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El manotazo de Owens

ANA BELÉN MARTÍNEZ | Delia Owens (Georgia,1949) es una escritora estadounidense que el año pasado se convirtió en la autora más leída de su país con el libro La chica salvaje (Ático de los libros, 2019). Esta zoóloga de profesión pasó alrededor de veinte años de su vida en África hasta que finalmente se establece en un rancho de Idaho, al noroeste de Estados Unidos, y decide levantarse cada día sobre las cuatro y media de la madrugada para dedicarse a escribir la que será su primera novela, a los 70 años de edad. La chica salvaje narra la historia de Kya, una joven que sobrevive al abandono familiar y a la soledad desde niña en un pequeño pueblo de pescadores de Carolina del Norte. Kya vive en plena naturaleza, en las marismas, y posee una sensibilidad especial para comunicarse con el entorno en el que habita. La quietud en la que vive se rompe cuando un hombre aparece muerto y la señalan como culpable. A través de la tercera persona, se irán intercalando capítulos breves, que narran el pasado y origen de Kya, con el presente y la investigación policial.

Cuando una se acerca a este tipo de libros, un pelín voluminoso (casi 400 páginas), le asalta la duda, a priori, de cuánta paja puede contener o de si su ritmo narrativo será tan «trepidante» como suelen apuntar las fajas decorativas. Abrimos el tomo y nos tropezamos con un mapa situándonos los escenarios de la historia (con dibujitos de gaviotas y árboles incluidos). Bueno, un «capote» para nuestra imaginación o lo mismo el escenario es real e incluso podemos viajar algún día a visitarlo… no sabemos. Estoy dispuesta a sujetarme a la mano de Delia Owens y no soltarme hasta el final. Pero Delia Owens me pega un manotazo que hace daño en el segundo capítulo, al narrar la infancia de Kya. ¿Por qué, Owens? La pequeña Kya de seis años vive con su familia en una vieja cabaña de las marismas. Un día la madre hace la maleta y se marcha. La seguirán, poco a poco, todos los hermanos, salvo uno de ellos, que la cuida y se convierte en un faro de luz para la niña. Hablo del manotazo de la autora, cuando me obliga a creer que el amoroso hermano, que tanto quiere a Kya, la abandona igualmente y la deja junto a un padre disfuncional. ¿A una niña de seis años? ¿Por qué nadie se la lleva? No, no, no. El resto de la historia sigue como suelen continuar las historias de «ritmo trepidante» y previsible. La pobre Kya sale adelante por ella misma. Kya se enamora. Kya sufre un desengaño amoroso. Kya rehace su vida. Kya sospechosa de asesinato… Y el juicio final que se dilata como un chicle kilométrico de Boomber. Owens nos mastica demasiado las descripciones, hasta el punto de precisar detalles nimios, como el color y el vestuario de la protagonista cada vez que tiene una cita. No obstante, la atmósfera natural en la que se mueven los personajes está conseguida. Quizá lo más atractivo de esta novela radique en el uso de conocimientos de zoología y su paralelismo con el proceder de los personajes. Además de algunos de los pasajes poéticos en los que se insertan versos de diversos autores, como Emily Dickinson, mediante los cuales la protagonista extrapola su estado emocional.

La chica salvaje (Ático de los libros, 2019) | Delia Owens | Traductor Lorenzo F. Díaz | 384 páginas | 17,90 euros

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