Años luz
James Salter
Salamandra, 2013
ISBN: 978-84-9838-563-2
384 páginas
19 €
Traducción de Jaime Zulaika
José Martínez Ros
Viri y Nedra Berland son un matrimonio perfecto, modélico. Viri es un cotizado arquitecto. Nedra, una madre de familia elegante y atractiva, habituada a los fastos sociales. Tienen dos hijos, una gran casa en el campo junto al río, una vida activa y, aparentemente, feliz llena de fiestas, picnics, visitas al teatro y a galerías de arte, etc. Sin embargo, bajo la resplandeciente superficie hay una serie de grietas, un montón de secretos familiares: rencores, silencios, aventuras extramatrimoniales en las que vuelcan toda la pasión que parecen excluir en su sofisticada rutina diaria.
Años luz, considerada unánimemente la obra más destacada de James Salter es cualquier cosa, excepto una novela convencional. Al comenzar a leer parece incluso que carece de una intriga, de un argumento claro: nos encontramos con una sucesión de escenas, viñetas, situaciones, conversaciones -en algún caso, incluso levemente banales- que recogen pequeños fragmentos de las vidas de Viri y Nedra a lo largo de su larga relación. La estructura, libre, musical, recuerda más a un poema o, sobre todo, una sinfonía que a la de la mayoría de los libros de narrativa. Ciertos temas, no obstante, van adquiriendo una especial relevancia: la íntima soledad de las parejas, las diferencias entre masculinidad y feminidad, el deseo y el sexo, etc. Todos ellos tratados con una magnífica sutileza gracias a la prosa de Salter, una escritura muy particular y atmosférica, en la que se aprecia la enorme influencia que Hemingway ha tenido sobre él.
Pero, ¿qué es lo que quiere contarnos Salter? ¿Por qué da la impresión de que esta novela no tiene un centro, y todo es fugaz e inestable? Sin embargo, no tardamos en comprender que eso es lo que Salter pretende: el tema de la novela es, precisamente, lo que la vida -con toda su belleza, su vulgaridad y su dolor- y el curso inmisericorde del tiempo hace con dos seres humanos, privilegiados en algunos aspectos y comunes y lamentables en otros. Y para Salter no existe un centro, un significado esencial: la vida humana, y esa es su tragedia, no tiene sentido. Alguien ha comparado esta novela con El árbol de la vida, la gran película de Terence Malick. Para que la metáfora sea más exacta, diría que, en efecto, se asemeja a El árbol de la vida, si hubiera sido filmada por un director no sólo ateo, sino totalmente nihilista.
Ah, y por cierto: la definición “obra maestra” se usa muy a menudo a la ligera. En este caso se puede emplear con toda tranquilidad: Años Luz es una impresionante obra maestra.
[Publicado en Notodo.com]