GEMA ESTUDILLO |Consideraba el Borges más ultraísta que el texto poético tiene el poder de multiplicar el significado de las cosas y ampliar la naturaleza del objeto laudado y del creador, en tanto que ambos crecen. Para el poeta porteño, una de las propiedades del poema era el ser capaz de capturar instancias aisladas del yo y, para ello, el estado de conciencia era una condición previa a la escritura imaginativa.
Salvando la distancia generacional y estética, esta idea aparece siempre en mi mente cuando leo algunos de los poemas de Miguel Veyrat ( Valencia, 1938 ), uno de los grandes poetas contemporáneos que más ha ninguneado injustamente la crítica literaria. Periodista de profesión, Veyrat ocupó varios puestos como corresponsal en el extranjero, la dirección de varios periódicos españoles, ocupó cargos de responsabilidad política en la clandestinidad, puso en marcha el mítico programa Documentos TV y todo, al tiempo que cultivaba una de los más coherentes e íntegros oficios poéticos desde 1959, año en el que apareció su primer poemario, Coplas del vagabundo, en una edición de autor. Desde entonces, Veyrat ha publicado casi una treintena de libros en los que se manifiesta una revisión constante de su poética, a la manera de algunos grandes maestros cuya obra no es más que la búsqueda incansable del gran poema, un trabajo de indagación y prospección sobre el significado profundo del ser. A lo largo de algunos de sus libros, a los que podríamos calificar de metafísicos, el poeta, en comunión con la naturaleza, el cosmos o el tiempo experimenta la contemplación, esa conciencia tan borgiana que lo eleva hacia nuevos significados intangibles.
La lengua de mi madre es el último de los libros publicados en el que el poeta, ya a las puertas de un ocaso tranquilo, cierra el círculo natural de la maternidad y augura, de forma también consciente, el regreso al útero materno universal y a una lengua que lo acompañó siempre y que, a pesar de dominar más de cuatro idiomas perfectamente, no fue otra que la propia poesía:
Fue sólo un instante pero
su espíritu fue mío
Soy ahora dueño
de esta aurora líquida
de la conciencia.
Borgiana es también la concepción del tiempo circular que se escurre raudo y que el propio lenguaje es incapaz de atrapar desembocando siempre en el poema:
El aliento seguirá al latido
y tras él el grito
del animal que se tornará
en poema…
Y donde la larga tarea que ha llevado al poema a descifrar lo inefable durante más de cincuenta años, lejos de acabarse, retorna al origen:
Pero ahí comenzó asimismo el combate de los
códigos de lenguaje por el orden
¿ Cuándo se dispersó el habla: cuando al borde
de la angustia asistimos impotentes
al punto donde se cruzan los lenguajes
con el espacio en la línea de partida?
Pues el poeta acepta con resignación la imposibilidad de tal empresa:
Hilo que de nuevo regresa en el copo
a la rueca donde una mano
recupera la sinapsis extraviada […]
Y acaba por entregarse a la tierra-madre:
Ábreme pues los brazos y luego lame
mis heridas mis huesos […]
Hay una imagen idéntica a
mí en el insondable universo a dos
segundos de vuelo de donde te hallas
Agradecemos también sus lectores en este libro que el poeta no haya renunciado a sus tan característicos y criticados encabalgamientos con los que rompe, de manera también consciente, el ritmo sintáctico de los versos.
La lengua de mi madre es, sin duda, un gran libro que hay que saborear despacio y en silencio como los buenos vinos. Está dividido en nueve partes cuyos títulos ya presuponen un ejercicio de conciencia ( Entre las ruinas, La fuente clara, Vuelo cerrado, Insistencias en los oscuro …) evocadora de un enorme caudal poético ( Cernuda, San Juan de la Cruz, Vicente Huidobro…) que Veyrat siempre acompaña con referencias a poetas latinos y remite a otros libros que forman parte de su vasta formación literaria con la que sus lectores, también a la manera borgiana, seguimos creciendo e intentando desentrañar significados.
La lengua de mi madre (Lastura Ediciones, 2023) | Miguel Veyrat |116 págs | 13€
Mi agradecimiento a Gema Estudillo por esta reseña, es enorme. Ha captado perfectamente el sentido del «regressus ad…» que representan los latidos de la lengua de la madre entre los distintos alimentos orgánicos e inorgánicos que recibe el feto en su vientre. Desde vuestra web le envío un abrazo enorme.