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De lengua y capas

Padre-serenisimo

JUAN CARLOS SIERRA | Tengo por costumbre dejarme aconsejar por mis amigos libreros, esos que desafiando los vientos hostiles del neoliberalismo literario instalado en las grandes superficies se juegan la vida –la de ellos y la de sus familias- montando una pequeña librería que suele nutrirse de lo que publican las también pequeñas editoriales, esas que se la juegan arriesgando con autores más o menos desconocidos. Son la resistencia y merecen toda mi confianza y mi cariño.

Por esta vía alternativa llegué a la novela Padre serenísimo de Luis Foronda. Fue José Carlos Moral, de Libros Prohibidos en Úbeda, quien con varios mensajes llenos de entusiasmo hacia este libro me puso en la pista. Y, como soy bastante facilón para estas cosas, me dejé llevar y acerté, o más bien acertó el librero. Efectivamente, como ya me había advertido José Carlos, Padre serenísimo es una novela que sobresale por el tratamiento exquisito del lenguaje –el mayor compromiso que, entiendo, adquiere cualquier obra literaria-. En este sentido, resulta admirable comprobar a lo largo de su lectura la versatilidad del autor para adaptarse a los diferentes contextos narrativos por los que circula la historia. Por otra parte, el lector puede sentirse mecido o arrastrado, según el caso, por un torrente lingüístico hipnótico del que voluntariamente no va a querer escapar. Asimismo, va a tener la oportunidad de disfrutar de eso que es tan difícil de conseguir en una novela: que lo lírico no se desborde por el lado de la cursilería, de la palabrería hueca o de la abstracción abstrusa. En resumidas cuentas, Padre serenísimo es, a mi modo de entender, un festín lingüístico, un disfrute estilístico en el que da gusto abandonarse.

Pero, como en un buen poema, la técnica no lo es todo. La pericia en el manejo de las herramientas no asegura necesariamente un buen libro. Los fuegos de artificio retóricos sin una historia que contar se quedan en el “¡oh!” “¡ah!” más o menos bobalicón. Ese riesgo lo ha sabido sortear Luis Foronda adentrándose y adentrándonos a los lectores en un relato caleidoscópico que, a pesar de sus vericuetos, no deja hilos sueltos, aunque quizá uno de ellos –el que une a los personajes de Sixto y Marisol Alonso– quede un poco forzado. No obstante, la novela en este sentido y vista en su conjunto se pude considerar como una obra redonda.

Además de esta coherencia en el fluir narrativo, Padre serenísimo proporciona varias capas de lectura, un poco a gusto de la exigencia o las necesidades de cada lector. Las tramas se entremezclan, los temas se van enlazando y desarrollando dentro de un presente que tiene muy en cuenta el pasado, en concreto la España complicada de los años ochenta con sus militares nostálgicos, sus intentonas golpistas, sus niños robados, sus GRAPOs, sus movidas madrileñas, sus curas pederastas,…

Pero la novela no plantea sensu stricto un análisis sociológico o histórico de aquella época difícil -¿qué tiempo en España no lo ha sido?-, sino que, como señala Salvador Compán en la contraportada del libro, gira fundamentalmente en torno a la búsqueda de una identidad, la del personaje principal –que no narrador principal-, Simón Castellano.

El hecho de que este no cuente en primera persona la historia de esta búsqueda se me antoja además un acierto de Luis Foronda a la hora de desarrollar su narración, ya que gracias a este recurso pseudoelíptico despejamos o deshojamos otra capa más de la novela, que no es ni más ni menos que, desde mi perspectiva como lector entregado, el cuestionamiento de las verdades establecidas. La polifonía de voces o, más bien, de puntos de vista narrativos acerca de la trama principal –el descubrimiento por parte de Simón Castellano de que su padre auténtico no era el que él creía, sino el joven gallego de paso por Madrid por cuestiones de mili obligatoria, un tal Santiago Gabián, alias “Gavilán”- apoya y sostiene ese cuestionamiento escéptico tan necesario no solo en esta novela, sino en la vida en general, ya sea para revisar la historia de los ochenta o para mirar al ahora mismo.

Como es natural, se me quedan entre las teclas asuntos relevantes en la novela de Luis Foronda como, por ejemplo, ese particular y personalísimo entronque de sus modos narrativos con el realismo mágico. Pero ni quiero resultar pesado ni traicionar el más que probable disfrute del lector que quiera acercarse a Padre serenísimo.

Por cierto, acabo de caer en la cuenta de que aún no le he dado las gracias a José Carlos Moral por su recomendación. ¿O sí?

Padre serenísimo (Fundación Huerta de San Antonio. Colección Juancaballos de novela, 2018) | Luis Foronda | 308 páginas | 2o euros

admin

2 comentarios

  1. Espléndida reseña de Juan Carlos Sierra, que ha cumplido a la perfección el doble y sutil propósito de la crítica literaria (podría ser triple, o cuádruple, si nos ponemos pejigueros): dar claves del autor y su escritura, argumentos del por qué de su narración, del cómo (y ahí está lo difícil del diagnóstico) y hasta del para qué. Juan Carlos ha ejecutado la operación de manera tan impecable que me ha convencido del todo (última y exquisita función del crítico que, aunque no cobre comisión, debe animar a catar la obra si a él/ella le ha entusiasmado).
    Yo también quiero leer la novela de precioso título escrita por Luis Foronda. E incluso saber del librero José Carlos Moral de Libros Prohibidos, en la preciosísima Úbeda, a la que voy de vez en cuando en peregrinación renacentista.
    Felicidades a los tres.

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