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De viajes y espirales

Percusión

José Balza

Paréntesis, 2010

ISBN: 978-84-9919-057-0

230 pág.

13 euros.

Prólogo de Toni Montesinos

Rafael Suárez Plácido

A veces uno reconoce entre sus manos una perla. Eso me pasó, en 2002, con un libro de relatos que editó el Ateneo de La Laguna. Se llamaba La mujer de la roca (y otros ejercicios narrativos). Era de un escritor venezolano del que no sabía nada entonces, y recuerdo que la joven editora, que fue quien me lo ofreció en el transcurso de una conversación interesantísima sobre los cuentos y las pequeñas editoriales de provincias, me comentaba que se lo habían enviado a muchos medios y críticos, pero que no se habían hecho eco de él. No había vuelto a encontrar libros de José Balza (Delta del Orinoco, 1939) hasta que me topé con Percusión, entre las novedades de la editorial Paréntesis. Habría mucho que hablar sobre esta editorial sevillana y, muy especialmente, sobre la colección Orfeo que nos devuelve la posibilidad de leer buenos libros agotados e inencontrables. Como botón de muestra: Todas las mujeres de José María Conget, o la antología de la poesía de Pessoa, El misterio del mundo, traducida por José Luis García Martín. Pero este es el momento para hablar de Percusión, de José Balza.
Lo primero es señalar es que la novela se publicó por primera vez en Seix Barral, en 1982, y desde entonces no se había vuelto a reeditar. En este caso, además se incluye un prólogo de Toni Montesinos, de donde entresacamos la frase que inicia la carrera literaria del autor. Es el principio de Marzo anterior, su primera novela, escrita con unos sorprendentes diecinueve años: “En el fondo ni siquiera esto es válido, porque en alguna vuelta de la espiral volveré a encontrarme: yo mismo ante mí.” Y es doblemente sorprendente porque esta frase, escrita sobre 1960, resume toda la trama de Percusión, publicada más de veinte años después. El narrador es un hombre de sesenta y cinco años que regresa, de un larguísimo viaje de más de cuarenta años, a su ciudad, Caranat, donde vuelve a encontrarse con él mismo rejuvenecido. Después de un viaje resuelto en espirales alrededor de sí mismo se reencuentra con ese jovencito que marchó de la ciudad en busca de una estabilidad seriamente truncada por una frustración amorosa. La frase que inicia la novela es también de las que te arrastran a seguir leyendo: “El hombre más bello es quien llega desde el lugar más lejano dices al verme, como si yo hubiera partido ayer, como si este encuentro no ocurriese con cuarenta años de separación.” Otra frase que resume toda la novela, que nos promete que a partir de ahora nos señalarán paisajes diferentes, personajes encontrados, más o menos amables, situaciones o peripecias personales que nos llevarán a reflexionar sobre la vida y las relaciones. Pero todas irán formando círculos concéntricos, en espiral, en los que seguiremos encontrándonos al protagonista enfrentándose a las mismas preguntas de siempre: ¿en qué ciudad vivir? ¿Con quién vivir? O incluso: ¿merece la pena vivir siempre, en cualquier circunstancia?
En el viaje del narrador, un compañero de excepción: Giordano Bruno. Memoria y vida van a estar marcadas por las lecturas del filósofo italiano que murió en la hoguera inquisitorial. La observación gozosa de la naturaleza, de las ciudades, de las personas y sus sistemas, y su deseo de ser parte activa de ellos, van a mover al narrador que sale con veinticinco años de Caranat (trasunto de Caracas), donde ha sufrido un desengaño amoroso con Nefer, pero donde además no encuentra acomodo, ni personal ni laboral.
El primer destino del viaje es Dawaschuwa, “tan diferente de Caranat, nuestra ciudad modernísima (…) la dulzura de sus gentes me decidió”. La presencia en esta ciudad, que es Managua, y en sus alrededores; el trato con sus gentes y con sus paisajes; el uso del lenguaje tan trabajado, tan propio de esta zona del mundo, me evocó inmediatamente al Carpentier de Los pasos perdidos, ese otro viaje iniciático al centro del mundo. Eran los años finales de la dictadura de los Somoza. En la novela asoma la figura de Cardibal (Ernesto Cardenal), que ya iba forjándose como la figura que luego fue, que ahora es. La revolución sandinista es la música de fondo para mostrarnos las relaciones personales con Harry, un joven al que instruye y transforma de un buen salvaje en un prometedor licenciado, y que finalmente casi le lleva al suicidio, y a abandonar la ciudad. El segundo destino será “la Isla”, que trata de ser una imagen más o menos utópica de Cuba. Toni Montesinos encuentra referentes en Jonathan Swift. Yo hablaría también de Huxley. El narrador sabe que allí nunca encontrará su sitio. De hecho es el único lugar donde no encuentra el amor, porque todo está demasiado reglado: también el sexo. El tercer lugar es Shamteri, que nos recuerda a Nueva York. Los círculos concéntricos nos muestran lugares opuestos. Las demás ciudades están citadas explícitamente: La Haya, Erevan, Samarcanda. La novela termina en un 2005 con un mundo desquiciado, con amenazas exteriores y con la necesidad de volver al principio de todo: Caranat.
“El hombre más bello es quien llega desde el lugar más lejano.” La belleza es el conocimiento, la sabiduría que da haber conocido tantas situaciones diferentes y a tantas mujeres. Las mujeres son parte esencial de cada ciudad. El único sitio donde no se cita expresamente a ninguna es “la Isla”. Pero las mujeres, el amor, el sexo, el desengaño… son motivo para ser feliz o no serlo en algún sitio. El narrador nos cuenta que no se puede enamorar de quien se le entrega totalmente. Así, los amores felices no existen, o no duran. En el momento en que la mujer se le entrega, deja de tener interés. Diferente es el caso de Harry: Harry es su obra. Ver cómo se aleja de lo que había previsto para él le causa un daño que bien pudo haber sido irreparable. El amor es entrega, es pulsión, es percusión: la música que mueve el mundo.
La editora del Ateneo de La Laguna me decía que veía a José Balza entre los grandes autores hispanoamericanos actuales. No lo sé. Aún conozco demasiado poco de él para asegurar eso, pero sus relatos son muy buenos y Percusión es una buena novela que hay que leer.

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