CAROLINA EXTREMERA | Buscando datos sobre Robert Seethaler con intención de escribir esta reseña, leo que además de escritor es también actor. Y no solo eso, sino que aparece en La Juventud de Sorrentino en el papel de un montañero en Suiza que es profesor de escalada. Indagando más, encuentro una entrevista en el ABC Cultural donde el autor habla de su pasión por la montaña y su relación desde la infancia con los teleféricos y la nieve. Y ahora comprendo mucho mejor por qué Toda una vida te va conquistando poco a poco con su sencillez y su precisión.
La novela narra la vida de Andreas Egger, un cabrero que vive durante buena parte del siglo veinte en un pueblo de los Alpes y sufre enfermedades, accidentes, desastres naturales y toda la dureza de su época, desde 1921 hasta los años ochenta. Al comienzo, el libro no parece gran cosa. De hecho, decepciona un poco a causa de algunas frases filosóficas que parecen destinadas a enseñarnos sobre la vida. Pero hay que tener un poco de paciencia y pronto el tono sentencioso desaparece por completo para dar paso a una narración mucho más fría y pausada, precisa y a ratos llena de belleza sin ningún recargo o artificio.
En solo ciento cuarenta páginas el autor nos lleva por casi setenta años de la mano de un personaje que apenas habla, que no sabe ni cuáles son sus sentimientos y que no tiene apenas ambiciones o aspiraciones de ningún tipo. Se puede decir que casi no sale del mismo pueblo –y solo lo hace durante la Segunda Guerra Mundial– en el que el progreso se va infiltrando muy poco a poco, casi de forma imperceptible pero tan firme que, de repente, ha cambiado todo. Asistimos a la construcción de un teleférico, a la llegada del hombre a la luna –que resulta ser igual de relevante que la primera aparición de Grace Kelly en televisión– y, sobre todo, asistimos al paso de las estaciones y del frío continuo, los aludes, la nieve y las tormentas. Las tragedias transcurren al ritmo que marca la propia intemperie. “El olor a carne calcinada flotó en el aire durante días y ocultó el aroma de la primavera, que al final llegó para derretir la masa de nieve y sacar así a la luz la magnitud de la catástrofe”.
Durante todo el libro el frío es tan protagonista como el propio Andreas, como una metáfora de la muerte que nos sobrevuela a todos y de la que tratamos de huir cada uno a su manera. La forma que tiene el cabrero de seguir adelante pasa por volcarse en un constante trabajo físico. En ese sentido, conmueve la dignidad que Seethaler le otorga al personaje sin caer en la trampa de convertirlo en un intelectual autodidacta en la que es tan fácil que caigan los escritores. Es interesante también observar el buen manejo que tiene el autor de la cuestión temporal. A veces, hay saltos de cinco o diez años o, incluso, catáforas que vaticinan lo que le ocurrirá a Eggers treinta años después del punto en el que nos hallamos y, sin embargo, no generan ningún tipo de confusión y sí aportan dinamismo y fluidez a la narración.
A pesar de haber ecos de Hansum en la idea de un hombre aislado que, por vivir en plena naturaleza desconoce la mayor parte de las convenciones sociales, la lectura de Toda una vida me ha hecho recordar Stoner de John Williams, una novela escrita en los años sesenta que se recuperó hace relativamente poco –la editó Baile del sol en España en el año 2016– sobre la historia de un profesor y académico en Estados Unidos. No tiene nada que ver en temática con la obra de Seethaler, pero sí en cuanto a que narra una vida sin ningún tipo de relevancia ni heroísmo que, sin embargo, consigue conmover al lector. Esa falta de relevancia, de pretensiones, se puede observar en Toda una vida, así como el mismo tono frío y falto de pasión que tanto me gustó en la novela de Williams.
La biografía de una persona tal vez no pueda recogerse en ciento cuarenta páginas pero, probablemente, tampoco en mil. Somos todos inabarcables. Por eso, aplaudo el hecho de que Seethaler se haya decantado por la brevedad. No hay exahustividad en esta obra tan corta. No hay un continuo, sino solo una sucesión de momentos, de los instantes más relevantes que, al final, en ninguna vida ocupan tanto.
Toda una vida (Salamandra, 2017), de Robert Seethaler | 144 páginas | 15 euros | Traducción de Ana Guelbenzu de San Eustaquio