ILYA U. TOPPER | Chica encuentra chico. La chica es prostituta y el chico es un fotógrafo que empieza a interesarse por las mujeres que hay detrás de esa mampara de sonrisas que exhiben en la calle. Un chico que es, de cierta manera, un alma pura entre tanto hombre que en las chicas de una vida supuestamente alegre solo ve una fuente para esa imitación barata de sexo que los hombres llaman sexo. Si añadimos que la chica es prostituta porque viene de una familia campesina de uno de esos pueblos lejanos para trabajar en una fábrica y ha ido cayendo de engaño a engaño hasta acabar en la casa Moonflower… entonces tenemos ya el perfecto escenario decimonónico, en alguna parte entre Zola, Maupassant y Goncourt ¿verdad? Si no fuera porque todo esto transcurre en China. En la China de hoy.
Y como es la China de hoy, aquí no basta con un cabaret, algún conde y chicas con ínfulas de actriz. También hará un cameo la mafia y anda por ahí el Partido, es decir el Gobierno. Porque la prostitución en China está prohibida, o eso dice la policía. Lo dice cuando le conviene, claro, por si ha habido alguna directriz del partido o han bajado los sobornos; el resto del tiempo le conviene mirar para otro lado. Como en todas partes.
Y como en todas partes, en el pueblo de Loto –así se llama ella, también es universal lo de ponerse nombres de flores– no pueden saber a qué se dedica ella de verdad: sería un drama. Deben creer que trabaja en un restaurante de bastante nivel, lo que le permite enviar dinero a casa y mantener la familia, financiarle los estudios al hermano. Porque un sueldo en las fábricas de textil, donde trabajan cientos de miles de chicas recién llegadas del campo, no lo permitiría. Así es el capitalismo salvaje heredero de lo que algunos llamaron comunismo en su momento: del capitalismo de otras partes del mundo solo lo diferencia el detalle de que las trabajadoras tienen aún menos derechos, porque al poder del capital se añade la ausencia de libertades. Y no hablemos ya de libertades sexuales: el sexo es un artículo en venta incluso para formar pareja. Dejar de ser prostituta es fácil si das con un hombre que tiene los posibles de pagarse una concubina en exclusiva. Algo no muy distinto al matrimonio clásico burgués, si lo pensamos bien. Salvo por aquel detalle del amor, claro.
En este cuadro cae Bing, el fotógrafo, de momento como un observador casi imparcial desde detrás de sus lentes. Pero ya lo dijo la ciencia de la nanofísica que no se puede observar ningunas partícula sin influir en su comportamiento. Y así, Bing se va convirtiendo de observador en acompañante de Loto, primero, y luego…
No, no les voy a spoilear el romance. Está bien contado, muy creíble, tierno, en la precisa medida de sus personajes. Con sus dudas a cuestas, su pasado, sus ambiciones: sí, también el fotógrafo tiene un pasado, una exmujer, una hija, y de repente – gracias precisamente a sus reportajes sobre la prostitución– tiene posibilidades de un futuro brillante. Sí, el Partido es así, sabe premiar a los talentos rebeldes y encauzarlos hacia proyectos donde puedan ir creciendo y acomodándose. A condición, claro está, de no tener relación personal alguna con algo tan sucio como las prostitutas.
Así que el nudo de la novela no es el romance sino lo que viene después. Y está igual de bien contado, con un lenguaje siempre sencillo y cercano, y casi siempre con un ritmo preciso, raramente extendiendo un diálogo más allá de lo necesario. Y las distintas figuras secundarias – la ex, el mafioso, la oscura prostituta de lujo, el periodista demasiado cercano al poder…– mantienen en cada momento un arco de tensiones suficientemente alto como para querer pasar página tras página, a ver si el siguiente capítulo acaba bien o mal. Que hasta el final no se sabrá por dónde llevará a cada uno el vórtice de las fuerzas desencadenadas por el reportaje fotográfico.
No se lo contaré yo. Léanlo. No es que yo sepa mucho de China, pero si quisiera informarme sobre cómo pulsa el país, desde abajo del todo hasta arriba del todo, esta es la novela que quisiera leer.
Loto (Renacimiento, 2018) | Lijia Zhang | 430 páginas | 20,81 € | Traducción del inglés: Aurora Rice