0

El oficio del copista

JOSÉ IGNACIO FERNÁNDEZ DOUGNAC | Siempre que leo un nuevo libro de Tomás Hernández Molina, admiro cómo ha quedado ensamblada cada pieza, con la misma precisión que las teselas de un mosaico. Algo parecido ocurre con el conjunto de sus poemarios, que, desde 1981, van trazando una honda reflexión sobre la belleza y el horror, con tanta coherencia como buen hacer literario.

Ahora nos presenta El esfuerzo del copista (XXVI Premio Internacional de Poesía “Antonio Machado en Baeza”). Dividido en tres núcleos (el que da título al libro seguido de “En la sombra del agua” y “Antología Palatina”), desarrolla un discurso metaliterario cargado de admiración por los clásicos y rebosante de un inteligente sentido común, capaz de desmitificar respetuosamente el acto de escribir y la endiosada figura del poeta. El axioma borgiano de que la literatura se hace de literatura sobrevuela por estos versos, aunque Tomás Hernández apostilla certeramente que la creación también se nutre del gozo individual que conmueve o del dolor colectivo que perturba. Si el “copista” requiere del “esfuerzo”, se distancia del frío acto de trasladar un texto de un lugar a otro. Escribir es reescribir. Pero siempre ha de quedar un sello indeleble, el trazo fugaz que moldee un universo propio, el gesto que expresa lo mismo que tantas veces pero transmitido con un susurro inconfundible. Y este es el sentido de la magnífica miscelánea final que recrea algunos epigramas de la “Antología Palatina”.

Si en su libro anterior, Donde duermen los pájaros, Tomás Hernández homenajeaba al poeta puro, representado por Rilke, deseoso de oír “la voz de un ángel” en la torre de Munzot, aquí nos encontramos con la presencia de una persona corriente que trabaja en la banca y, en su soledad, “desmigaría los versos sobre el papel dispuesto, / como si alimentara pájaros invisibles” (“La mano del poeta”), o con alguien a quien su compromiso político lo ha condenado mortalmente al exilio (“Paisajes paralelos”), o con el recuerdo de un amigo (“O páramo”, “Guarda que luna”).

Hay más, mucho más en este libro donde un hombre común camina una mañana por el puerto, mira con sencillez el paso del tiempo, se admira del “peso de la luz” y le repugna la violencia machista. Un hombre que disfruta del instante sagrado y que asimila, en palabras de Wordsworth, el “choque de una tierna sorpresa”. Y luego, tras retirarse para remansar los sentimientos, se dedica al insólito y noble oficio de “copista”, ese acomodo que nos ayuda a compartir más gratamente la vida.

Firma invitada: José Ignacio Fernández Dougnac es miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada

El esfuerzo del copista (Hiperión, 2023) | Tomás Hernández Molina | 77 págs. | 12,00€

admin

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *