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El Maestro las prefiere rubias

las-fascinantes-rubias-de-alfred-hitchcockJOSÉ MARÍA MORAGA | En una escena crucial de la película Hitchcock (2012), el Mago del Suspense (interpretado por Anthony Hopkins) saca de un cajón una serie de fotografías de actrices rubias que han trabajado para él y las despliega con fervor morboso encima de su escritorio. “¡Qué bonicas son todas!” –debe pensar, y en un acto de sexualidad sugerida  se lleva la mano a la “cartuchera”. Más tarde en la peli, su mujer Alma (Helen Mirren) descubre esta colección de cromos y -enfadada- parece decidir echarse en brazos de un galán que la requebraba. Finalmente no lo hace, pero la diferencia de la pareja estriba en que Alma tenía posibilidades reales de tener un lío mientras que el bueno de Hitch con sus rubias se hubiera comido menos que la gata del Vaticano.

¿Parte de la atracción –para Alfred Hitchcock y para sus espectadores– se deriva entonces de la inaccesibilidad de esas rubias gélidas? Parece hasta ocioso afirmar que sí: he aquí un placer morboso, de ‘voyeur’, de pervertido, incapaz de culminar, por definición. Y aunque suene muy feo, un poco grosero lo que estoy diciendo sobre Hitchcock y sus rubias, no quiero que esta reseña tenga un tono chocarrero ni soez; baste decir que cuando ven en la pantalla a esas diosas rubias tan inalcanzables ni Hitchcock ni el espectador las querrían para jugar al croquet, precisamente.

Ah, pero a nosotros nos queda la sublimación de todo eso: el cine, y el único rastro certero  -la única prueba- son las excelentes películas que conforman la obra de Hitchcock. Excelentes en más de un sentido, el tema de las rubias no es sino un aspecto, pero da la casualidad de que es en lo que se fija un librito muy coqueto que ha sacado Periférica: Las fascinantes rubias de Alfred Hitchcock, del intelectual francés (profesor, crítico, autor) Serge Koster. El señor Koster, armado de abundantes lecturas sobre el director inglés (el libro de las conversaciones con Truffaut, la biografía de Donald Spoto…) y de una creatividad postestructuralista, se propone desentrañar el revés de la trama de la obsesión por las protagonistas rubias en algunas de las películas más clásicas de Alfred Hitchcock, recurriendo a la metodología de la sospecha. Después de todo, ¿no se trata de desenmascarar a un pervertido (aparentemente beatífico)? ¿En qué mejor arena se han batido sexo, represión y dobles sentidos que en el Psicoanálisis, y por metonimia en la Teoría Literaria, que hoy llamaremos Cultural?

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Tras un prefacio sugerente, Koster analiza cuatro rubias (perdón por la cosificación continua del cuerpo femenino, pero es que el libro es así) “de Alfred Hitchcock”, a saber: Grace Kelly, Kim Novak, Eva Marie Saint y Tippi Hedren. A lo largo de menos de ochenta páginas el autor atribuye a cada una de las cuatro cualidades en el imaginario fantasmagórico-sexual del director de cine. Sin destripar el libro, Grace Kelly sería la perfección inalcanzable, Kim Novak la tentación a su pesar, Eva Marie Saint una suerte de encarnación del amor y Tippi Hedren el reprimido objeto de una venganza sádica. En otras palabras: a Kelly la adoraba pero se le escapó (del mundo del cine), Novak fue un bombazo aunque a él no le agradaba, Saint fue la ‘partenaire’ perfecta del perfecto hombre de acción hitchcockiano (Cary Grant) y a Hedren la hizo sufrir porque rechazó sus atenciones, que al parecer en este caso sí fueron más allá de la contemplación embelesada.

Koster analiza ciertos mitos, símbolos o leitmotivs (la postergación del deseo, el matrimonio, la frigidez…) que encuentra en las películas que protagonizaron estas cuatro actrices para sacar sus conclusiones, que contrapone con hechos objetivos y con las palabras del propio Alfred Hitchcock a quien, francamente, o nos lo tomamos como un guasón salidillo o acabaremos cogiéndole un poquito de asco por lo sicalíptico y rijoso. Los cuatro ensayos de las cuatro actrices son muy interesantes y están muy bien argumentados pero no son amenos. Tampoco la obra (que recomiendo al ciento por ciento, no haya duda) tiene voluntad exhaustiva: poco se dice de otras heroínas hitchcockianas como Ingrid Bergman o Vera Miles y nada de algunas tan señeras como Joan Fontaine o Janet Leigh. Pese a todo el libro compensa, porque si al lector le ha llamado la atención un volumen titulado Las fascinantes rubias de Alfred Hitchcock con una foto en la portada de Grace Kelly saliendo de entre una especie de cortinas-vulva, entonces se lo tiene que leer obligatoriamente. Y porque -aunque el sexo sea su combustible- el libro no es tan guarro como a lo mejor yo he dado aquí la impresión involuntariamente. Todo está tratado con gran rigor teórico e intelectual, siempre (salvedad sea hecha) desde una perspectiva exclusivamente masculina heterosexual, entiendo que por ser la de Alfred Hitchcock. Y si lo quieren ustedes en román paladino, corran a comprarlo, antes de que lo prohíban las feministas.

Las fascinantes rubias de Alfred Hitchcock (Periférica, 2015), de Serge Koster | 88 páginas | 13,50 € | Traducción de Manuel Arranz

admin

Un comentario

  1. No entiendo lo de la gata del Vaticano. Mi madre tampoco. Cree el reseñista que por el hecho de que el mundo en el que vive contemple el celibato no va disfrutar el animal (me refiero a la gata)? En un viaje a Roma llevamos a Micho y vino más feliz que el Papa Francisco cuando hay parrillada en San Pedro. Escroto brillante de amor.

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