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Deprisa, deprisa

TIEMPO REGALADO

RAFA CASTAÑOCuando tenía 21 años fui uno de los muchos jóvenes que se sumaron al movimiento 15-M. Han pasado unos años y, como ocurre siempre, en algunas cosas me he caído del caballo y en otras no me he bajado del burro. Aún recuerdo que, con emoción e ingenuidad, quise leer libros que reforzaran mi forma de pensar, para armarme de argumentos más sólidos. Abrí La rebelión de las masas, porque con ese título ustedes me dirán. Estaba seguro de que sería un llamamiento a las trincheras. Como saben los que lo han leído, sin embargo, Ortega no habla de la rebelión de las masas en un tono reivindicativo, sino admonitorio. Junto con El pez en el agua, las memorias sentimentales y políticas de Vargas Llosa, este ha sido el libro que más me ha hecho replantearme algunas de mis opiniones y, sobre todo, prejuicios.

Algo parecido me ha ocurrido con este librito de Andrea Köhler. Yo pensaba que estaba dirigido a ese ciudadano medio de 2018 que ocupa su tiempo en mirar el móvil o, en su defecto, buscar un cargador. La atención constante que nos exigen las máquinas, la colonización de nuestro tiempo, el acoso al que se ven sometidas nuestra atención y memoria, son un problema de Estado. ¿Recuerdan esa peli de Woody Allen en la que los personajes se meten alegremente unas rayas de cocaína como si fuera lo más normal del mundo? Efectivamente: era lo más normal del mundo, y hoy sabemos cómo acababa la historia. Dentro de unos años pasará lo mismo con la adicción a Internet, que encima es mucho más barata. Cada vez soy más consciente de la suerte que he tenido al vivir a mitad de camino entre lo analógico y lo digital.

 El tiempo regalado, decía, no es un manual o decálogo para gente con prisas. O quizás sí, pero también mucho más. Su concepto central es la espera, y sus breves capítulos radiografían todas sus ramificaciones: la ausencia de la madre, la espera de alguien que nos ama o, quizás, ha dejado ya de hacerlo, el aburrimiento, la conquista del tiempo y el espacio en los viajes o las comunicaciones.

Cada capitulito unos con más fortuna que otros trata de dilucidar, o tan sólo contar, qué hace la espera en nosotros y qué debemos esperar nosotros de la espera. No sé si esto que voy a contar es una fortaleza o una debilidad del libro, pero la mayoría de los pasajes que me han deslumbrado y cambiado mi mirada eran de otros autores. Es también mérito de un escritor saber elegir y disponer las citas oportunas, pero es también cierto que uno espera más de un ensayo, es decir, uno espera que estas sean, no sólo por su cantidad sino también por su peso, un aderezo, no el ingrediente principal del plato. Me refiero a los textos de Kracauer, Beckett, Cioran o Hartmut Rosa, muy interesantes todos.

Gregorio Luri, que escribe un provechoso epílogo, también cuajado de citas, apunta al principal defecto del libro: «Köhler a veces bordea el dramatismo». Sobre todo en las dos primeras partes del libro «Un miedo genuino» y «Tiempo sentido» se hace notar, a veces, un pensamiento neurótico, especialmente en los intermezzos que, como breves pausas poéticas u oníricas, intercala la autora. Son alusiones a veces demasiado específicas, intuyo que personales, que no han funcionado conmigo. Lo mismo me pasó con los pasajes autobiográficos de Wanderlust. Una historia del caminar (Capitán Swing, 2015), de Rebecca Solnit, quien conseguía, al menos, una mayor cohesión entre lo personal y lo histórico.

Pese a estos defectos, El tiempo regalado va creciendo en su lectura, haciendo honor a esa espera que, como se dice en un punto del libro, da a nuestra existencia «una dirección y un fin». He disfrutado las palabras que Köhler dedica a las heroínas suicidas de la literatura decimonónica, a la obra de Beckett, al mito de Penélope o a esa «era de la aceleración» que nos tiene a todos encadenados: «La aceleración de la comunicación no nos ha librado de los padecimientos de la espera. Al contrario, al sincronizarse la expectativa y la velocidad de su cumplimiento, la impaciencia parece haber aumentado».

No sorprende el éxito de este libro va por la quinta edición cuando escribo esto, no sólo porque habla de uno de los más graves problemas de nuestro tiempo, sino también porque, sabiendo a qué público se dirige, se estructura en capítulos muy cortitos. Lo mismo le está pasando a Herder con los libros de Byung-Chul Han. El tiempo regalado es por ello un libro excelente para que quien viva de espaldas a sí mismo empiece a entrenarse en la reflexión y sus dolores, a habitar esos espacios vacíos que llenan nuestra vida. Porque eso es lo que defiende la autora, con unas palabras que recuerdan a El mito de Sísifo de Camus: «Solo al ensimismarnos llegamos sin darnos cuenta más allá de la espera. Porque en realidad la espera acoge no solo el miedo y la falta, sino también la feliz anticipación de su clausura con su potencial de estar plenamente presente sin conciencia. Tal es la promesa del sueño».

El tiempo regalado (Libros del Asteroide, 2018), de Andrea Köhler | 152 páginas | 15.95 € | Traducción de Cristina García Ohlrich | Epílogo de Gregorio Luri

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