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Dame más rock, baby

e, hace

 

La chica del grupo

Kim Gordon

Contra, 2015

ISBN: 978-84-942167-8-7

344 páginas

19,90 €

Traducción de Montse Ballesteros

 

 

Carolina León

Querida Kim,

¿No pasaste tu adolescencia buscando modelos de mujeres en el rock que contravinieran la norma, que no admitiesen el papel de floreros, que tuviesen un rol autor o abanderasen todas las facetas creativas exactamente igual que muchos otros grandes iconos masculinos del rock? Yo sí. Te descubrí cuando tenía quince o dieciséis años, y junto a figuras como las de Patti Smith, Siouxsie Sioux o Kim Deal de los Pixies componíais la prueba viviente de que las mujeres podían jugar otro papel en la música popular y el rock. No érais las únicas, pero fuisteis muy importantes. Así ha sido que, al saber que se editaba tu libro autobiográfico, no pude resistirme a llevármelo de la librería, como cuando era adolescente y esperaba con ansia reunir mil pesetas para comprarme uno de vuestros discos. Sí, molaba mucho todo el resto de Sonic Youth, pero era por ti.

Pero ya no soy adolescente: tú sesenta, yo cuarenta. Cómo hemos cambiado. Y qué gran viaje ha sido leerte. Cuántas más palabras y reflexiones nos hacen falta desde vosotras, desde las pioneras, las abanderadas, las que no se quedan por el camino (oh, Amy), con vuestras voces, con la sabiduría acumulada. He aprendido muchas cosas a lo largo de tu historia y he agradecido que dedicases tantas páginas (casi la mitad del libro) a contarnos cómo te hiciste la mujer fuerte en apariencia e hipersensible en esencia que llegas a ser hoy, con sesenta y dos orgullosos y dignos años. He disfrutado de conocer los entresijos de tu infancia, viajera entre padres académicos, y tu adolescencia marcada por el hermano abusón y desequilibrado. Es delicia cómo transmites el ambiente de la juventud educada, cool y universitaria de los años sesenta entre la que creciste, en la soleada California, en ambientes de clase media artística, en el post-hippismo -y para mí ha sido como leer el reverso, en la perspectiva de los niños, de las historias de Richard Yates tales como Vía Revolucionaria: qué sentía un niño de una parejita hippy-progre en su devenir adulto-.

He agradecido todo el espacio calmado y justo que dedicas a tu madre y a tu padre, a los orígenes familiares, a las vicisitudes de ser una chica distinta, arriesgada por necesidad, entre hombres. Asimismo los apuntes, bastante escasos, sobre tus relaciones amorosas y cómo los novios entraban y salían de tu vida.

Toda la primera parte de tu libro me ha entusiasmado. Pero llegas a Nueva York y se hace, no sé bien por qué, menos interesante el periplo a partir de que conoces a Thurston Moore y se organiza el grupo. Mira que soy fan. Nos cuentas anécdotas de canciones importantísimas, necesarias, de la parte creativa en la que tuviste tanto que ver. Nos cuentas la aventura de montar un sello de moda, hacerte empresaria, tener un grupo paralelo con Julie Cafritz, colaborar en galerías de arte y elaborar tu carrera musical a la par que la artística, tener que viajar en interminables giras, convertirte en madre. Pero me falta… algo.

Quizá fuese la necesidad de ser sintética, de dedicarte a lo importante. No te lo tendré en cuenta, aunque a ratos el libro parece catálogo de discos. Lo mejor, definitivamente, de habernos contado la historia, está en las reflexiones que lanzas en la mitad sobre lo “macho en el rock”. Los hombres más las guitarras. La pugna amistosa-competitiva de los hombres en las bandas. La identidad que trabajaste desde ahí en un grupo con hombres, la fascinación y la autoridad con la que lo hiciste. Contribuir con tu presencia a la deflagración del lugar asignado a las mujeres en el rock, en el negocio musical, en la visibilidad del cuerpo y la presencia pública.

Sin embargo, esa contribución radical al ariete de las mujeres en la industria musical, se me queda medio lastrada cuando te leo sobre la relación amorosa, el matrimonio con Moore y la maternidad. Cuando dejas caer que Thurston era buen padre, pero quien sabía hacer las cosas eras tú. Cuando te muestras herida por la separación, por la “traición”, aunque dedicas párrafos tranquilos a todo ese proceso.

El ariete que has representado en lo público, al menos para mí, queda un poquito más diluido cuando hablas de lo personal. No meteré mi dedo, porque bastante ha sido ostentar ese lugar: ser inspiración para miles. Pero “lo personal es político”, y escribir estas memorias seguro que fue algo muy potente para ti, aunque me hubiese gustado más sinceridad y análisis en ambos temas. Sobre todo, querida Kim, no, no hay nada específico en las mujeres que nos haga mejores cuidadoras -fuiste madre con cuarenta y deberías saberlo- como no hay nada específico en nosotras que nos haga más o menos aptas para tomar una guitarra eléctrica o un bajo o una batería.

Un par de generaciones te agradecemos que lo hicieras en su día, y te rendimos pleitesía. Pero además tenemos que ir un poco más lejos, la batalla está sólo comenzando.

Afectuosamente,

admin

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