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El fascismo, ese herpes social

MANUEL MACHUCA| En 2022 conmemoramos el centenario del nacimiento de una de las figuras más apasionantes, independientes y libres de la escena cultural italiana del siglo XX. Escritor, cineasta y docente, su obra representa una reflexión profunda en torno al fascismo y su evolución histórica. Es por ello que en tiempos como los actuales, en los que la intolerancia ha encontrado un abono inmejorable, meditar en torno al pensamiento de Pier Paolo Pasolini resulta muy oportuno. Así pues, reeditar estos artículos publicados entre septiembre de 1962 y noviembre de 1975, qué casualidad para nuestro fascismo cañí, es sin duda una invitación al análisis de lo que la sociedad occidental está viviendo casi cincuenta años después de que el artista boloñés cayera asesinado en Ostia.

En estos escritos, Pasolini observa la evolución del fascismo desde los tiempos de Mussolini a uno de nuevo cuño marcado con gran determinación por la nueva sociedad de consumo. Nueva entonces y pletórica en los tiempos actuales, de forma que aquellas claves que el intelectual italiano señalaba en sus escritos, son sin duda dignas de evaluar cuando el primer cuarto del siglo XXI está próximo a finalizar.

La sociedad de consumo había transformado profundamente a los jóvenes, dotándolos, no ya de la disciplina superficial o escenográfica de los tiempos de Il Duce, sino de una disciplina real, que les había robado y cambiado el alma. Como señala en su artículo Fascista, si la palabra fascismo significa la prepotencia del poder, la sociedad de consumo había convertido el fascismo en realidad. De ahí que señalara en aquellos tiempos que aquella democracia cristiana que gobernó durante años en Italia representaba entonces el auténtico y genuino fascismo de su tiempo.

Para Pasolini, el fascismo de Mussolini era un fascismo desaparecido, fascismo arqueológico lo llamaba, que apenas existía como una momia de la historia pasada que no volvería a resurgir. Sin embargo, es la nueva dictadura del consumo, la que rige y controla nuestras emociones, la que ha acabado por imponer el fascismo de una forma más profunda y sin necesidad de fusilamientos. Es mucho más morbosa y satisfactoria la ejecución moral e intelectual, que alarga el sufrimiento y la agonía, hasta incluso lograr que la propia víctima se convierta en su verdugo.

Resulta inevitable tratar de extrapolar el pensamiento del intelectual italiano a los tiempos actuales, en los que vemos cómo ha resucitado de manera vergonzosa el fascismo arqueológico en España y en toda Europa, en abierta o disimulada colaboración con el pensamiento neoliberal, si es que es posible diferenciarlo más allá de en sus formas. Para entender el surgimiento, o resurgimiento, del aporofascismo en nuestra sociedad, basta leer uno de los capítulos, El artículo de las luciérnagas (1975):

«También allí (la Alemania de Hitler) los valores de las distintas culturas particulares quedaron destruidos por la cruenta homogeneización de la industrialización: con la consiguiente formación de aquellas enormes masas que ya no eran antiguas (campesinas, artesanas) pero todavía tampoco modernas (burguesas) y que integraron el salvaje, aberrante e imponderable cuerpo de las tropas nazis.

En Italia está sucediendo algo parecido: y de un modo todavía más violento, ya que la industrialización de los años setenta representan una «mutación» decisiva incluso en comparación con la que tuvo lugar en Alemania hace cincuenta años. […]. Era imposible que los italianos reaccionaran peor de lo que lo han hecho ante un trauma histórico semejante. En pocos años se ha convertido (sobre todo en el centro-sur) en un pueblo degenerado, ridículo, monstruoso, criminal».

Basta cambiar la palabra Italia por España y posponerla en años como consecuencia de nuestro atraso en alcanzar una democracia formal respecto a nuestros primos italianos, para entender en parte lo que hoy está sucediendo. Basta cambiar democracia cristiana por la alianza que gobernará de facto en Castilla y León y que ya lo hace de forma soterrada en Andalucía, Madrid o Murcia, para encontrar pruebas. Basta escuchar las declaraciones del nuevo líder “moderado” Alberto Núñez Feijóo sobre violencia machista o intrafamiliar para constatar lo que nos espera en el futuro sin presumir de dotes adivinatorias más propias de Rappel. Y es que, viendo a algunos de los líderes emergentes en la escena política española y europea, podemos llegar a la conclusión de que quizás Pasolini se quedara corto y minusvalorase aquello de que un nuevo jefe como Mussolini sería algo totalmente inconcebible. Quizás lo fuera en 1975, quizás no tanto en 2022.

La crítica de Pasolini no se circunscribe a la derecha ideológica, sino que también la encuentra en la izquierda. Cómo no encontrar el fascismo, la prepotencia del poder tal y como él la define, en cualquier ámbito del espectro ideológico, cuando para muchos la ideología no es sino el manto necesario tras el que ocultar sus propias ambiciones. Sí, el fascismo también está entre los que dicen ser de izquierdas, aunque hayan tenido, por poner un ejemplo, también los mismos cuarenta años de los que dispuso el dictador, para haber cambiado la formación y realzado la dignidad de los ciudadanos de mi tierra andaluza, y en cambio solo los utilizaron como trampolín para superiores ambiciones, hundiéndolos y convirtiéndolos en un pueblo de mendigos, sea cual sea la clase social. El corazón y el alma robados y convertidos en miarmismo de pandereta.

El fascismo está en todas partes. Es más, su éxito puede que radique en que está en todos nosotros, y todos nosotros sufrimos el riesgo de que un día sea el eje de nuestras vidas. El fascismo es como el virus del Herpes, un virus que nunca se cura porque jamás se marcha de nuestro organismo y que aparece en los momentos en los que nuestras defensas bajan. Un virus para el que no hay cura porque sus tratamientos son superficiales, apenas cosméticos, y al que solo se vence si somos capaces de mantener altas nuestras defensas.

No es de extrañar, por tanto, que en una crisis tan brutal de viabilidad de la especie humana como esta en la que vivimos, incapaces de liberarnos de los negociantes que se han hecho dueños del mundo y de sus energías fósiles, en la que la guerra de Ucrania puede que no sea sino la antesala de lo que puede venir, el fascismo se haya rearmado como jamás soñó el peor de los fascistas. Por eso resulta tan recomendable empaparse del pensamiento de intelectuales honestos, valerosos e independientes como Pier Paolo Pasolini.

Tras leer un libro así, uno no se extraña de que lo asesinaran a los 53 años de edad, en plena madurez y lucidez de su pensamiento. Y, mucho menos, que jamás se supiera quiénes fueron sus asesinos. Mejor dicho, sus autores materiales. Porque, está claro, sus asesinos somos todos.

El fascismo de los antifascistas (Galaxia Gutenberg, 2021) | Pier Paolo Pasolini |Traducción de David Paradela López| 104 páginas| 12,00 € |

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