Suzuki Masajo, Kamegaya Chie y Nishiguchi Sachiko
Hiperión, 2011
ISBN: 978-84-7517-973-5
93 páginas
10 €
Traducción de Vicente Haya y Yurie Fujisawa
Caligrafías y ‘haiga’ de Keiko Kawabe
Rafael Suárez Plácido
“Decir la nada.” Para muchos, una aspiración. Otros quizás añadirían: “de la forma más hermosa posible” y, ya puestos: “Decir la nada más significativa.” Decir la nada. La aspiración de una parte de la cultura ‘zen’ tantos siglos. Con estas tres palabras describe Vicente Haya el significado del haiku. Y sí, es una forma acertada de hacerlo. Aunque haya nadas y nadas. Y la nada de este libro es mucho menos nada, que la de muchísimos otros libros de poemas o de relatos.
70 haikus y senryûs de mujer, editado por Hiperión en 2011, es todo un descubrimiento. Se trata de una antología de poemas escritos por tres mujeres japonesas del siglo XX. No es nada fácil encontrar información sobre ellas, quizá sí de Suzuki Masajo, que vivió casi todo el siglo, y terminó convirtiéndose en algo más que una poeta: un símbolo para la mujer japonesa sometida (ella también lo estuvo hasta que decidió romper sus ataduras) a las normas más duras. No entendemos por qué se ha suprimido este prólogo que estaba inicialmente previsto. Se nos antoja imprescindible, aunque los poemas se defiendan solos.
La mujer japonesa siempre ha estado muy próxima a las artes y más aun a la poesía. Y cuando escribo “siempre” es siempre. Dos de los nombres clásicos, probablemente los más importantes de toda la literatura japonesa, son los de Sei Shonagon y Murasaki Shikibu. Mucho más recientemente tenemos, también hace unos años editada en Hiperión, a Yosano Akiko, precedente inmediato de las tres poetas que aparecen en esta antología, la ya mencionada Suzuki Masajo, Kamegaya Chie y Nishiguchi Sachiko. Las tres vivieron a lo largo del pasado siglo XX y la última aún vive. Las tres vidas son, cada una a su manera, interesantes para entender amplios espectros de mujeres japonesas y ninguna de ellas ha tenido una vida fácil.
Si bien todo el mundo conoce someramente lo que es el ‘haiku’, es probable que no esté tan claro qué es el ‘senryû’. Se trata de una pieza con la misma estructura métrica que el ‘haiku’, pero sin referencia ninguna a las estaciones del año, cuyo tema es algún rasgo físico o psicológico de la naturaleza humana y también pueden referirse a objetos artificiales. La diferencia con el ‘haiku’ es temática y quizás sea lo que en occidente se ha venido considerando como ‘haiku’ tradicionalmente.
Suzuki Masajo es la más cercana a Yosano Akiko de las tres. Se puede decir que ambas tienen algo de representantes del feminismo más creativo en su país. Nació en 1906 y murió en 2003: ha recorrido casi todo el siglo pasado. Tuvo una infancia y juventud difíciles en las que tuvo que casarse con su cuñado para cuidar a los hijos de su hermana mayor muerta, como exigía la tradición de su país, lo que le llevó a la infelicidad conyugal, tema de sus poemas. Pero pronto se liberó de las ataduras y regentó un bar. Desde luego, nunca fue admitida en los cenáculos poéticos de Tokio, donde vivió toda la vida. En sus poemas refleja su feminidad:
«Una mujer sola. / Se despierta y mira / la caja de luciérnagas.»
«Noche de invierno. / Cosas que se reflejan / en el espejo: yo.»
También algún tema tabú, no sólo en Japón:
«Las hierbas secas… / Hasta su color me daña los ojos. / He sido infiel.»
«Salvo algún hombre, / nunca he robado nada. / Levanto la persiana de bambú.»
«Bola de arroz hervido. / Hasta al hombre que amo / le estoy mintiendo.»
Hay algo que me ha sorprendido muchísimo, y es que en tan poco espacio se muestre tan claramente la visión femenina en casi cualquier tema. También en el sexo:
«Se hunde el cuchillo / en el melocotón blanco / como en un cuerpo.»
De Kamegaya Chie lo principal que podemos decir es que vivió casi toda su vida en Canadá. Es parte de esa otra realidad nipona: la emigración a occidente. Alguno de sus poemas es tremendo por su dureza y, seguramente, rompe nuestros esquemas del ‘haiku’:
«Tan vieja estoy… / Ni me inmuté al saber / que tengo cáncer.»
Y, sin embargo, no deja de ser una realidad que la poesía moderna tiene que mostrar. Es lo que hay. Y también poemas más dulces. Este me recuerda uno de los anteriores de Suzuki Masajo:
«En el espejo, / al cambiarme la ropa, / se podía ver la nieve.»
La tercera poeta Nishiguchi Sachiko está aún viva y es una señora que ha pasado toda su vida en el campo. Ni siquiera tiene conciencia de que su poesía merezca ser llamada así ni, desde luego, ser leída. Pero juzguen:
«Silencio en la montaña. / Sólo el ruido que yo hago / recogiendo helechos.»
«La masajista / ni calla ni pregunta. / Musgo en las tejas.»
«Un peregrino / en otoño hace cola / en la lavandería.»
«Susuki en flor. / La esposa, con veinte años, / y desaparecida.»
Los poemas están traducidos por Vicente Haya y Yurie Fujisawa, y añaden la caligrafía y haiga de la maestra Kawabe Keiko. Lástima esa decisión de no incluir el prólogo en este libro que, no obstante, recomiendo encarecidamente a cualquier interesado en la poesía del siglo XX.