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Chicas góticas

Siempre hemos vivido en el castillo


Shirley Jackson


Minúscula, 2012


ISBN: 978-84-95587-89-3


222 páginas


18,50 €


Traducción de Paula Kuffer


Posfacio de Joyce Carol Oates



La chaise-longue victoriana


Marghanita Laski


Automática, 2012


ISBN: 978-84-15509-07-3


144 páginas


16,50 €


Traducción de Laura Salas Rodríguez




José Martínez Ros


Tanto Siempre hemos vivido en el castillo como La chaise-longue victoriana son dos excelentes novelas no demasiado extensas que, además de su calidad, tienen otras cosas en común: ambas permanecían inéditas en español, sus autoras fueron dos brillantes escritoras probablemente no muy reconocidas y, bajo las diferencias de tono y argumento, es fácil detectar los rasgos que han caracterizado desde su origen, durante la eclosión del movimiento romántico del XIX, una auténtica novela gótica. Por supuesto, ya no encontramos vampiros balcánicos ni castillos neblinosos: ambas autoras pertenecen al siglo XX y, parte del encanto de sus libros, es detectar con qué astucia los viejos tópicos que usaron Polidori, Stocker, Poe y compañía y de los que abusaron tantos de sus seguidores -el escenario rodeado de misterio, los parajes abandonados, la maldición inexplicable y, por supuesto, el erotismo nunca abierto, nunca nombrado en términos explícitos, pero siempre presente- han sido trasladados a una época mucho más reciente, con un inequívoco toque femenino, cuando no feminista y reivindicativo.


Siempre hemos vivido en el castillo es quizás la obra maestra de Shirley Jackson, una autora cuya carrera literaria fue truncada por diversos trastornos psicosomáticos que, finalmente, la llevaron a la muerte con sólo cuarenta y ocho años. Admirada incondicionalmente por Stephen King, que ha afirmado que su House of Haunted Hill es uno de los mejores relatos de terror jamás escritos, pero también por Joyce Carol Oates -que firma el prólogo de la novela- o Jonathan Lethem, en esta obra nos conduce a una pequeña localidad rural perdida en el corazón de Estados Unidos a través de la firme voz de una adolescente, Mary Katherine Blackwood,que parece combinar en una imposible armonía el desenfado nihilista del Holden Caufield de Salinger y el fatalismo de los jóvenes protagonistas de Flannery O’Connor en Sangre Sabia o Los profetas.


Mary vive con lo que queda de su familia, su hermana mayor y su tío, después de que el resto fuera envenenada, y rodeada del temor y desprecio del resto de la comunidad local, pues no faltan quienes afirman que los Blackwood están malditos. Sólo añadiré que la narración de Mary Katherine (‘Merricat’) es un auténtico ‘tour de force’ narrativo y un magnífico (y a veces aterrador) ejemplo de lo que en los manuales literarios se denomina “narrador no fiable” (comparable al de otras novelas cortas magistrales, por ejemplo, 1080 almas u Otra vuelta de tuerca): contar mucho más del argumento de esta novela no merecería perdón. Jackson va sembrando una serie de claves usando el tono delicado, lírico e casi infantil (el aislamiento, las misteriosas prohibiciones, la “maldición” familiar, el ambiente opresivo que crea el odio -al principio, inexplicable- en la pequeña comunidad a la que pertenece) de la protagonista, sumergiéndonos en uno de los más aterradores cuentos de hadas que he tenido la suerte de leer.

La autora de La chaise-longue victoriana, Marghanita Laski, ya es un personaje que en sí mismo despierta interés: de una impresionante belleza en su juventud (a juzgar por las fotos que se conservan de la autora), esta escritora inglesa de origen polaco, fue periodista, una destacada intelectual feminista, crítica especializada en ciencia-ficción, lingüista, biógrafa de Jane Austen, ensayista sobre temas religiosos y unas cuantas cosas más, entre ellas varia incursiones en narrativa, de las que destaca esta breve y perfecta novela fantástica.


Nos presenta a un joven postrada por la enfermedad -es tuberculosa- y por un reciente parto, Melanie (que desde el primer momento aparece como una chica caprichosa y, en general, bastante insoportable) que se tiende a reposar en una vieja ‘chaise-longue’, un sillón victoriano adquirido en una tienda de antigüedades. Y en él se adormece para despertar en pleno siglo XIX, cien años atrás. Ella, por supuesto, no conoce a los extraños que la desprecian y humillan, pero ellos si la identifican: es Milly, una pobre criada enferma de tisis. De algún modo su mente ha retrocedido en el tiempo y se ha aposentado en el cuerpo equivocado…


Laski nos lleva a la conciencia de una muchacha dominada por el pánico, en una época equivocada y llena de amenazas: en efecto, para casi cualquier mujer de nuestro tiempo retroceder cien años equivaldría a una experiencia infernal. La edad victoriana, endulzada por las visiones románticas, aparece como una pesadilla de machismo, maltrato y tormentos sexuales. La novela de Laski empieza con un pausado retrato psicológico al estilo Henry James y acaba como un cuento fantástico que no habría desdeñado Julio Cortázar. Una pequeña joya.

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