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Conmovedor balance de una vida

REYES GARCÍA-DONCEL |Podemos suponer que vivir treinta y ocho años fuera del país natal, y luchar no solo por sobrevivir sino también por integrarse en una sociedad, un clima y un territorio extraños, debe de dejar huellas en la persona que lo intenta. Theodor Kallifatides tiene la autoridad moral para realizar el análisis de este proceso, pues en 1964 emigró desde Grecia a Suecia, y ahora, al cabo de los años, cuando parece obligado a hacer caja y balance de lo que ha sido una vida, nos brinda en su reciente obra el análisis de lo que implica ser inmigrante. Grecia vs. Suecia como dos espejos donde compararse y reconocerse: manías, bromas, insultos en cada país, tradición y libertades, diferencia entre enamorarse en griego o en sueco, concepto de la felicidad en los dos países, muestrario de cementerios, fobia al extranjero… el autor desmenuza el proceso no solo en las cuestiones básicas de encontrar comida y cama, sino también las sociales y, sobre todo, las psicológicas que conlleva el proceso de adaptación del inmigrante: «…la intención de ver en quién me había convertido después de treinta y ocho años de vivir como extranjero.»

Un nuevo país al otro lado de la ventana está estructurado en capítulos cortos donde a partir de una anécdota en apariencia trivial, o bien de un recuerdo de su vida en Grecia: compartir comedor con un mago, viaje por el interior de Suecia, un paseo por su barrio sueco, una ballena varada en la playa de su infancia, encuentro con un intolerante de la inmigración… Kallifatides desarrolla interesantes reflexiones, hasta niveles muy íntimos, con emoción y sobre todo con sinceridad, sobre qué implicación tuvo, y sigue teniendo, su proceso de adaptación al nuevo país, el que invariablemente ha conllevado un alejamiento de sus orígenes. Proceso sin duda doloroso: “Estocolmo se convirtió en algo como mi casa pero con muchas puertas cerradas”. Indaga en la identidad perdida —con reflexiones sobre la herencia social del conjunto de ideas y comportamientos aprendidos al que llamamos personalidad—, y lamenta que en su afán por la ansiada integración se mimetizó, se alejó cada vez más de sí mismo, hasta que llegó un momento en que no se reconocía. Nietzsche ya advirtió que en la lucha contra un monstruo puedes terminar pareciéndote a él. Kallifatides reconoce que su lucha por dejar de ser extranjero le hizo más extranjero todavía. Y no solo eso, sino que lo obligó a vivir en una esquizofrenia por saberse uno pero actuar como otro: «Yo, en lo personal, tomé el tren, pero mi subconsciente se niega a aceptarlo», y ese joven que se quedó en Atenas nunca ha dejado de existir, por lo que luego se pregunta:« ¿Qué consecuencias tiene que vivas una vida que tu cerebro no reconoce?». Al cabo de los años hay una doble pérdida: la del país donde estás y la de tu propio país.

Los humanos somos «seres narrativos» decía Galeano, nos contamos historias, algunas propias, otras colectivas, familiares o sociales… para interpretar el mundo y darle sentido a la existencia. «No somos dueños de la verdad sobre nuestra vida, pero sí de nuestras historias», y aquí aparece otro de los grandes temas en las obras de Kallifatides: la memoria. La pérdida de identidad comentada más arriba le hace embarcarse en la reconstrucción de su vida: «era muy importante para mí saber quién era el que partió a Suecia». Para narrarse su propia historia cuenta con la única ayuda de su memoria, sabiendo que se le va a mostrar débil e indefinida, y con la de los otros —nuestra vida contada por los otros— que tampoco es fiable porque: «Los amigos de la infancia llevan dentro un espejo en el que vemos a alguien que no es nosotros».

Muy interesante resulta cómo va asemejando sus estados de ánimo, su proceso de integración y pérdida interior, con la mitología griega. Por ejemplo, opina que a Medea en su tragedia la condicionó ser extranjera: «Castiga a ese trozo de su ser porque ya no lo reconoce. Castiga a la extranjera que hay en ella». Kallifatides le concede enorme importancia a las mitologías de los pueblos —en otras obras suyas desarrolla también estos temas—, pero sobre todo a la mitología personal, aquella creada por cada uno. El episodio de la ballena varada en la playa es un gran ejemplo de esta: «La ballena muerta era un migrante fracasado. Yo no fracasaría». O su iniciación en el cine sueco con El manantial de la doncella, otro elemento de su mitología personal que le hizo amar y lo unió por primera vez a Suecia. En esta vuelta a los orígenes, reconoce que este conjunto de imágenes, historias, creencias son lo que nos sostiene a lo largo de la vida y más si vives en un país extranjero: «Necesité más de cuarenta años para descubrir que muy en el fondo de mi alma ya existían los senderos y los caminos que seguiría a lo largo de toda mi vida».

Pero por encima de todos los condicionantes, el recorrido en mi opinión más doloroso y emotivo es el que realiza con la lengua: un difícil tránsito desde aprender la sueca —una lengua que ama—, incluso intentar olvidar la materna para esconderse, hasta volver a ella como un salvavidas cuando siente perder su brújula identitaria. Durante su juventud y madurez hablaba y escribía en sueco, llegando a tener considerable éxito como escritor. Preciosa la descripción de su inmersión en ella: «Aprender a fondo una lengua es como hacer un gran viaje a otra conciencia y a otra manera de ver el mundo y la vida». (Y habría mucho que citar sobre las interesantísimas conexiones que se producen cerebro–lengua, pero exceden de esta reseña). Kallifatides quería construir una nueva vida con aquella gente y su lengua, pero dominarla también le supuso adoptar una personalidad ficticia, impostada, para ser aceptado. Al cabo de los años, vuelve al griego como un paracaídas salvador: «No me perdería a mí mismo mientras pudiera calentarme en el hogar de mi lengua, aunque fuera de lejos».

Un libro conmovedor, muy sabio, donde el análisis de su trayectoria vital —la de muchos en la misma situación— se hace con sinceridad y realismo sin atenuantes, pero también con humor y ternura hacia lo que fue y lo que ahora es. Un libro emocionante, pura humanidad. Termino la reseña con el balance que él mismo hace de su vida: «Mi cerebro es de confección griega. Lo que aprende, lo aprende con sus códigos griegos…Yo podría hacer o volverme miles de cosas salvo una: dejar de ser griego».

Un nuevo país al otro lado de mi ventana (Galaxia Gutenberg, 2023) | Theodor Kallifatides | 127 páginaa |14,5 € | Traducción de Selma Ancira

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