LUIS ANTONIO SIERRA | A pesar de su pequeño tamaño y su escasa trascendencia económica – e incluso política – en el concierto mundial, Cuba ha sido (y sigue siendo) un tema recurrente en las portadas de los periódicos, en las conversaciones de bar, en los mentideros de las redes sociales y hasta en la literatura. Quizás su cercanía a Estados Unidos – ese imperio ahora decadente –, quizás sus connotaciones sentimentales patrias como última colonia de otro imperio en caída libre, el español, quizás su revolución que la llevara con el tiempo a ponerse a los pies de la extinta Unión Soviética, con todas las implicaciones que suponía para su poderoso y capitalista vecino del norte – crisis de misiles incluida –, quizás la casi heroica resistencia de esa misma revolución a los bloqueos económicos y los reveses geopolíticos; quizás todas estas circunstancias – y algunas más – hacen de esta isla caribeña un trasunto recurrente en novelas de distinta temática. En la literatura Cuba no solo existe como escenario, sino que incluso se convierte en personaje y protagonista de muchas de obras.
Esta podría ser una de las características destacadas, y destacables, de la novela que nos ocupa en esta reseña, Como polvo en el viento, de Leonardo Padura. La isla no es solo contexto de la historia – que también –, sino que, además, es desencadenante de comportamientos, motivadora de actitudes, condicionante de conductas. Los Hpersonajes reaccionarán ante ella y le mostrarán su amor, sus anhelos, sus odios o sus frustraciones. Y casi siempre desde la perspectiva del expatriado, la de aquel que ha abandonado su patria forzado por circunstancias económicas o ideológicas – o por ambas al mismo tiempo. El desarraigo provocado por la emigración es moneda común entre los individuos que habitan esta novela, sentimiento que, por otra parte, es casi inevitable por mucho tiempo que se haya vivido en el lugar de acogida e incluso se haya producido una casi completa integración y/o asimilación, ejemplo de lo cual sería el independentista catalano-cubano Darío. Pero, a fin de cuentas, tanto Darío, como Horacio u otros personajes pertenecientes a generaciones posteriores como los hijos del primero, Marcos y Ramsés, acabarán hallándose en tierra de nadie y sufriendo los casi inevitables problemas identitarios que les harán sentirse extranjeros tanto en su Cuba natal como en su países de acogida. Este drama lo sufrirán todos y cada uno de los miembros del Clan que Padura crea en la novela, incluso aquellos – Clara y Bernardo – que no llegan a abandonar físicamente la isla. El desarraigo interior también existe y en el caso de ambos lo que se da es su desconexión respecto a sus creencias más enraizadas, esto es, la revolución cubana, bien por decepción, bien por frustración o simplemente por cansancio, circunstancia que les hace amarrarse a otros baluartes ideológicos – la religión en esta ocasión – para no precipitarse al vacío.
Toda esta historia de exilios exteriores e interiores viene aderezada, además, con un elemento típicamente “paduriano” que consigue crear en el lector, hasta prácticamente la última página del libro, expectativas, pero, sobre todo, tensión y preguntas sin responder. Este elemento de suspense que, en principio, no sería propio de una obra con esta temática, es introducido por Padura con gran habilidad y le sirve de eje en torno al cual hacer orbitar toda la novela. Por un lado, la resolución de una muerte con tintes de asesinato – alrededor de la cual surgen infinidad de sospechas sobre su naturaleza y su posible autoría – y, por otro, el desvanecimiento y posterior aparición de uno de los personajes aparentemente relacionado con dicha muerte, serían ingredientes más propios de una novela de género policíaco, en las que Padura es un auténtico maestro. Lo que el autor cubano hace es, en definitiva, llevar su oficio en ese género a otro ámbito literario sin que chirríe lo más mínimo.
Aunque la calidad literaria de esta novela es incuestionable (una estructura narrativa muy cuidada, personajes creíbles, un marco histórico plausible – independientemente de las posturas ideológicas), no consideramos que sea una de las mejores obras de Padura. Además, y desde una perspectiva más relacionada con el contenido y no con el continente, los que seguimos creyendo que la literatura no es solo mero entretenimiento sino también un instrumento ideológicamente desestabilizador, echamos en falta elementos que sean capaces de inquietar al lector y conseguir que este explore más allá de sus ideas preconcebidas respecto a Cuba, si las tuviera.
Como polvo en el viento (Tusquets, 2020) | Leonardo Padura | 672 páginas | 22,90 euros