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Con un poco de azúcar

Una_lengua_muy_larga_-_Baixa_1024x1024RAFAEL ROBLAS CARIDE | “Una tarde parda y fría / de invierno. Los colegiales / estudian. Monotonía / de lluvia tras los cristales”. Larguísimos días de niñez y de colegio. Mañanas y tardes teñidas de gris. De ocho a dos y de tres a cinco. Jornadas ensombrecidas por el hastío de clases interminables. Por la sucesión de profesores aburridos y monocordes. Después el panorama no varió mucho tras los muros de la antigua Fábrica de Tabacos, por cuyos pasillos deambulábamos a grandes zancadas queriendo cambiar el mundo a cada instante. Este es mi recuerdo estudiantil y esta –salvo muy contadas y honrosas excepciones– es también la experiencia académica de la mayoría de los lectores que hoy se acercan a esta reseña. ¿O no? No vale mentir, así que no me contradigan al bueno de don Antonio Machado y confiesen. A ver, que levante la mano aquel que alguna vez no haya señalado con el dedo acusador a sus maestros –incluyan también aquí a los catedráticos de universidad más reconocidos–, rebautizándolos con adjetivos tan “cariñosos” como peplas, pesados o plúmbeos y/o a sus clases como infumables, eternas o coñazos.

Sin embargo, ya ven que no se puede escupir al cielo porque todo termina cayéndote encima. Pasado un tiempo apruebo las oposiciones de secundaria y… ¡heme ahora en la orilla contraria!, soportando en mis propias carnes los bostezos y las desbandadas continuas de este distinguido auditorio adolescente que diariamente justifica el sueldo mensual que me liquida, a plazos, la hipoteca. Debido a esta forzada deserción y también al hecho de que la edad no perdona y uno se vuelve cada vez más comprensivo, me conviene ahora confesar lo difícil que es lograr en la enseñanza el ansiado equilibrio entre fondo y forma –¡ay ese “enseñar deleitando” latino!–, atizándole así una sonora bofetada en los cachetes al petulante jovenzuelo que fui. Y, de camino, aprovecharé la inercia de la mano para aplaudir enfervorizadamente el logro de la profesora Lola Pons Rodríguez que, con el libro que hoy nos trae, acerca al público general una materia tan árida como aquella que trata sobre los orígenes de la lengua española y su posterior evolución en el transcurso del tiempo hasta nuestros días.

El libro ya promete desde la portada. Pons y la editorial Arpa aciertan con el desenfadado estilo que adopta la cubierta y, por supuesto, con el coloquialismo que bautiza el volumen intitulándolo como Una lengua muy larga (¿pensaba la autora en Sabina?), y que insinúa desde el primer momento un tono divulgativo que se aleja de academicismos varios, disquisiciones eruditas y anotaciones interminables a pie de página. Es más, por si no quedara claro, la profesora se desmarca también en la declaración de intenciones de la portada con una apostilla al título: “Cien historias curiosas sobre el español”. Sin embargo, es lícito que, tras algunos desatinos perpetrados en obras de análogas características a esta, el filólogo pueda echarse a temblar pensando: “¡Ojú, otra medianía que se sube al carro comercial!”. Pues queridos compañeros, respirad. No es el caso que nos ocupa y ahora os contaré el porqué.

Si hay una palabra que resume el ya dilatado oficio investigador de la doctora Pons es esta: rigurosidad. Fiel discípula del llorado Manuel Ariza –que a su vez lo fue de don Rafael Lapesa–, Lola Pons no oculta el marchamo de su prestigiosa escuela y, pese a su juventud, representa en la actualidad uno de los activos con más proyección del Departamento de Lengua Española de la Hispalense. Su valía ya la demostró en innumerables manuales y artículos especializados anteriores, publicando posteriormente en 2013 un título que va camino de convertirse en un clásico local: El paisaje lingüístico de Sevilla. Lenguas y variedades en el escenario urbano hispalense. Pues bien, meritoriamente, Pons Rodríguez no abandona en Una lengua muy larga la rotunda seriedad docente que la caracteriza, pecado que sí han cometido otros tantos al dirigir su discurso a la gran masa no especializada. De este modo, quizás la sorpresa destacable –y no tanto para los que ya conocen su trabajo a través de su bitácora personal– sea la profunda amenidad y el desenfado estilístico adoptado aquí durante la exposición de sus temas; ese guiño guasón e irónico que engarza y traba entre sí las cien historias que se desgranan sin pesadez a lo largo del volumen.

A los hechos me remito y enumero sólo algunos ejemplos: ¿qué tiene que ver el Real Betis Balompié con la Filología?, ¿cómo se puede explicar la evolución etimológica del grado del adjetivo partiendo del macizorro Jon Kortajarena?, ¿es verdad que la italiana Raffaella Carrà es “quesuista” en sus canciones? ¿y a todo esto,… qué es el quesuismo?, ¿ven factible comentar la reforma gráfica realizada por la RAE en 1754 apoyándose sobre la figura del histriónico Raphael?, ¿cómo podemos aprovechar una visita a IKEA para repasar la asignatura de Historia de la Lengua?…  Todas estas, y muchas más, son las curiosidades que resuelve Una lengua muy larga de manera brillantísima, abordando cada uno de los cien casos o historias en que se divide y dibujando continuamente una sonrisa en el rostro de un lector que, divertidamente, profundizará en cuestiones que hasta ahora parecían sólo interesar a los cuatro bichos raros que se especializaban en seguir la estela de don Ramón Menéndez Pidal.

Finalmente, hay que decir que la autora ha querido ordenar sus cien historias temáticamente, conformando  seis capítulos que  adoptan la siguiente estructura: el estudio de los sonidos del español (fonemas), el de las palabras (léxico),  el de sus estructuras (morfosintaxis), el de sus textos, el de la filología y los filólogos y, finalmente, el acercamiento de la Historia del español a las distintas festividades del año, “desde la Navidad al Carnaval pasando por el Día de los Enamorados”. Un nuevo acierto que dota de mayor solidez a un libro que, si bien puede leerse poco a poco y de manera salteada, ofrece de este modo una unidad y un orden que, nuevamente, son un reflejo de la inquebrantable metodología de la profesora Pons.


Cierro Una lengua muy larga con una extraña mezcla de satisfacción y de envidia, recordando a “mis clásicos”. Ya lo cantaba la bruja amable de Mary Poppins en ese tratado prehistórico de pedagogía buenista que es la peli de Walt Disney: “Con un poco de azúcar esa píldora que os dan / la píldora que os dan…  / pasará mejor”… A mí en contadas ocasiones me ofrecieron ese azúcar durante mi etapa estudiantil. ¡Qué paradoja que ahora esté constantemente obligado a inventarme historias inverosímiles para mantener entretenida a la muchachada mientras intento meterles en la boca una cucharada de Mio Cid o de Garcilaso! Por eso pienso que libros como este de Lola Pons están condenados a servirnos de inspiración a todos los docentes. Por esta causa –y por su amena rigurosidad– no dudo ahora en recomendarlo especialmente a vosotros, colegas de secundaria, ya que muchos de sus textos son carne de ser leídos en clase para abrir o rematar la faena.

Brillante trabajo, pues, por el que hay que felicitar a su autora. Quizás, si a mí me hubiesen disfrazado en su tiempo de “letra r” en carnaval para explicarme sus usos, si me hubiesen invitado a bailar para contarme los misterios de la metátesis, o si me hubiesen comparado la incierta yod con la semilla que una abuela deposita en el vozarrón con que llama a su nieto Antonio al caer la tarde… habría cambiado mi destino. Pero esa es otra historia que contaré, tal vez, mañana.

Una lengua muy larga (Arpa, 2016) de Lola Pons Rodríguez | 252 páginas | 18,90 €

admin

3 comentarios

  1. Escuhando una emisora de radio conocí el título de esta obra y el nombre de su autora. Tenía que comprarlo; lo hice y me encantó el libro y la escritora.
    Bendito día, aunque más bien noche.

  2. Hola Rafa. Gracias por este precioso texto sobre mi libro, que me ha emocionado profundamente y me ayuda un poquito a incorporarme al inevitable comienzo de curso. Gracias también al lector Aurelio Márquez por su comentario. Una no sabe nunca dónde termina lo que escribe. Sería un gran honor que mis historias pudiesen llegar a las aulas de Secundaria, donde tantas vocaciones se alimentan. Un abrazo y gracias de nuevo.

  3. Mil gracias a ti, Lola, por tus cariñosas palabras. El libro recoge un tremendo trabajo y refleja un inmenso amor hacia la lengua española. Lo usaré en mis clases y comentaremos resultados. Besos.

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