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El arte de mover fantasmas en la mente

ROCÍO ROJAS-MARCOS | Leer Asmodeo ha sido una de las tareas más arduas de los últimos tiempos, entrar en el mundo narrativo de Rita Indiana no es tarea sencilla, pero salir de él es salir reforzada. Hace falta una voluntad férrea para adentrarse en cada párrafo. No porque el texto no se sostenga ni merezca que le dediquemos el tiempo de leerlo, sino porque el entramado tejido por la autora necesita de todos nuestros sentidos alerta, necesita de toda nuestra capacidad para dejarnos llevar por el laberinto narrativo creado hasta sentirnos mareados, drogados y con los oídos zumbando. Entonces, es en ese momento cuando podemos perdernos para siempre o sentir la necesidad de seguir leyendo, para continuar de la mano del demonio Asmodeo y saltar al siguiente caballo. Ahí es donde radica la clave de esta novela, Rita Indiana no lo pone fácil, “para leer panfletillos siempre hay tiempo” debió pensar la autora a la hora de crear esta novela soberbia sobre la vida en el Santo Domingo de 1992, en la que los planos de la realidad se solapan y el demonio Asmodeo junto a otros tantos ángeles y demonios que viven interfiriendo en la vida de las personas, van a ir molestando, dictando y complicando la vida de todos aquellos con los que se cruzan. Los van a ir haciendo errar una y otra vez, culpando a los demás de su mala vida, de los delitos y sus faltas. De todo van a ser responsables, o tal vez no, ahí está el caos en el que esta novela nos adentra.

La novlea está estructurada en siete capítulos que corresponden a cada uno de los días de una semana en la que Asmodeo necesita abandonar el cuerpo del roquero viejo que le ha servido de caballo durante las últimas décadas, para encontrar un cuerpo más joven. Está perdiendo cualidades y necesita recuperarse. Tal vez un cuerpo joven le sirva, pero mientras, la semana se va a pasar de uno en otra, de cosa en animal y vuelta a empezar la cadena de saltos por los que Asmodeo tiene que deambular buscando nuevo hospedaje humano: Volví a descender hacia la forma inestable que poseía, una forma debilitada como las telarañitas de las esquinas explicará Asmodeo el lunes cuando empieza su semana. Así, entre saltos de roquero en roquero, de yonqui en vidente o de cuchillo a roquero se va componiendo esta obra extraordinaria, a partir de un lenguaje recargado, casi barroco, diría, que suma a la trenza de la trama la riqueza compositiva que tan singularmente domina Indiana. Además, conforme Rudy, el roquero en días de saldo que ha servido a Asmodeo de caballo durante décadas, empieza a sentirse liberado del poder invasivo del demonio parece que recupera su capacidad de componer décimas para sus canciones. Vuelve a escribir casi de corrido una estrofa tras otra cantando todos los avatares que recuerda de su vida, aquellos por los que Asmodeo le hizo pasar serán ahora letra de sus nuevas canciones. A lo mejor aún tiene esperanzas de volver a triunfar. A lo mejor a Santo Domingo también le espera una nueva historia si se libera de su propio diablo. Ahí parece radicar la metáfora de toda esta obra sorprendente que junto a …estaba sucumbiendo a la única brujería sin antídoto: el paso del tiempo, una de las primeras reflexiones a las que tengamos que enfrentarnos en la obra, la del paso del tiempo, nos adentran en una novela que expande la dimensión del ansia que estos personajes van a ofrecernos de su mundo a medio camino entre el realismo mágico y la realidad de los videojuegos más contemporáneos. Una mirada distorsionada, pero lúcida de la realidad.

Asmodeo (Periférica, 2024) | Rita Indiana |264 páginas | 20€

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