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Decepción en el ridículo

LUIS ANTONIO SIERRA | En el panorama literario nacional existen autores consagrados con largas trayectorias e infinidad de títulos publicados que son capaces de mantener el pulso literario libro tras libro. Este selecto club suele coleccionar reconocimientos y premios de diversa índole que van recibiendo a lo largo de sus dilatadas carreras. Entre los miembros de dicho club, podríamos mencionar a Luis Landero quien, desde que se dio a conocer con Juegos de la edad tardía allá por 1989-90 – Premio de la Crítica y Nacional de Literatura –, arrancó oficialmente una carrera de tremenda calidad literaria en prácticamente la totalidad de la docena de novelas que ha publicado durante estas tres décadas largas. Aparte de la ya mencionada Juegos de la edad tardía, no podemos dejar de mencionar otras como Retrato de un hombre inmaduro, El balcón en invierno,o Lluvia fina, todas obras de una indiscutible calidad literaria tanto desde el punto de vista técnico como desde el de las historias narradas.

Con todos estos antecedentes sobre el autor extremeño, y sin esperar otra cosa que disfrutar de su labor como contador de historias, el lector puede que se acerque a su última novela, Una historia ridícula, esperando encontrar ese estilo depurado, nada estridente, sencillo y confortable típico de Landero. Ciertamente, el autor no defrauda en ese sentido porque a su pluma se le nota mucho oficio. La voz de Luis Landero es inconfundible; ha conseguido llegar a ser única, original y perfectamente distinguible en el ámbito narrativo en español. Sin embargo, y tomando casi literalmente el título de la novela, la historia podría ser tildada de ridícula no por los acontecimientos que acaecen en sí mismos, sino – y parafraseando a Care Santos cuando dice que toda historia puede ser cualquier cosa menos aburrida – porque resulta insulsa y anodina. Desde el principio, el narrador nos anuncia que nos va a contar una historia sobre la que tendremos que tomar parte, bien apoyando o despreciando su actitud respecto a la misma. Vamos viendo cómo va postergando dicha revelación y, mientras tanto, se entretiene en circunloquios, cuitas e inquietudes personales que, contrariamente a lo que sucede con los buenos thrillers, apenas crean expectativas – ganas – de seguir leyendo la novela y descubrir, por fin, en qué consiste ese acontecimiento que se nos ha adelantado casi desde sus primeras líneas. Para cuando se llega a la anunciada revelación, o incluso antes, se puede haber estado tentado en abandonar el barco narrativo por miedo a que este se hunda definitivamente antes de llegar al final de la travesía.

Puede suceder, sin embargo, que todo forme parte del artificio literario inventado por Landero, es decir, que se haya creado un personaje central narrador tan especial que su forma de presentar los hechos, sus circunloquios, etc., reflejen precisamente esa personalidad tan peculiar y, por lo tanto, encaje a la perfección en la narración. Puede que, efectivamente, sea así y que este reseñista no haya sabido percibir las sutilezas narrativas del autor que, por otra parte, sí se las ha reconocido parte de la crítica literaria de este país. Si esto fuera así, pido perdón por no estar a la altura, pero tendría que añadir en mi defensa que, por propia experiencia, un lector medio puede llegar a desilusionarse con esta obra y, de camino, que se le caiga un mito literario. También puede que no estemos tan desacertados en nuestra valoración y las razones de esta pérdida de calidad puedan deberse a factores mucho más materiales y que en alguna ocasión hemos traído a colación en estas reseñas. Nos referimos a las exigencias de la industria editorial y a sus apremiantes plazos, lo que implica en muchas ocasiones premura creativa que suele llevar asociada una merma en la calidad. También podría darse el caso de que dichas prisas editoriales lleven a rescatar obras que, por diversas razones, estaban durmiendo el sueño de los justos en un cajón del estudio del autor.

Como podrá comprobar el lector, lo que hemos hecho es simple y llanamente un ejercicio de especulación, un intento de justificar algo que nos resulta incomprensible si tenemos en cuenta los antecedentes literarios de Luis Landero – que nos son pocos y nada malos. Solo buscamos alguna forma de entender qué ha pasado con esta novela. De cualquier manera, dejamos en manos del lector la última palabra.

Una historia ridícula. (Tusquets, 2021) | Luis Landero| 283 páginas | 19,00 euros

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