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De las “de toda la vida”

Lazos de humo

María Iglesias

Temas de Hoy, 2011

ISBN: 978-84-9998-036-2

640 páginas

22,50 €

Daniel Ruiz García

Sorprende que, en la ristra de agradecimientos que María Iglesias dedica a vivos y muertos al final de Lazos de humo, Dickens sólo aparezca en sexto lugar, y no en el primero como cabría esperar de una novela que tiene un fuerte aliento dickensiano, en toda su extensión y con todas sus implicaciones.

María Iglesias ha armado una novela que denota un recio carácter literario. Porque en medio de un tiempo en que el realismo y la estructura decimonónica se consideran lastres de dimensión casi herética, imperdonables para el escritor de los tiempos de hoy, la escritora y periodista sevillana se ha dejado caer con una novela de fuerte tradición realista, empezando por su condición de «tocho» -600 y pico páginas- y continuando por recursos propiamente decimonónicos, como el uso de la voz narrativa omnisciente, el empleo de tramos narrativos monologados o la querencia por los signos de admiración y de interrogación con vocación retórica. La propia intencionalidad de la novela resulta fuertemente decimonónica: contar una vida, arrancando desde los ancestros y conduciéndonos hasta los descendientes, y utilizar esta vida para mostrar una visión del mundo. La novela como construcción demiúrgica, como contenedora de una existencia paralela en la que es posible habitar. Eso que tanto nos gusta en los autores del XIX, y que desafiando al anacronismo María Iglesias intenta trasladar a la literatura del siglo XXI.

Desde este planteamiento realista, el estilo de Lazos de humo es impecable. Es, me parece, una novela muy bien escrita, con algunos momentos de gran brillo e intensidad. El lenguaje está muy cuidado, y el tono es fluido, sin renunciar al estilo. Se lee con agrado, y esta lectura agradable logra que nos impliquemos en la historia, que nos sumerjamos en la vida de Germán, el protagonista de la novela.

A algunos lectores y críticos les podrá parecer que el siglo XX sirvió para algo, y que Iglesias debería haberse dado por enterada. No me parece el punto de vista adecuado para enjuiciar esta novela, a la que hay que entrar desde el principio aceptando el código estilístico planteado por la escritora, sin entrar en otras valoraciones que son ajenas a la propia obra. Está claro que Lazos de humo no va a cambiar el mundo, ni supone ningún hito literario, ni implica un avance o investigación sobre lo ya sabido o conocido. Es, eso sí, una novela que plantea con habilidad una historia que está muy bien contada. Si aceptamos de partida la propuesta, ya sólo se trata de dejarse llevar.

Si hubiera que poner algún pero, como mucho diría que ese fuerte aliento dickensiano al que me refería al principio también se deja sentir en la mirada, en la sensibilidad de la voz narrativa, donde quizá pueda detectarse cierta tendencia al «buenismo» en la forma de construir algunas situaciones y modelar algunos personajes. Lo que puede resultar algo fastidioso para los lectores más resabiados, sin que se pueda decir con propiedad si se trata más bien de un lastre de los propios lectores -la imposibilidad de leer con ojos vírgenes- o del propio carácter y sensibilidad de la escritora.

Esto no empaña, en todo caso, la apreciación de una novela que me parece muy bien conducida, con un nervio y una habilidad que no parecen propias de una neófita, y que se puede leer como cualquiera de esas novelas que uno llama “de toda la vida”, sin que haga falta más detalle para entender a lo que nos referimos.

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