universo que está en el filo entre lo aún posible —digamos un hombre con dos cabezas— y lo surrealista, lo absurdo —parir a un niño en silla de ruedas, sí, con su silla de ruedas—. En cada tira, la dibujante le arroja al lector a la cara el caca culo pis de la sociedad en la que vivimos. Y no se corta ante nada. Nada quiere decir nada: hasta un bebé mutilado puede tener su gracia, si usted se la ve.

Tras las primeras 20 páginas —a cuatro tiras por página salen 80 historietas, suficiente para enamorarse o horrorizarse definitivamente— vienen otras piezas, más largas, en las que la autora se va relajando de cierta manera, usando tres, cuatro o diez viñetas, a veces de simple trazo blanco y negro, para llegar al final. Menos compactas, pueden entretener, pero a veces el golpe final se hace más difuso, apenas saca un amago de sonrisa (o una ligera mueca de terror, según el carácter del lector). Algunas son excelentes, de quitarse el sombrero: Lenín convertido en agente comercial de un huevo masturbador —’Proletarian egg’, empoderador, solo 19,95 €, elige tu modelo, “Es hacerme una paja con esto y tener que salir a reventar burgueses”— es definitivamente la réplica más mordaz, más inteligente y más acertada que nadie haya dado nunca a la campaña de publicidad del satisfayer como herramienta feminista revolucionaria. Solo por esta tira de trazo inusualmente cuidado en seis viñetas vale la pena comprarse el álbum. Si el resto no te gusta, siempre puedes arrancar las dos páginas y enmarcarlas en la pared.

En esta misma sección también está la otra mejor pieza del álbum: Sororidad. Una historia perfecta de dos chicas que se odian mutuamente y así encuentran el vínculo que las une: ambas reniegan de ese estúpido invento moderno que es la sororidad, ese concepto que dice que las mujeres siempre se tienen que ayudar y cuidar entre ellas. Si piensas que el encuentro terminará en abrazo feliz, no conoces a Irene Márquez, obviamente.

La misma historia aparece una segunda vez en la última parte del álbum, también tomada del Jueves, donde la dibujante explica, normalmente en dos o tres páginas, un tema de actualidad: los tatuajes, el lenguaje juvenil, los selfies, los efectos del porro, el fenómeno de los influencer, cómo hacer un trío… Algo bastante en la línea del Profesor Cojonciano (para los nostálgicos de la revista), aunque a más color. El tono es siempre resueltamente pedagógico; gracia sí tiene, sorpresa menos.

Es en esta parte, que a diferencia de otras tiene una evidente vocación de crítica social, donde empieza a surgir una incómoda sensación: en el plano gráfico, Irene Márquez es capaz de saltarse cualquier convención, de no mostrar respeto a nada —como corresponde a una buena humorista: esto está bien— y desde luego no se para ante su propio personaje: su autorretrato con bebé muerto es un destilado de humor negro que quita el aliento. Pero parece mucho más tímida a la hora de elegir el blanco de sus dardos. Se agradece enormemente que se haya atrevido a derribar dos o tres de las falsedades del patriarcado light comercial y victimista que hoy se vende como feminismo (añadan Íncubo a satisfayer y sororidad), pero ¿eso ya es todo? ¿No hay más debates ideológicos en los que meterse, para dar cuatro hostias gráficas a unos cuantos demagogos que las merecen? ¿La religión ya no existe en España? Y si no existe la cristiana ya, ¿no existe la alfombra verde tendida al islamismo? ¿El neorracismo vendido bajo la etiqueta del anticolonialismo desconstructor de blancos? ¿La ideología patriarcal pintada de arcoiris queer?

Que el Jueves ha renunciado a meterse en estos berenjenales porque ha elegido apoyar el poder en lugar de criticarlo como antaño, eso lo sé desde que intenté seguirle en Twitter, pero ¿Irene Márquez? De ella espero más. De alguien que es capaz de dibujarse a sí misma confraternizando con Hitler —y esta tira sí tiene gracia, es Irene Márquez en vena— espero mucho más: espero que no solo en el trazo sino también en la elección del adversario sea capaz de darle a mundo del humor gráfico español por fin lo que tanto le falta: un Charlie Hebdo.

Pero no des explicaciones, Irene. En esto tienes razón: Que se jodan. Me incluyo.

Venga, un beso.

¡Arrrrg!

Esto no está bien (Autsider Cómics 2021) | Irene Márquez | 120 páginas | 16,50 euros |

admin

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