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“El horror; el horror”

LUIS ANTONIO SIERRA | Cuando Joseph Conrad puso estas cuatro palabras en boca de Kurtz en su imprescindible novela El corazón de las tinieblas, el autor venía a resumir con ellas la capacidad de nuestra especie para ejercer de manera más que consciente la crueldad más extrema, para convertirse en depredador de sus iguales, para provocar un miedo infinito que solo puede ser concebido por el propio ser humano. A pesar del carácter tan siniestro de esta joya de la literatura universal, he de confesar que tanto esta como otras obras de ficción que, consciente o inconscientemente, tienen al miedo como hilo conductor no han sido capaces de provocar en mí este sentimiento de manera vívida. Quizás ocasionalmente han estimulado algo que puede acercarse a la inquietud, al asco en ocasiones, o cierta tensión momentánea. Pero miedo, lo que se dice miedo, no creo que la literatura haya sido capaz de proponérmelo – al menos hasta la fecha. Al afirmar esto no solo estoy pensando en los clásicos del género, sino en otras lecturas más contemporáneas que pueden encuadrarse dentro de este contexto como, por citar algunos ejemplos, las maravillosas Nefando y Mandíbula de Mónica Ojeda, las inquietantes Cuatro por cuatro y Un incendio invisible de mi admirada Sara Mesa, o más recientemente, la sutil Carcoma de Layla Martínez; todo mujeres, curiosamente – se abre la veda a interpretaciones freudianas.

Sin embargo, existen libros que se salen del ámbito estrictamente literario y cuya lectura provoca auténtico pavor a este reseñista; lecturas que están enmarcadas en el género del ensayo histórico y que nos ayudan a comprender los mecanismos que hay detrás de la violencia, motivadora de multitud de formas de miedo. Con este tipo de narraciones no es difícil acongojarse -y, ¿por qué no?, acojonarse – ante las múltiples facetas del ejercicio de la violencia que somos capaces de perpetrar. Entre los títulos que pueden hacer que el lector se mueva de la silla hasta casi hacerle caer se encuentra El siglo que acabó en sangre, de Óscar Sainz de la Maza, publicado por Sílex Ediciones dentro de su interesantísimo catálogo de ensayo histórico. Esta obra gira en torno al uso de la violencia a través de lo que en el mundo occidental calificamos como terrorismo, fenómeno que, según el autor, tiene sus primeras manifestaciones hacia mediados del siglo XIX y que se ejerce con el fin de subvertir el orden político de un país, una región, etc. Se podría afinar o matizar la definición, pero nos puede bastar como trazo de brocha gorda sobre el asunto. Sainz de la Maza nos ilustra sobre terrorismo internacional de diferentes tendencias, nacionalidades y fines. Lo que es inquietante en todo el libro es la utilización del argumento religioso por parte de prácticamente todas las organizaciones mencionadas por el autor para ejercer y justificar el terror. Si obviamos el caso del Unabomber, prácticamente todos los grupos armados utilizan la religión como argumento de violencia y, por tanto, de horror, ya sean estos musulmanes, cristianos o judíos, ya sean yihadistas, supremacistas o ultraortodoxos. De cualquier manera, no debemos dejarnos llevar por la estela que dejan Alá, Dios o Yahvé – que al fin y al cabo es la misma entidad – como instancias motivadoras de violencia ya que el factor más determinante que subyace a todos estas organizaciones terroristas es fundamentalmente el asalto al poder, el intento de subvertir el orden político establecido ya se trate de los Estados Unidos, cualquier país de Oriente Medio o, parafraseando a nuestro ínclito presidente Aznar, montañas lejanas y desiertos remotos. El caso es que, para alcanzar sus fines, los grupos armados son capaces de caer en tremendas contradicciones y justificar incluso el asesinato de su propia gente, de sus iguales en la religión. Además, con estos mismos fines subversivos van incluso a tener la habilidad de forjar alianzas y compartir trincheras con quienes en otro momento fueron sus acérrimos enemigos en ese afán por alcanzar el poder. Llegado el caso, los caminos de la violencia y el terror son insondables.

Para finalizar, tenemos que destacar otro elemento interesante del libro de Sainz de la Mata que lo hace más atractivo. Nos estamos refiriendo a su tremenda habilidad para narrar hechos y acontecimientos de una manera tan ágil que hace de la lectura del libro una experiencia amena y nada farragosa. Dado que estamos tratando temas complicados con muchas aristas, es de agradecer que a pesar de la complejidad de estos asuntos el autor no se deje llevar por esto y utilice un tono divulgativo que hace, por consiguiente, fácilmente comprensibles asuntos que no lo son. Así da gusto leer historia.

El siglo que acabó en sangre. De Al Qaeda al Diablo de Oklahoma. (Sílex, 2022) | Óscar Sainz de la Maza| 578 páginas | 24,00 euros.

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