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Disputando con la Inquisición

ILYA U. TOPPER | Cuando antes de presentarse una obra en una feria de libro, pongo por caso de una capital de provincias andaluza, no se especula con si venderá mucho o poco, si habrá cola para firmar o si aquello será un erial, sino con la posible necesidad de llamar a la policía para evitar una batalla campal, entonces queda claro que el valor del libro en cuestión va más allá de lo literario y toca de lleno lo social. Es más: lo político.

Voy a contar el final: no, no hubo que llamar a la policía, la charla de presentación se desarrolló con toda tranquilidad, con una afluencia comparable a otros actos, hubo un debate de lo más civilizado —lo que siempre es un éxito para la civilización humana— y solo en los pasillos, alguna dueña de librería murmuraba que era una vergüenza y que el libro no debería venderse en la feria. Otras discreparon, sin embargo, la obra siguió expuesta en varias mesas y yo me hice con mi ejemplar.

Podría haber sido distinto. Podría haber habido banderas, pancartas y amenazas de incendiar el local, como ocurrió en Barcelona, cuando los profesores José Errasti y Marino Pérez Álvarez presentaron un ensayo de temática similar, y donde la cosa acabó a puñetazo limpio con los mossos d’esquadra. No por parte de los autores, sino de sus detractores. Escribir sobre la transexualidad en la década actual tiene estas cosas.

No hace falta subrayar, pues, que La secta es un libro valiente. Muy valiente, y muy valioso, como todo libro cuya difusión, lectura y debate intenta impedir mediante amenazas, banderas y violencia un determinado sector de la población. Y es doblemente valiente, porque la autora, Carola López Moya, no se ha lanzado a la aventura con cierta ingenuidad, sino al contrario: después de que intentaran arruinarla mediante una denuncia por vía administrativa. Por haber escrito unos tuits en los que afirmaba, esencialmente, que ser hombre o ser mujer es una cuestión biológica, se nace una cosa y otra, y que su trabajo como psicóloga es ayudar a la gente a estar a gusto con su cuerpo.

Ayudar a la gente estar a gusto con su cuerpo, en lugar de animarles a mutilar las partes de su cuerpo que no les gustan, está prohibido por la ley, opinaron las asociaciones ATA-Sylvia Rivera y No es terapia, pidiendo una sanción de 120.000 euros e inhabilitación de 5 años. La ley en este caso era la andaluza, aprobada en 2014 y a grandes rasgos equivalente a la que entró en vigor en toda España en febrero pasado. Y según esa ley, lo correcto o deseable, cuando a una adolescente, pongo por caso, no le gustan sus tetas, es cortárselas. Al menos sería lo normal, según sugieren los libros infantiles que la ministra Irene Montero regala a sus hijas de cuatro años, libros de dibujos donde abundan jóvenes con las marcas de las cicatrices donde otras tienen senos. Sé que usted no me cree, lectora, pero le puedo asegurar que es exactamente así.

Y este es uno de los puntos débiles del libro: si usted aún no sabe que eso es así, incluso el primer capítulo, dedicado a la pregunta «¿Qué está pasando?» la puede dejar un poco confusa, porque si bien intenta exponer unas pautas generales de los conceptos teóricos, la autora deja para mucho más adelante los ejemplos prácticos que ilustran lo que ocurre. Como aquellos libros infantiles que aseguran que jugar a la pelota es indicador de ser niño y ser dulce y cariñoso determina que el crío, por mucho que tenga pito, es una niña, como insisten varias asociaciones respaldadas por médicos y psicólogos, defensores del tratamiento hormonal de adolescentes para «adecuar» su cuerpo a la imagen que la sociedad asocia a la actitud que considera viril o femenil.

En lugar de eso, el primer bloque del libro traza un esquema, nuevamente teórico y citando mucha literatura especializada, de cómo funcionan las sectas. Aprenderemos conceptos como activación del miedo, validación social, técnicas de control cognitivo, alteración de las fuentes de autoridad, inducción de estados disociativos. Todo apoyado por listas y hasta gráficos con flechas. Como si el libro tuviera la intención seria de convencer a la comunidad científica de que el movimiento queer —aquel que afirma que no existen sexos biológicos, y que hombres y mujeres no se diferencian por su anatomía sino por cómo piensan, sienten y actúan— debería ser tipificada oficialmente como secta.

No es que esté en desacuerdo con la propuesta, pero no creo que esa comunidad académica validará como obra científica un libro que en otras partes se quiere divulgador, concienciador, guía para familias y que habla de tú al lector («Te animo a que identifiques…» «No pongo el enlace porque no quiero darles publicidad», «Saca tú las conclusiones»). Ni falta que hace, pienso yo. El valor de la obra de Carola López Moya radica en su capacidad de divulgar y concienciar, documentando y denunciando lo que está ocurriendo. Porque hace falta.

Y porque hace falta, debemos subrayarlo para futuros trabajos, no es tan buena idea mantener el hábito, incómodo para cualquier lector cuya jornada laboral no consista en leer tesis doctorales, de incluir en medio de las frases bloques de paréntesis con apellidos y fecha: «Esto produce un daño irreversible (Shrier, 2021) en los chicos y chicas». «Voy a citar un cuento (Murube, 2017) que es una joya». (Para quienes nunca han leído una tesis doctoral: los apellidos se pueden buscar en la lista bibliográfica al final del libro y el año de publicación sirve para identificar la obra que respalda lo que la frase afirma; es el formato obligatorio en los trabajos académicos).

Este tono híbrido entre activismo y academia no redunda en beneficio del libro, o al menos no en el del lector aleatorio preocupado por los rumores —verídicos— en prensa y redes sobre la expansión de una ideología que por inverosímil a muchos les parece inofensiva. «La secta» es un buen título para revelar los métodos de ese movimiento que defiende un ideario tan contrario a la razón humana que solo la mezcla de victimismo, amenazas y promesas de una vida mejor —como es habitual en las corporaciones religiosas— puede allanarle el camino a los círculos de poder. Si además se puede académicamente demostrar que se trata efectivamente de una secta, o si a estas alturas es simplemente parte de la enajenación mental colectiva que se manifiesta en muchos ámbitos de lo que antes llamábamos izquierda, es lo de menos.

Probablemente, el fundamento teórico en terminología académica que ofrece López Moya sirva a sus compañeras de oficio para afrontar debates, casi diríamos disputas, en círculos profesionales; los demás habríamos deseados un mayor enfoque práctico y documental en los ya demasiado abundantes ejemplos que empiezan a rodearnos. Porque —y también por eso es valiente el libro y su autora— no hay tanto donde elegir para informarse. Si cuento bien, López Moya es la quinta tras solo cuatro obras (Miyares, Ekman, Shrier, Errasti y Pérez Álvarez) disponibles en el mercado, a lo que se añaden dos más, de recentísima aparición, también en Deusto: Mamá, soy trans (Errasti, Pérez Álvarez y De Arquer, 2023) y La fábrica de los niños transgénero (Masson y Eliacheff, 2023).

Lo de disponible es según, claro, mientras haya librerías que consideran su misión silenciar el debate y activistas que creen que la civilización humana se sublima incendiando librerías en lugar de leer libros. Una actitud, más que de secta, de Inquisición. Que no es otra cosa, obviamente, que una secta instalada en el poder.

La secta. El activismo trans y cómo nos manipulan (Deusto, 2023) | Carola López Moya | 214 páginas | 17,95 euros

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