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Caperucita feroz

bloodychamberLa cámara sangrienta

Angela Carter

Sexto Piso, 2014. Colección “Ilustrado”

ISBN: 978-84-15601-56-2

180 páginas

23 €

Traducción de Jesús Gómez Gutiérrez

Ilustraciones de Alejandra Acosta

 

José María Moraga 

Clásicos se reeditan todos los días, incluso los clásicos modernos, que parecen tener menor vida útil en las estanterías. No obstante, la idoneidad o no de la reaparición de uno de estos volúmenes en las librerías no reside exclusivamente en su disponibilidad previa, sino también en lo oportuno que resulte el título en el momento actual. Me dejo de trabalenguas: Sexto Piso ha publicado este año una nueva edición ilustrada de La cámara sangrienta, la fabulosa (por muchos motivos) colección de relatos que la escritora inglesa Angela Carter sacó en 1979, y que en España llevaba más de veinte años sin editarse. Solo por eso ya merecería la pena alegrarse de que exista este libro, pero como su lectura me ha puesto de buen humor y me siento generoso, voy a dar dos argumentos más.

El primero es que La cámara sangrienta es una serie de diez cuentos turbadores, de alto contenido erótico (casi siempre velado, que Ian McEwan describió como “una sensualidad molesta”), inspirados directamente en los cuentos infantiles, lo que suele conocerse como cuentos de hadas. Sabido es que los años setenta fueron años convulsos en lo cultural, y que -tras la boga del estructuralismo- todas las ramas de las ciencias sociales se aparearon con todas, dando lugar tanto a fructíferos análisis como a delirantes patrañas. Así, la teoría literaria se vio impregnada de feminismo, psicoanálisis, marxismo y otras historias parecidas, y es en este contexto en que debe entenderse la aparición de La cámara sangrienta. Tres años antes del libro de Carter, el psicólogo austriaco Bruno Bettelheim publicó su influyente Psicoanálisis de los cuentos de hadas, donde explicaba que además de divertir y emocionar los cuentos infantiles eran poderosas máquinas simbólicas terriblemente influyentes en las mentes infantiles, que hacían descubrir a los niños importantes valores y sentimientos así, como quien no quiere la cosa. Y, ¿quién no ha visto o escuchado alguna vez una versión postmoderna de “La Bella Durmiente” o “Blancanieves” en la que la protagonista desafía las convenciones mandando al príncipe a tomar viento y quedándose soltera? Los cuentos de hadas son poderosos arquetipos, no seré yo quien los juzgue o censure, pero está claro que perpetúan muchos aspectos de nuestra mentalidad, por lo que cuando se subvierten, provocan un culpable placer adicional (La última vez que vi esto hecho con gracia, por cierto, fue en la saga de Shrek, de DreamWorks).

Decía Peret (que en paz descanse) que “Barcelona tiene poder”, y hace treinta y cinco años Angela Carter debió pensar lo mismo acerca de las mujeres. Los relatos de La cámara sangrienta beben directamente de clásicos como “Barba Azul”, “Caperucita Roja”, “La bella y la bestia” o “El gato con botas”, pero no se trata de meras versiones o “reescrituras” para adultos de estas obras. Lo que Carter consigue es insuflar un turbador tono erótico a unos inquietantes cuentos que suelen tratar sobre el matrimonio y el sexo, de manera que el papel de la mujer, tradicionalmente sumisa o comparsa de los deseos masculinos queda subvertido, permitiendo a los personajes femeninos emerger como entes extrañamente poderosos. Paradigmático me pareció siempre el microrrelato o viñeta “La niña de nieve”, en el que tras apenas página y media no sabemos muy bien qué hemos leído pero quedamos absolutamente hipnotizados por esa condesa a caballo, que hace lo que quiere con el conde. “La compañía de los lobos” (llevada al cine por Neil Jordan en 1984 con el título En compañía de lobos) es otro de esos ejemplos de una mujer (Caperucita) tomando las riendas de su propia sexualidad, y os aseguro que, pese a no ser una burda versión porno de “Caperucita Roja”, tras su lectura ya nunca podréis volver a ver el clásico de Charles Perrault de la misma manera. Y lo mismo podría decirse de los otros cuentos, aunque no sea mi intención aquí glosarlos ni analizarlos uno a uno, placer que dejo por entero a los lectores.

Angela Carter tiene una muy sólida carrera como escritora, probadamente feminista, y aunque servidor no suele ser muy fan de ese tipo de literatura, quiero dejar atrás cualquier clase de prejuicios y animar a todo el mundo, independientemente de su sexo, a disfrutar de La cámara sangrienta. Por una vez, quién sabe si ha de servir de precedente, estoy de acuerdo en que un libro así aporta un granito de arena al debate actual entre #machismopúblico, feminismo, sexo consentido o no (que, desgraciadamente, tan a menudo desemboca en España y todo el mundo en violaciones o agresiones de otro tipo), por lo que vaya mi aplauso a los editores de este volumen, tan bonito, tan necesario.

El otro argumento que voy a aportar para recomendar el libro es el puro placer estético. Sin menoscabar su carga ideológica y política, La cámara sangrienta no habría alcanzado la relevancia que tiene (al menos en el ámbito angloparlante) si no fuera una obra de arte. Así, el lenguaje de Carter resulta delicioso, una prosa cuasipoética con ritmos insospechados y una delicadeza asombrosa. Si se me permite la cursilería, me recuerda a una rosa a punto de empezar a pudrirse: aún es bella, aún está sana, pero ya desprende un dulzón aroma que corre el riesgo de desagradar. Todo esto lo digo porque he leído The Bloody Chamber, claro, pero me permito felicitar al traductor Jesús Gómez Gutiérrez por su excelente trabajo, que no traiciona en absoluto las intenciones del original, y permite un disfrute muy limpio de una prosa que entiendo no debe ser nada fácil verter al español. Por si esto fuera poco, el nuevo volumen ilustrado se acompaña de unas increíbles imágenes a cargo de la chilena Alejandra Acosta, proporcionando unas láminas que no se quedan en meros dibujitos de acompañamiento, sino que suman -y mucho- al tono general de turbación y decadencia que preside la obra, remitiéndonos constantemente a esos grabados de la novela libertina francesa, lo que no es casualidad, siendo Sade uno de los referentes clave de la cámara sangrienta.

Por si no ha quedado claro, mi recomendación de esta La cámara sangrienta es entusiasta. Si ya lo habíais leído merece la pena tenerlo por las ilustraciones y por lo bonito que es el libro. Si no lo conocíais, pocas obras británicas de la segunda mitad del siglo XX os harán pensar tanto a la vez que os deleitan, y además el formato de relato breve -solo “La cámara sangrienta” alcanza una extensión de novela corta- resulta ideal en estos tiempos de tuits y de mensajes breves en que se escriben y publican tantas tonterías, ¿verdad? ¡Ah! Hay libros que resulta un placer recomendar…

admin

2 comentarios

  1. Aquí un fan de la señora Carter. Un gran libro, estupenda reseña.

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