ANA BELÉN MARTÍNEZ |A veces una se acerca a los libros como se acerca un niño a las golosinas de una tienda. Con el cestito vacío en una mano y, en la otra, unas pinzas metálicas que chasquean al intentar agarrar las chuches más apetecibles. Los colores, las formas, las texturas, el azúcar que lo salpica todo, el sabor a fresa, a melón, a nube… Confieso que me acerqué a Siempre quiero ser lo que no soy, de Aloma Rodríguez (Zaragoza, 1983) por tres razones. La primera porque me apetecía la lectura de un libro de relatos. La segunda porque, a priori, me parecían atractivos los escenarios, los personajes y lo cotidiano de sus temas. La última razón tuvo que ver con la dedicatoria: A Marta Suárez, la madre de día de mis hijos. La generosidad me terminó por convencer.
Siempre quiero ser lo que no soy (Milenio, 2021) es un libro de dieciséis relatos cuyas historias se leen con independencia y, en su conjunto, también se pueden leer como la narración de las etapas vitales de una misma protagonista. Todo comienza con una niña de trece años que vive en un pueblo de Teruel. Su madre trabaja como médica y por esa circunstancia tienen que trasladarse de pueblo en pueblo. A través de los relatos se plasma la entrada en la adolescencia de la niña. Los primeros amores. El amor-odio del pueblo frente a la ciudad. La llegada y la aceptación de la muerte —siempre inesperada—. Las relaciones de amistad. Los primeros trabajos y la precariedad. El traslado a una gran ciudad —Madrid—. La vocación literaria y los compañeros de fe. El primer embarazo. El trabajo —y la vida— tras la maternidad o los diversos paisajes familiares.
Aloma Rodríguez es licenciada en Filología Hispánica, traductora de francés y trabaja en distintos medios de comunicación. Siempre quiero ser lo que no soy es su segundo libro de cuentos —el quinto de toda su obra—. Los cuentos de la autora aragonesa son breves y de estilo sencillo. Pese a que son ficción, en ellos se respira cierta verdad. Algunos poseen tintes autobiográficos, como sucede con el relato de El hueco en el que hace un homenaje al escritor zaragozano Félix Romeo, un referente que la anima a continuar por el camino literario; además de El congreso en el que relata la experiencia de una periodista que va a trabajar con su bebé a un congreso literario cuya invitada de honor es Annie Ernaux, hecho que la propia autora vivió en sus carnes. Asimismo, el escenario en el que se desarrollan algunas de las historias tienen el horizonte de su tierra: Aragón.
Siempre quiero ser lo que no soy no es un libro de grandes emociones o acontecimientos. Sus personajes viven situaciones «normales» en las que no suceden momentos definitivos, quizá su punto débil sea ese. Quizá la vida de sus personajes sea demasiado amable y el modo de narrar telegráfico en algunos pasajes provoque cierta frialdad. No obstante, hay relatos redondos como: El mejor amigo de mi hermano y Eva o el Guadiana, que se ocupan de la amistad a lo largo de los años con cierta emoción contenida. Otro a destacar es Día libre, una mirada sugerente sobre la mujer, el sexo y la maternidad. Pasa muy de refilón por el temade la maternidad, he echado de menos que tirara más de este hilo. Precisamente para contar lo que no se cuenta como hace en Día libre.
Durante la lectura de Siempre quiero ser lo que no soy se me coló entre las manos la relectura del cuento Todo queda enterrado (1958), de Carmen Martín Gaite. La escritora perteneciente a la llamada «Generación de los 50» decía que la literatura es como un consuelo de esa sed de expresión que, a veces, la vida nos niega. Esa carencia, esa incomunicación con los demás quedó reflejada con maestría en algunos de sus personajes femeninos. Es el caso de la protagonista del relato Todo queda enterrado. María es «una chica rara», que no termina de encajar en el estereotipo femenino impuesto de su tiempo: ama de casa, esposa y madre. La joven no se adecúa al molde establecido, pero tampoco sabe qué es lo que busca puesto que no tiene muchos más referentes a los que mirar. Los tiempos cambian, evolucionan y los personajes —literarios— evidencian esa transformación social. La María de Gaite habría disfrutado con los personajes de los relatos de Siempre quiero ser lo que no soy por todo ese abanico hacia el que mirar.
Siempre quiero ser lo que no soy (Milenio, 2021) | Aloma Rodríguez | 144 páginas | 13,30 €