ALEJANDRO LUQUE |El currículum de Lea Ypi afirma que es profesora de Teoría Política especializada en marxismo. Nada de extrañar si tenemos en cuenta que, cuando la mayoría de los niños del mundo están aprendiendo a multiplicar llevando o las partes del estómago de un rumiante, ella ya tenía una asignatura en clase sobre esa materia. Otra ventaja sobre sus compañeros de carrera es que no solo vivió en un país comunista, sino que además le pilló el derrumbe del muro de Berlín con diez años y un choque civil con 18, por lo que antes de ir a la universidad ya sabía casi todo lo que había saber al respecto. Lo que tiene ser albanesa.
De hecho, este curso intensivo vivido en propia piel y en la de su familia alimenta el relato de Libre. El desfío de crecer en el fin de la historia, su primer libro publicado en España por Anagrama, y una excepcional crónica de lo que supuso el tránsito de la dictadura de Enver Hoxha a lo que podríamos llamar la normalidad europea. Porque, y esto es algo que Ypi refleja muy bien, la historia de uno mismo y de los suyos sirve perfectamente para describir cómo era todo un país: cualquier vivencia, cualquier anécdota pueden adquirir rango de testimonio histórico, sobre todo cuando el relato nacional estaba secuestrado por la distopía en el poder.
Comedia es tragedia más tiempo, reza un aforismo atribuido a gente tan distinta como Mark Twain, Lenny Bruce, Woody Allen y hasta Pepe Sacristán. Esa idea parece hacerse especialmente efectiva en los países que integraron la órbita comunista. Sin ánimo de destripar más de la cuenta, hay en las páginas de Libre un episodio en torno a una lata de coca-cola (la de la cubierta del libro) que se disputan dos vecinas, que resulta hilarante al tiempo que hiela la sangre. Lo primero sucede porque el absurdo es una de las mejor probadas fuentes de la risa, y lo segundo porque, cuando el absurdo se apodera de la realidad y logra incluso valor de ley, puede convertirse en la peor de las pesadillas.
El libro de Ypi oscila continuamente entre ese tono amable y la sospecha de que en cualquier momento todo puede explotar. La muerte del Tío Enver, como se conocía a la persona que gobernó Albania ininterrumpidamente durante algo más de 40 años, iba a suponer el comienzo de la descomposición de esa realidad paralela, precaria como todos los sueños, en que había vivido la nación. Para entonces, ésta había roto con todas las potencias aliadas, como Rusia o la República Popular China, resistiendo de manera autárquica en un mundo en convulsión.
Lea Ypi, de estirpe musulmana aunque las prácticas religiosas estuvieran completamente erradicadas, todavía creía que no había nada mejor que el comunismo. “Todas las mañanas de mi vida me despertaba deseando hacer algo para que llegara más rápidamente”, recuerda. Pero el desplome del bloque socialista iba a traer a su alrededor, entre muchas otras cosas, un baile de máscaras verdaderamente espectacular. Ya se sabe que las transiciones se hacen así: los lectores más perezosos de El Gatopardo lo resumen en la famosa frase. Albania decidió ahorrarse, al menos al principio, un baño de sangre y apostó por la tabula rasa: “Parecía más sensato borrar por completo toda responsabilidad y fingir que todos habían sido inocentes. Los únicos culpables a quienes era legítimo señalar eran los que estaban muertos, los que no podían defenderse. Todos los demás se convirtieron en víctimas. Todos los supervivientes eran vencedores”.
No hay en Libre historias truculentas de presidio o torturas como las recogidas en su día por Margo Rejmer en Barro más dulce que la miel [https://msur.es/critica/rejmer-barro-miel/]. Pero no deja de ser impactante el modo en que la caída del velo le revela a la autora las verdades ocultas de su entorno, donde la represión existía como en todas partes, solo que expresada en clave.
Hasta que llegó la hora de asimilarse “al resto de Europa”, esa operación descrita por Ypi como la entrada en un túnel del que no se conocía ni la longitud ni lo que había al otro lado, pero que se encaró con la herramienta con que los albaneses llevaban años encarándolo todo: con mucha esperanza. Claro que la lección de comunismo no estaría completa sin contar esa otra parte del cuplé, la conversión al capitalismo, el desembarco de la corrupción primero y de los soldados de la ONU después, cuando las protestas y las algaradas desembocaron en la disolución del ejército. En lo personal, Ypi vio pasar de los pequeños ahorros que los suyos guardaban en el viejo abrigo del abuelo a su evaporación en manos de los nuevos tiburones financieros. El aprendizaje del nuevo sistema iba a ser, para bien o para mal, muy rápido.
Lea Ypi concluye su texto reflexionando sobre ese marxismo que imparte a sus alumnos y su conexión con la libertad del título. Hay que llegar al final para conocer sus conclusiones, pero yo querría dejar aquí mi impresión al terminar: de que no se trata de un libro sobre el pasado, por más que se remonte a muchos años atrás, ni sobre el presente, sino tal vez sobre el futuro. Dónde, cuándo, cómo, todo se verá.
Reseña publicada en la revista digital M’Sur
Libre. El desafío de crecer en el fin de la historia (Anagrama, 2023) | Lea Ypi | 328 páginas | 20.9 € | Traducción de Cecilia Ceriani