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El paraíso de la siesta

ANA BELÉN MARTÍNEZ | En el diario íntimo Mis paraísos artificiales (1976) Francisco Umbral dedica unas páginas al sueño. Lo define como el «revés de la vida», esa otra mitad que aguarda callada como un sótano lleno de trastos. Para el escritor «los sueños son inquietantes por inútiles, por estériles, por reveladores». Una vez al mirar un cuadro, en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, me acordé de ese sueño tan placentero que surge justo después de comer. En la imagen aparecía una mujer desnuda y recostada de espaldas sobre unas telas de terciopelo azul. La atmósfera azulada contrastaba con la blancura de la piel de la modelo. El cuadro al que me refiero es Reposo (1889), del argentino Eduardo Schiaffino. La pintura, que fue tachada de indecente en su día, no hace otra cosa más que invitarnos al descanso y al sosiego. ¿Es acaso eso un pecado?

Y es que el sueño da para mucho, y en el caso de la siesta encontramos hasta expertos. Tal es el caso del escritor Miguel Ángel Hernández (Murcia, 1977), quien desde hace años publica a diario un tuit dedicado a ese ratito de desconexión relacionado con algún tema de actualidad. Para el murciano la siesta es un asunto tan notable que le ha valido la escritura de un breve ensayo titulado El don de la siesta: Notas sobre el cuerpo, la casa y el tiempo. Virginia Woolf hablaba de buscar «un cuarto propio», Miguel Ángel Hernández —por su parte— nos invita a buscar «un tiempo propio»: tan solo hay que ponerse el pijama, bajar la persiana y echarse un rato sobre la cama o el sofá. La siesta es una maniobra de escapismo por la que no debemos sentirnos culpables. Miguel Ángel Hernández presenta argumentos de sobra para instalarla, sin temor, en nuestra rutina siempre que se pueda. Acude para ello a teóricos en la materia como Mathew Walker o Thierry Paquot; también se asoma a la siesta en la literatura de la mano de Marguerite Duras, Gabriel García Márquez y Ottessa Moshfegh, entre otros, o detiene la mirada para observar la siesta en el arte e incluso en el cine. Se introduce, además, en las siestas de celebridades como Napoleón Bonaparte, Dalí, Albert Einstein… hasta caer en la cuenta de que esta práctica, hasta hace bien poco, ha sido un privilegio más masculino que femenino.

El don de la siesta resulta un ensayo apetecible para todos aquellos amantes del sueño, por los datos y las referencias que aporta sobre la cuestión. Tampoco conviene olvidar el buen sabor de boca que deja al leerlo tras reencontrarnos con el universo propio que tan bien dibuja el autor de El dolor de los demás: su espacio familiar convertido en literatura, las «siestas de los mayores» en la huerta de Murcia, la historia de la segunda esposa del abuelo… Ese color cotidiano que lo caracteriza y que tanto nos atrapa.

Este librito le da valor a algo que realmente lo tiene. Es todo un manifiesto prosiesta en contra de asumir ese momento de paz e interrupción como un medio que únicamente beneficia a la productividad capitalista. Miguel Ángel Hernández aboga por «una siesta prohibida, perezosa, insensata, hedonista. La siesta como vicio, como placer culpable, insano, casi prohibido».

El don de la siesta (Anagrama, 2020) | Miguel Ángel Hernández | 128 páginas | 8,45 €

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