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Celofán

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Jean Echenoz

Anagrama, 2013. Colección “Panorama de narrativas”

ISBN: 978-84-339-7873-8

98 páginas

12,90 €

Traducción de Javier Albiñana

 

 

Coradino Vega

No estaría mal que quienes en algún momento valoramos un libro atendiendo a criterios impresionistas nos preguntásemos por qué nos gusta lo que nos gusta y en qué medida los prejuicios fortalecen oportunamente nuestras propias convicciones. Yo no había leído hasta ahora nada de Jean Echenoz, pero me llamaba la atención que hubiera escrito una novela sobre Ravel y dedicado otras dos al atleta Zátopek y al científico Tesla. 14 vendría a ser otra forma de sustentar de nuevo la ficción en la labor documental más que en la experiencia directa. Sin embargo, ante ese punto de partida, siempre he sentido un fondo de reserva: la incomodidad que me producen los relatos que podrían contarse mejor de otra manera. Es lo que sucede, a mi juicio, con algunas novelas de Doctorow, a quien admiro mucho pero algo parcialmente, puesto que me transmite cierta insinceridad cuando novela lo que ya se ha contado mejor mediante el ensayo histórico. Evidentemente podría decir que se trata de un prurito subjetivo, y todos quedaríamos tan contentos, pero sospecho que lo que me distancia de esa propuesta va más allá y quizás tenga que ver con la utilización del pasado como material literario. Puede que no se trate tanto de Doctorow como de esta novela corta de Echenoz: cuando la Historia se convierte sólo en pretexto o tema, en una evocación más o menos satisfecha de lo remoto sin conexión con el presente o el futuro, tengo la sensación de que la verdadera intención de quien lo hace es únicamente convertirla en literatura. Y del mismo modo que no comprendo bien cómo se puede separar forma y fondo a la hora de ponderar un libro, para mí la literatura debe ser algo más que literatura.

Se ha alabado mucho el estilo de Echenoz y la capacidad de condensar en menos de cien páginas el tiempo de la Primera Guerra Mundial. En efecto, la prosa del francés es elegante, suave, precisa, contenidamente poética. Las descripciones son minuciosas en su brevedad y el detallismo parece ser el medio pretendido por el autor para dotar a lo relatado de algo así como de una impresión de vida. La trama no es complicada. Althime parte junto a otros jóvenes de la Vandée, entre los cuales se encuentra Charles, a una guerra que todo el mundo pensaba que sólo iba a durar quince días. Atrás dejan a Blanche, embarazada del segundo, y de quien Althime está secretamente enamorado. La crítica ha comparado este trío con el de Jules et Jim, alabando el perfil psicológico de los personajes y el emocionante despojamiento con el que queda trazado. El ambiente es similar al que plasmó Renoir en La gran ilusión. La ironía y el humor a los que se refiere la contraportada parecen apuntar incluso hacia el soldado Svejk. Pero, en mi caso, este abanico de comparaciones, en vez de resaltar el valor de la novela de Echenoz, la ha empobrecido más si cabe. Porque de lo que de verdad me ha hecho acordarme el minimalismo de 14 ha sido de la liviandad de esas novelas europeas de aire oriental que, como Seda de Baricco, se pusieron de moda hace unos años. Las continuas elipsis no ocultan nada o lo que ocultan es demasiado evidente o de poca importancia. Las ideas son exiguas o yo no he sabido interpretar ninguna. Por ello el estilo de Echenoz, en lugar de elegante, se me torna blando; en lugar de sencillo, simple; y en lugar de poético, descriptivo; porque lo que está queriendo contar carece de relevancia ética, ya lo hemos leído o visto en el cine, e incluso —a pesar de su calculada amenidad— llega a producirme tedio. Por mucho que baje a la cotidianidad mediante el puntillismo expositivo, o su narrador suba a las alturas para comparar algún detalle con su evolución posterior —mediante una ironía cuya pertinencia no he comprendido en casi ningún caso—, la trama es demasiado endeble; su contenido, demasiado inocuo; y su autosatisfacción, demasiado similar a la de quien recurre a los libros de Historia como quien acude a lo exótico.

Escribir una novela de guerra sin problematizar el conflicto más allá de lo siguiente: “Todo esto se ha descrito mil veces, quizás no merece la pena detenerse de nuevo en esta sórdida y apestosa ópera. Además, quizá tampoco sea útil ni pertinente comparar la guerra con una ópera, y menos cuando no se es muy aficionado a la ópera, aunque la guerra, como ella, sea grandiosa, enfática, excesiva, llena de ingratas morosidades, como ella arme mucho ruido y con frecuencia, a la larga, resulte fastidiosa”, es, en mi opinión, un recurso eficaz para llegar al público que se acerque a su temática sólo como modo de entretenimiento. El lenguaje y la extensión del libro serían los correlatos de ese propósito. Pero en esta novela no sólo falta una mínima reflexión crítica en su aproximación a la época, una mínima tensión narrativa que trascienda la exposición de hechos como sucede, por ejemplo, en el innecesario capítulo 12 dedicado a la fauna en periodo de guerra; sus personajes carecen también de vida, de carne, de otra materialidad que no sea la de cartón piedra. Porque en 14 todo suena a artificio, a envoltorio de celofán, a caja de regalo vacuo. La fanfarria publicitaria que ha acompañado a este libro aumenta mi sensación de estafa. Aunque, por otro lado, entiendo que su banalidad es del todo apropiada para quienes organizan los programas para el fomento de la lectura.

admin

4 comentarios

  1. Vaya, es la primera crítica negativa que leo de esta obrita, pero desde luego es contundente y convincente. Sólo he leído Me voy de Echenoz, y aunque es cierto que sus personajes no tienen demasiada entidad psicológica, si resulta una novela interesante (aunque desde luego es un autor a varios años luz, en sentido negativo, de, por ejemplo, Doctorow 😉

  2. Sí, la palabra clave aquí creo que es «contundente». Buena corná…

  3. «Obrita». Atención a la palabra. «Obrita».

    José, se toma usted demasiado en serio. Sin animosidad se lo digo. Pero se toma demasiado en serio. A usted mismo y a sus eximias lecturas.

    Estupendo texto, más que interesante por lo que tiene de réplica al avasallador coro triunfalista que le ha precedido. Al margen de que no esté de acuerdo completamente con todo. Pero desde luego argumentos hay. Así sí. Mi enhorabuena al reseñista.

  4. Hostia, tengo un otro-yo apócrifo y fusionado con Harold Bloom.
    Y luego quieren que sea modesto… 😉
    Como dice Loquillo en una canción, «qué difícil es ser humilde, cuando uno es tan grande».

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