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El timo de la estampita

53d380790e1096f56f1b9e37ef4cb864FRAN G. MATUTE | En 1952, Harry Smith compiló la Anthology of American Folk Music (Folkways), pieza seminal en la recuperación del folclore musical norteamericano al incluir grabaciones perdidas realizadas entre los años 1927 y 1932; en 1959 vio la luz el no menos fundacional The Country Blues (Folkways), recopilación que acompañaba al libro del mismo título firmado por Samuel Charters, uno de los primeros estudios sobre los orígenes de la música popular en Estados Unidos; en 1961, el sello Columbia lanzó The King Of The Delta Blues Singers, que reunía gran parte de las grabaciones realizadas por Robert Johnson en los años treinta.

Hubo algunas más, pero estas tres recopilaciones (junto al trabajo antropológico iniciado por John y Alan Lomax para la Library of Congress) resultaron fundamentales para el devenir de la música popular. La cuestión es que este material recuperado tuvo principalmente dos destinos: el primero, formar parte de los repertorios de los nuevos músicos de rock; el segundo, ayudar a consolidar un patrimonio cultural tremendamente disperso satisfaciendo de paso una de las grandes pulsiones humanas: la del coleccionismo.

Como ya se ha dicho, todas estas recopilaciones reunían grabaciones realizadas en las décadas de 1920 y 1930, publicadas en su día en discos de 78 rpm, un formato incompatible con la mayoría de los nuevos equipos de reproducción musical de finales de los años cincuenta. Los discos de 78 rpm se convirtieron entonces en piezas obsoletas para el mercado (que se había pasado al single de vinilo de 45 rpm), dejaron de ser consumibles y se transformaron en objetos de colección. Y a eso se dedicó Robert Crumb durante buena parte de su vida: a coleccionar discos antiguos de blues, jazz y country.

De aquella pasión, compartida con su amigo el cineasta Terry Zwigoff, surgió la obra que hoy nos traemos entre manos. A mediados de los años setenta, Crumb y Zwigoff formaron la banda R. Crumb And His Cheap Suit Serenaders, dedicada a reinterpretar canciones de las décadas de 1920 y 1930. Como todo coleccionista sabe, los discos se intercambian del mismo modo que las estampitas. Cuenta Zwigoff en la introducción de este libro que un buen día consiguió que Crumb le hiciera un dibujo de una banda de jazz a cambio de un rarísimo disco de 78 rpm que él poseía, y así es como el dibujante le cogió el gustillo a eso de retratar músicos añejos.

Crumb comenzó a dibujar cromos sobre pioneros del blues, del jazz y del country con la idea de que se incluyeran en los discos editados por Yazoo Records, compañía discográfica dedicada a la recuperación de este tipo de música. Cada retrato iba acompañado en el reverso por un breve texto sobre cada artista. Aquellos cromos terminaron finalmente publicados en los años ochenta de forma conjunta, como si fueran barajas de cartas, en dos colecciones diferentes que son las que se recopilan ahora en este Héroes del blues, del jazz y del country. Quizás para compensar la pérdida del formato que tenían originariamente los retratos, el libro viene acompañado de un fantástico CD con veintiuna canciones del período seleccionadas por el propio Crumb.

Hasta aquí todo bien, todo excelente. Los dibujos son fantásticos, la selección es maravillosa. La edición es una cucada, exquisita. Lo único que no me cuadra es el precio. Teniendo en cuenta que lo más llamativo (lo único llamativo) del libro son los dibujos de Crumb, teniendo en cuenta que el CD está formado por canciones grabadas entre 1927 y 1931 (que dudo que tengan copyright), no entiendo cómo es posible que la edición original de este libro (sin traducir) cueste alrededor de 12 euros y aquí haya que pagar 25. Con todo, no deja esto de tener su gracia: discos cambiados por cromos, cromos cambiados por libros. Todo vale para un coleccionista, salvo quizás pagar más por un facsímil que por un original. Eso es lo que vulgarmente se llama el timo de la estampita.

Héroes del blues, del jazz y el country (Nórdica, 2016), de Robert Crumb | 240 páginas | 25 € | Traducción de Ana Momplet | Introducción de Terry Zwigoff

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