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Ceci n’est pas una reseña

Maq BOWIENURIA MUÑOZ | Probablemente, esta pudiera ser la única reseña escrita de El método Smirnoff, un libro más pensado para la promoción en los ‘mass media’, ya que el autor, Juan Tejero, es crítico de cine y colaborador en un conocido programa radiofónico. Pero si se fijan bien, he dicho “pudiera ser”, porque esto no es una reseña, sino la exposición pública de un defecto que, si bien no es raro en la edición actual, en este libro adquiere cotas inverosímiles.

Resumo la situación: una persona que me quiere bien me regala este bonito ejemplar de El método Smirnoff, subtitulado Alcohol, sexo y estrellas de cine. La bellísima persona en cuestión se gasta la muy considerable cantidad de 29 euros en un volumen que pinta muy, pero que muy bien: historias de famosos borrachines, ‘fuckers’ (en el sentido literal de la expresión, como le gusta al señor Moraga) y drogadictos del celuloide, los denominados ‘hellraisers’. Buen papel, curiosas fotos impecablemente impresas y la promesa de un buen (largo) rato con una “historia plagada de borracheras casi bíblicas, de fiestas y orgías, de matrimonios rotos, de drogas, de disturbios y de lascivas conquistas sexuales”, como se afirma en la contraportada. Casi na.

Iniciada la lectura de las andanzas de actores de los primeros años del siglo XX, aquellos denominados “años salvajes” de Hollywood en los que los estudios no solo arreglaban los desaguisados de sus dipsómanas estrellas a golpe de talonario, sino que además les suministraban alcohol y droga, detecto ciertas erratas que estropean el conjunto. «Murciélego« por aquí, «una evocador compendio» por allá… vaya por Dios, y estamos en la página 20…

Sigo, y me encuentro con una frase gloriosa del soez y malencarado W.C. Fields, “Pues claro que no bebo continuamente. Yo también tengo que dormir”. La risa me hace clavar la vista en la esquina superior derecha, que en cada página lleva anotado el nombre del actor al que se dedica el capítulo, y compruebo que en todas las del astro americano se ha escrito W.C. Fileds. ¿Baile de letras? ¿Dejadez? ¿Vanguardia?

En fin. Las páginas de Humphrey Bogart (al que su mujer, Lauren Bacall, reconocía el mérito de conseguir que lo echaran de los mejores sitios) me deleitan con un arrebato creativo consistente en llamar al actor, sin criterio conocido y tanto en cursiva como en redonda, Bogue, Bogie o Bogey. Y ya empiezo aquí a guiñar el ojo en un síntoma claro del Síndrome Millán Salcedo.

De aquí en adelante, salpicón de errores sintácticos sobre crujiente de faltas con reducción de ortográfico: «indisciplinados alfañiques«, «trobador« (hasta a mí me ha costado escribirlo mal, con la desaprobación ostensible del autocorrector), «por primeras vez», «Jackie volvió al cine hasta 1961», «el puente sobre el río kwai», «entrañabale soldado americano», «ambivalante», «le había dado por a comer carne cruda», «que no se de golpes en la cabeza», «descalabroo», «íintimo amigo», «tenía la mandíbula rotas», «lúgubrea», «uno de sus profesor», «un pema del poeta galés», «las brumas de la reseca» (esto sí, lo reconozco, muy poético), «Nick Note», «actor rilandés», etc.

Termino el libro con gran dificultad a causa del Síndrome de Tourette provocado por visiones tan poco deleitosas como las que transcribo justo arriba. Qué pena, tan buen material, tantas vidas curiosas, tanta frase ocurrente y tan poco esmero en la edición.

Me asombra, llamadme tiquismiquis, el desprecio por la labor de revisión, el escaso celo con el que se editan libros como este, plagado de errores que, sí, a mí sí, me molestan, me afean el conjunto. Me enfadan, porque creo además que son absolutamente evitables, bastaría con revisar, repasar, corregir.

Autores todos, correctores, editores: ‘RESPECT, please’.

El método Smirnoff. Alcohol, sexo y estrellas de cine (Bookland, 2016), de Juan Tejero | 518 páginas | 29 €

admin

5 comentarios

  1. No, efectivamente no es una reseña pero es espectacular. ¡Si hasta el título del libro viene mal escrito, sin acento!

  2. Yo me replantearía eso de «una persona que me quiere bien». Lo ha hecho queriendo para producirte urticaria. «Persona bellísima», dice, cuando desde que te regaló el libro presentas exantemas y petequias.

  3. Oiga, sin faltar, Tiquismiquis. Presento un aspecto de lo más normocoloreado, incluso tirando a normonormal.

  4. Aplíquese el cuento, reseñista. ¿»Una volumen que pinta muy bien»?

    Por otro lado, ¿puede explicarme el error de la palabra «trovador»? No lo pillo.

    Como dijera el célebre Antonio Ozores, ¡no, hija, no!

    • Lo bonito del internet es que es gratis y se puede cambiar todo. En el libro, tras gastarte los 29 €, ya no hay vuelta atrás. Corregidos los gazapos. Gracias.

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