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El mar en un estanque

MANUEL MACHUCA| La editorial sevillana Extravertida que dirige Jaime Romero acaba de publicar la traducción al castellano de la primera autobiografía de una mujer bengalí, escrita por Rashsundari Dasi (1809-1899), y que se dio a conocer por primera vez en 1876 en Calcuta, cuando la autora contaba ya con sesenta y siete años de edad.

La obra que aparece en nuestro idioma es una edición y traducción de Arundhati Bhattacharya, que realiza a partir de la tercera versión que se publicó en la India y que prologó en aquel momento Jyitirindranath Tagore, hermano mayor del más conocido Rabindranath Tagore. Se estructura en dos partes, que a su vez se dividen en capítulos a los que antecede siempre una composición poética dedicada a Dios por parte de la autora. La primera parte, que comprende la obra originaria que se publicó por primera vez, consta de quince capítulos; la segunda, escrita cuando la autora tenía ochenta años, la integran únicamente tres, en los que hay muchas repeticiones de los recuerdos de su vida que ya aparecen en su mayoría en la parte que la precede. El texto se completa con unas notas de la traductora y un epílogo aclaratorio de cuestiones geográficas y religiosas que ayudarán a entender el contexto histórico y la ambientación en la que se gestó la obra.

Más allá de su valor literario, Mi vida goza de un indudable atractivo histórico por el hecho de haber sido escrito por una mujer en el siglo XIX, una época en la que en el Indostán a la mujer le estaba prohibido no solo aprender a leer y a escribir, sino tan siquiera poder tocar un libro.

Rashsundari Dasi era una mujer muy religiosa a la que su familia casó cuando contaba tan solo doce años de edad, momento en el que, siendo aún una niña, tuvo que abandonar su casa e integrarse en otra familia desconocida. Durante su matrimonio, tuvo doce hijos, de los que fallecieron siete. Resulta increíble la forma en la que primero consiguió aprender a leer a escondidas. Un mérito invaluable el de esta mujer y que, sin embargo, ella se lo resta a sí misma y se lo otorga a Dios, que le dio, como señala en el texto, la fuerza para trabajar como diez personas y así poder organizar y alimentar a una extensísima familia y sirvientes en la que ella era la última para todo.

Difiero de la editorial al presentar este libro como autobiográfico. Es evidente que la autora cuenta no pocos episodios de su vida, aunque rehúya tocar aspectos tan esenciales en una mujer casada y con doce hijos como el de la relación con su esposo. Un esposo que apenas aparece, y de forma tangencial, en alguna que otra línea del texto y al que finalmente le dedica todo un capítulo, el decimocuarto de la primera parte, que consta de ¡tres páginas!, siempre y cuando, claro, contemos como parte del mismo su primera página, el poema dedicado a diferentes deidades locales.

La obra no es autobiográfica ni tampoco feminista, por mucho que trate de la vida de la autora y por muy meritoria, extraordinariamente meritoria, que haya sido su vida, un ejemplo para destacar las capacidades de las mujeres en una época y en un lugar en los que ellas eran poco menos que unas parias, teniendo que alimentar primero a toda su familia y a sus sirvientes varones antes de que ella pudiera probar bocado.

El libro es, afirmo, una obra religiosa, porque Dios es el centro de todo y la vida de la autora una mera excusa para alabar a Dios. Un Dios, por cierto, tan parecido a otros con los que convivimos en occidente y que me lleva a confirmar mi percepción de que las religiones no tienen que ver con poderes divinos sino humanos. Y dentro de los humanos, el de los hombres.

La biografía es la excusa para relatar su experiencia de Dios. Y en ella, la autora afirma su convencimiento de que no es ella como mujer la que ha sido capaz de romper las barreras impuestas por los hombres, sino Dios. Dios es el todopoderoso y, por tanto, nada es posible sin su fuerza, nada tiene mérito sino su designio (divino).

Muerdes como una serpiente y curas como un chamán,

das órdenes como un magistrado y golpeas como su peón.

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Nadie puede ir más allá de lo que el destino determina,

ni Brahma, ni Vishnu. Ni siquiera Maheshwara.

Vaya por delante el respeto a las creencias de cada cual, nada que objetar al respecto. Pero la gran tragedia de no reconocerse a ella misma su inmenso esfuerzo y su heroicidad al contravenir el orden establecido, diluye su fuerza y su influencia emancipadora sobre las otras mujeres que podrían, y deberían, haberse contagiado de sus acciones. La fuerza de Dios es aquí la debilidad del ser humano, de las mujeres en este caso, porque esa fuerza que le otorga diluye por completo la posible influencia que hubiera podido tener en la liberación de las que estaban a su alrededor. No hay mérito en la autora, a decir de la autora misma, todo el mérito es de Dios. Y si es de Dios, no hay esfuerzo que valga ni que merezca la pena en la humanidad salvo aspirar a alcanzar la gracia divina de forma personal. No hay responsabilidad colectiva sino individual en la consecución de los logros. Ahí está el origen de la culpa, quizás uno de los sentimientos más invalidantes y castradores que puede sentir el ser humano.

No hay feminismo en la obra. El hecho de que el libro no se publique hasta cuatro años después de la muerte del esposo es bastante sugerente de ello. Sí hay, en cambio, una dura descripción de las condiciones de vida de las mujeres de la época. No hay crítica sino aceptación, ese mandato religioso que pone palos en la rueda del progreso. Y si quien sufre, quien lucha y consigue, no reconoce su sufrimiento injusto, su lucha heroica y sus logros, sus acciones acaban siendo estériles por improductivas, por la imposibilidad de trasladar una lucha que no se reconoce, y por tanto no existe, a otras mujeres que padecen la misma tragedia. Solo el tiempo y el reconocimiento de la vida de Rashsundari Dasi por otras mujeres conscientes de su sufrimiento y de su necesidad de luchar por la igualdad, permitirán iniciar el camino de la liberación, pero eso tendrá que ser después, cuando haya quien pueda mirar el texto con otros ojos diferentes.

Mi Vida, por insistir en su carácter religioso, sería la obra de una mártir que falleció sin ser consciente de la justicia de luchar por la igualdad entre hombres y mujeres. Porque la religión, como dice en una frase la autora de este libro, tiene la capacidad de encerrar al mar en un estanque. Y eso es de por sí, una tragedia.

Publicada previamente en la web de Tres pies al gato.

Mi vida (Extravertida, 2021) | Rashsundari Dasi | Edición y traducción de Arundhati Bhattacharya | 164 páginas| 17,50 €

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