Agustín Fernández Mallo
Alfaguara, 2009
ISBN: 9788420422343
187 pág.
16 €
Antonio Acedo
El crítico se encuentra sentado delante del ordenador y no sabe qué escribir.
El crítico se encuentra sentado delante del ordenador y no sabe qué escribir.
Debe reseñar el último libro de Agustín Fernández Mallo, el tercero de la trilogía y a su vez el que cierra el Proyecto Nocilla, tras Nocilla Dream y Nocilla Experience.
El crítico se encuentra sentado delante del ordenador y no sabe qué escribir.
No cumplió su palabra de reseñar dos libros al mes y pretende subsanar su falta de compromiso con una buena reseña. Siente la presión y su incapacidad.
El crítico se encuentra sentado delante del ordenador y no sabe qué escribir.
Quizá debería comenzar por hacer una pequeña introducción del autor, unas breves referencias a los dos libros anteriores de la trilogía, al éxito que obtuvo Nocilla Dream, editado en 2006 por Candaya y que supuso que parte de la crítica viera en él una renovación de la literatura española y uno de los autores de referencia de lo que se llamó Generación Nocilla, Afterpop o Mutantes.
Más tarde vendría su fichaje por Alfaguara con Nocilla Experience y la publicación en Anagrama de un ensayo en el que establecía las bases estético-literarias de esa generación. Pero todo esto le parece demasiado académico y aburrido, debe hacer algo diferente, adoptar una impostura literaria posmoderna que sorprenda. Algunos dicen que la novela del siglo XX ha muerto, él piensa que la crítica como género literario nunca nació.
El crítico se encuentra sentado delante del ordenador y no sabe qué escribir.
Posiblemente podría hablar del argumento, de la identidad como tema principal de la novela, de la defensa de la diferencia del replicante o, como diría Cioran, “el caso clínico para luchar contra la monstruosidad de lo absoluto”, podría hablar del solapamiento de superficies que crean las fronteras estilísticas que desaparecen continuamente en la novela, para de esta manera, reflejar un ser idéntico o muy parecido al otro lado, en una continua paradoja. Ni siquiera la muerte podrá calmar este desasosiego. “La muerte esa combustión que genera dos realidades, el humo que se va y la ceniza que se queda”, Italo Calvino. Y es esto quizá Nocilla Lab, una salvación a través de la literatura en un proceso de autoficción, en el que el autor crea un alter ego para dejar de ser, para escapar.
El crítico se encuentra sentado delante del ordenador y no sabe qué escribir.
Acaso tendría que hacer alguna anotación sobre la no estructura estructurada de la novela, sobre una primera parte sin puntos y aparte, contrapuesta al estilo fragmentario que había caracterizado la literatura de Fernández Mallo en sus libros anteriores y que se volverá a dar en la segunda parte de Nocilla Lab. También debería resaltar el brillante final del libro, un comic protagonizado por el propio autor y Vila-Matas. Un ejercicio de descaro literario en el que Fernández Mallo lleva hasta las últimas consecuencias sus preceptos estéticos. Podría hablar de todo esto pero el crítico no está convencido, no es lo suficientemente audaz, es predecible.
El crítico se encuentra sentado delante del ordenador y no sabe qué escribir.
Decide buscar en internet información sobre la novela, encuentra varias críticas pero ninguna añade nada nuevo. Descubre un blog de crítica literaria, Estado Crítico, en el que hay una reseña sobre un libro de Agustín Fernández Mallo, pero se trata del ensayo escrito en Anagrama. En la portada de Estado Crítico ve una columna que anuncia las próximas publicaciones, y en ella aparece Nocilla Lab. Intenta acceder a ella y gracias a sus conocimientos informáticos entra como usuario del blog. La crítica la firma un tal Antonio Acedo y comienza de esta manera:
El crítico se encuentra sentado delante del ordenador y no sabe qué escribir.
Querido Antonio: tan magistral como de costumbre. Abrazos.
Definitivamente estás en la senda de los premios, Antonio (Ah, enhorabuena por lo del otro día). Este artículo se merece el Premio Estado Creacrítico a la mejor reseña del medio año que lleva vivo Estado Crítico. Un abrazo.
Gracias Luis, gracias Juan Carlos. No fui yo, fue el espiritu de la novela que me abdujo o quizá el no espiritu de la novela. No lo sé.
¡Qué grande!
¿Y nadie ha visto un parentesco del personaje Fernández Mallo con el Kitano de ‘Takeshi’s’, peli de hace cuatro años?