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Dickens en vena

“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”

JOSE TORRES | Con esta referencia a Dickens, en concreto a Historia de dos ciudades, comienza Otoño, de la escritora escocesa Ali Smith, primera entrega de un cuarteto estacional (los próximos títulos serán Invierno, Primavera, Verano…) publicado casi en tiempo real, y acabado en plena pandemia mundial. La escritora aún británica (en estos tiempos el futuro es volátil) nos entrega una narración puramente poética, disfrazada de prosa. Y es que la pluma de Ali Smith baila sobre las hojas como los pasos impresionistas de una bailarina de ballet. La novela, alejada del tradicional nudo-desenlace, narra la amistad entre un anciano centenario Daniel Glück, que yace postrado en estado comatoso en una residencia de ancianos, y una profesora de arte, Elisabeth Demand, perdida y abrumada en este mundo cambiante e incierto. Y lo hace mediante permanentes flashbacks, que nos muestran las conversaciones entre Daniel, elegante, vitalista y heterodoxo,  y Elisabeth en distintos momentos y edades de esta última: Elisabeth con once, trece, veinte años. Como un cicerone que llevase a Elisabeth de la mano a través de sus dudas vitales, infantiles y adolescentes, la novela avanza a través de los diálogos de los personajes y de ese tiempo dúctil y nada lineal que envuelve toda la novela. Porque el tiempo, su transcurso, nuestra percepción de él, cómo modifica para bien o para mal nuestras relaciones de afecto, es otro de los personajes de la novela. Ali Smith parece recordarnos que en estos tiempos dickensianos (por desgracia avanzamos a pasos agigantados a la era de Oliver Twist)  la amistad, el amor, la solidaridad, son lo único en lo que podemos apoyarnos. Ambientada en un Reino Unido en plena digestión del referéndum sobre el brexit, Otoño es también un retrato de una sociedad británica (y europea, por qué no), en franca decadencia, fracturada y acechada por el racismo, la insolidaridad y el individualismo. ¿Les suena?: “cuando el estado no es amable, el pueblo se convierte en carne de cañón”. Ali Smith es incisiva con el desmoronamiento de los servicios, con el desgarro social de una sociedad confusa, en la que la sospecha y la mentira ganan enteros (“Es la palabra Integridad. Le había dicho su madre. Me pasa cada vez. La oigo y me imagino la cara de los mentirosos”) y en la que una parte de la sociedad, la parte pro europea y perdedora, se levantó el día después del referéndum sintiéndose confundida y engañada. La novela es también, como no podía ser de otra manera, profundamente feminista. La relación de Elisabeth y Daniel, y la de Elisabeth y su madre, un personaje igualmente en búsqueda de su propia identidad, se entrelaza también con la vida de la pintora pop británica, Pauline Boty, y la de Christine Keeler, protagonista de un escándalo de sexo y espionaje con el ministro de la guerra inglés.  

Ali Smith no es una escritora complaciente con el lector. Espera y exige que él también ponga de su parte, y contribuya a construir la novela con su lectura. Frente al desconcierto que, a veces, puede asustar al lector lineal, proponemos que, como en las partes más bellas de la novela (las ensoñaciones de Daniel en su estado de duermevela comatoso), el lector se deje llevar por la lírica del texto y acceda a suspender su reloj espacio temporal. La novela y el placer de leerla se lo agradecerán.  Sobresaliente, en fin, para Otoño y Ali Smith.

Otoño (Nórdica Libros, 2020) | Ali Smith | 223 páginas | 19,50 € | Traducción de Magdalena Palmer.

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