8

Dos pecadillos de juventud

 

Comenzamos a airear públicamente nuestros pecados literarios con motivo del IV Aniversario de Estado CríticoNuestro estadista Jesús Cotta se decanta, como viene siendo habitual en él en estas series de reseñas especiales, no por uno sino por dos pecadillos de juventud, nada menos. Dos pesos pesados, además: Las edades de Lulú de Almudena Grandes y El alquimista de Paulo Coelho. ¿Qué llevó a Jesús a leerse estos títulos en su día? ¿Siguen siendo meritorios? ¿Los recomendaría? Jesús Cotta confiesa…

 

 

Jesús Cotta

EC refresca vuestro verano con la confesión de los pecados literarios de los estadistas, ‘id est’, de aquellas obras que, porque eran malas o por lo que sea, no deberían haberles gustado.

A cualquier lector y, más aún a un crítico, le cuesta horrores reconocer que la obra que le gustó es mala. Cuando a uno le gusta algo que es, según los buenos gustos, malo, hay dos posturas: la soberbia y la humilde. La soberbia consiste en negar que uno leyó esa obra alguna vez o bien en negar que sea mala, antes que dar nuestro brazo a torcer. Y la humilde consiste en reconocer que, aun siendo mala, nos gustó lo suyo. Yo opto por la segunda, porque ¡soy tan sumamente humilde!

Hala, aquí van mis pecados.

Yo confieso ante vosotros, lectores, que tenía yo aún pelo en la cabeza cuando cometí dos pecadillos  consistentes en leerme de cabo a rabo dos novelas que ahora no me leería ni muerto. La primera es Las edades de Lulú, de Almudena Grandes, y la otra El alquimista, de Paulo Coelho. Un pecado verde y otro blanco. Empezaré por el blanco.

Un buen día me regalaron El alquimista. Cuando la persona que te regala un libro es un gran amigo y le tienes un enorme aprecio, el libro tiende a gustarte más que si te lo mandan en el cole. Así que el libro me gustó. Me pareció sencillo, una novela de misión con un mensaje optimista, como a mí me gustan, con un héroe buscador con el que me identifiqué y que pierde algo en el camino, pero que encuentra algo más importante.

Acabé la novela con ganas de vivir y la regalé incluso a alguien que me parecía que podía necesitarla. Luego cayó en mis manos otro libro de Coelho y me di cuenta de que era más de lo mismo, pero sin sorpresa y sin gracia. Y perdí de vista al autor. De él solo sé lo que me han dicho: que sigue con la fórmula mágica de El alquimista.

No me avergüenzo de que me hubiera gustado en su momento, pero, desde luego, es el típico libro que ahora me haría bostezar por su buenrollismo, su buenismo, su autoayudismo, su espiritualidad descafeinada, etc.

El pecado verde me avergüenza más. Lo leí cuando era universitario. Me lo recomendó una estudiante de filosofía muy esnob, muy especial, muy al tanto de todo, muy ‘in’ y con los labios pintados de un carmín más rojo que la sangre. Con tal recomendadora, no supe decir que no.

Lo malo de estos libros es que, aunque literariamente sean mediocres, te atrapan por lo que tienen de extraliterario, en este caso, de rijoso. Y al final acaba uno leyendo un libro no porque merezca la pena, sino porque tiene hambre. El libro no le gustó a mi sentido literario, sino en todo caso a mi libido. Pero tampoco fue para tirar cohetes, porque del libro no recuerdo absolutamente nada (mala señal). Me acuerdo más bien de la película que hicieron después y que era, salvo alguna escenilla, tan mala como verde, en fin, una españolada con ínfulas. Lo mejor del libro es que ganó el premio de la Sonrisa Vertical. Lo demás le sobra.

Recuerdo que unos años después me regalaron Coños de Juan Manuel de Prada y hoy no puedo evitar compararlos. Los dos autores se hicieron famosos con un libro subido de tono, pero, mientras que en el de de Prada la literatura era la señora, en el de Grandes la literatura era la sierva. O al menos así es en mis recuerdos.

Años más tarde, una amiga mía filólologa me prestó el libro que ella quisiera haber escrito: Malena es un nombre de tango, también de Almudena Grandes. Me pareció un tocho previsible y facilón. Fui incapaz de llegar a la mitad. Mi problema era cómo decirle a mi amiga que me parecía infumable la novela que ella quisiera haber escrito. Después de darle muchas vueltas, le dije algo así como que la novela era estupenda, pero que yo estaba entrando en una etapa en que solo me apetecía leer ensayo y poesía.

Del resto de obras de Coelho y Grandes no sé nada más. Seguro que tienen cosas mejores que las que cayeron entonces en mis manos.

admin

8 comentarios

  1. Soy tan humilde que no me atrevo a dejar lo que opino de esta reseña por escrito, fíjate fíjate…

  2. Coincido en el análisis tan profundo y exhaustivo que hace el señor Cotta de estas obras, yo, la verdad, también me puse palotillo con la escena de «Las edades del Lulú» en las que el amante se pone unas braguitas blancas con encaje por delante y lacito por detrás. Espero que no censuren este comentario, al fin y al cabo estamos en julio, haciéndose ya…

  3. Sr. Cotta:
    Normalmente las fantasías sexuales sólo excitan al que las escribe. Supongo que la Sra. Grandes disfrutaría muchísimo.
    La literatura de crecimiento personal suele estresar más que relajar porque son tantísimas las cosas que tenemos que hacer para ser mejores personas, que, al final, tiramos la toalla por imposible.
    Un saludo.

  4. Sillón mullidito, al menos usted recuerda algo del libro. Yo ni eso. Un saludo.

    Dyhego, ¡debería haber escrito usted la reseña, porque ha condensado en dos frases todo lo que yo quería decir! Un saludo veraniego.

  5. Reconozco que he dado un bote del sofá al ver que uno de los pecados de Cotta era una de mis lecturas más queridas de juventud…. Y, al seguir leyendo el post me tranquilizaba comprobar que ha sido bastante benevolente en sus comentarios. Coincido con él en que hoy no lo leería (demasiado idílico el mundo que nos pinta el señor Coelho), pero precisamente esa es una de las virtudes de la literatura; la capacidad de marcar distintas etapas de nuestra vida.
    Estoy segura de que, si volviera a cogerlo de la estantería, cada una de las frases que subrayé en su día despertaría en mi un recuerdo de aquella época adolescente. Y me reiría pensando qué me llevó a leerlo entonces.
    Movida por el entusiasmo que me provocó ‘El alquimista’, leí varios títulos más del autor. Todos ellos acompañaron durante días a la María José de entonces; muy distinta a la de hoy, pero con las mismas ganas de descubrir la magia de nuevos escritores… A Paulo Coelho, afortunadamente, le han seguido muchos más. Y que no pare nunca de crecer el listado de elegidos.

  6. María José, quizá a mi reseña le ha faltado ese toque de distinción de tu comentario. El libro me gustó tanto como a ti y recuerdo que había frases que me hicieron pensar. Seguro que si entresacas alguna y me la mandas sin decirme el autor, diré que es una maravilla. Yo también soy distinto del lector de ayer, pero en mí sigue viva la persona a la que le gustó Coelho. Me alegro de coincidir contigo.

  7. Pues, por suerte o por desgracia, ninguno de los dos ha escrito después nada mejor. En el primero de ellos dijeron lo que tenían que decir (no mucho y no muy bien) y luego han tratado de repetirse sin que se note, pero eso es justo lo que mucha gente está deseando leer. Aventurarse a algo más requiere mucho esfuerzo, algunos ni se imaginan que existe.

  8. Molina de Tirso, quizá la diferencia entre un gran autor y otro mediocre es que, aunque los dos ofrecen siempre lo mismo en sus obras, el primero no cansa ni empalaga y el segundo sí. Saludos.

Responder a Jesus Cotta Lobato Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *