0

Empezar por el final: entre la Humanidad implicada y el yo

JUAN CARLOS SIERRA | Es un tópico, pero he de empezar admitiendo que es complicado escribir una reseña más o menos decente, de aquellas que aportan algo a la lectura de un poemario, si este viene precedido de un prólogo solvente. En el caso que nos ocupa, el tópico se duplica y mi sonrojo también, ya que la poeta Ariadna G. García, que ha reunido en un solo volumen sus dos últimos poemarios, Sabiduría de los límites y Línea de flotación, ha tenido a bien invitar a dos comentaristas de muy alto voltaje para prologarlos: Luis García Montero para el primero y Jamila Medina Ros para el segundo; uno más académico quizá, pero sin perder el afecto y la sintonía personal, y la otra, no menos acertada, exigente y cómplice. Las consecuencias para mí en este caso rozan lo devastador, porque, para empezar,  me queda poco sobre lo que escribir y, para continuar, porque puede que no esté a la altura. Pero, en fin, ya que me he embarcado en la lectura y en el posterior comentario de estos poemarios, vayamos al lío -eso sí, con toda la prudencia del mundo-.

Lo primero que habría que señalar, entiendo, es que estilísticamente en ambos libros resalta sobremanera el hecho de que estén trazados por una mano experimentada, con oficio, aunque no solo poético, ya que recordemos que Ariadna G. García es una escritora todo terreno: novelista, estudiosa de la literatura, escritora de libros infantiles, crítica literaria,… Creo en cualquier caso que, de entre todas estas facetas, la primera y primordial es la de poeta; y es algo que, como ya he apuntado, se le nota en estos dos libros que comentamos. Ambos, aunque con sus lógicas diferencias, convergen en una línea poética clara, evidente, prosaica en el mejor sentido de la palabra, y habitualmente de corta extensión, destacando en este sentido la poeta madrileña en el manejo del haiku y de lo aforístico. Esta estrategia compositiva busca eficazmente la complicidad con el lector, porque el mensaje que quiere transmitir la poeta es radicalmente esencial y necesario: algo hay que hacer si no queremos que la vida, tal y como la conocemos, se nos venga abajo. 

Así pues quizá podríamos hablar en el caso de los libros que nos ocupan, en consonancia con la poética más reciente de Ariadna G. García, de un compromiso lírico en la línea de cierta poesía social donde el foco se ha ampliado, porque ahora no solo se trata de apuntar hacia el injusto reparto de la riqueza en un sistema capitalista que fundamentalmente castiga a la clase trabajadora, al migrante pobre, al habitante de las chabolas de la periferia, a los invisibles de los márgenes más depauperados de la vida económica capitalista y de sus estructuras ideológicas. Como digo, el campo de trabajo y de denuncia se ha extendido al conjunto de la humanidad, independientemente de su condición económica o vital/marginal, porque la mirada ecológica/combativa, aprendida entre otros de Jorge Riechmann, cuya sombra es muy alargada en la poética y en la vida de Ariadna G. García, ha tomado la palabra para levantar acta poética del destrozo de la Naturaleza, que incumbe incluso a todos esos que niegan esta realidad. No difiere esta mirada de la postura anteriormente expuesta o, dicho de otra manera, es totalmente coherente con la denuncia de los excesos del capitalismo -valga el pleonasmo- en su fase imperialista o neoliberal actual. No es de extrañar, pues, que una de las partes de Sabiduría de los límites se titule precisamente ‘Capitaloceno’, neologismo acuñado por Jason W. Moore, en contraposición al de antropoceno de Paul J. Crutzen; el concepto de ‘capitaloceno’ hunde sus raíces en la crítica al sistema capitalista como responsable del desastre ecológico que vivimos, es decir, señala directamente a las élites económicas de este y no al conjunto de la humanidad, como sí hace la etimología del término antropoceno. 

Precisamente al conjunto de los anthopoi  interpela la poeta madrileña con sus poemas, en concreto, como queda claro desde la dedicatoria de Sabiduría de los límites, el primero de los libros recogidosen este volumen, hace un llamamiento “A la Humanidad implicada”. Aquí el término ‘implicada’ hay que leerlo en, al menos, dos sentidos: por una parte, como la Humanidad afectada por los estragos del cambio climático y, al mismo tiempo, como parte esencial responsable de la acción contra este, no como causante primera, según el concepto de antropoceno. Es por esto por lo que se apela al lector a escapar de la complacencia consumista -existencial, parece- del neoliberalismo actual en un poema como ‘La oferta’, donde acertadamente se explica el funcionamiento ideológico del capitalismo actual y de las políticas que lo patrocinan: las respuesta a las grandes preguntas se encuentran en las tiendas de la Gran Vía madrileña, esas que han acabado con los rastros de cultura que no hace muchos años había allí. 

También se puede rastrear esta postura crítica, nada cínica o nihilista por cierto,  en los versos finales del poema ‘Hacerse cargo’, dedicado a Jorge Reichmann -ya apuntamos su influencia decisiva en la poética última de Ariadna G. García-: el neoliberalismo produce monstruos y no héroes, esos monstruos ciegos somos nosotros y es necesario que nos quitemos la venda, para lo cual pueden ser muy útiles los poemas de estos libros que comentamos, especialmente los del primero. La solución que plantea la poeta madrileña dos textos más adelante, en concreto en el poema titulado ‘Sublevación’, dedicado a Luis Artigue, tiene que ver con la concienciación y con la ternura. Se trata de dos haikus encadenados que por su brevedad y certeza dejamos escritos a continuación: “CAPITALISMO./ gente ansiosa por bienes/ innecesarios.// Qué subversión/ la contención, el beso./ ¡Y así salvarnos!”. Mesura y amor son los ingredientes que más a la mano tenemos la Humanidad implicada si no queremos acabar con nuestra especie, porque lo que es seguro es que el planeta sobrevivirá sin nosotros, la Naturaleza ya verá cómo tira para adelante, cómo se abre paso por sí misma en medio del desastre. No hace falta más que mirar a nuestro alrededor, aún hoy cuando todavía no ha llegado el final, en esa grieta que deja el cemento en el patio de un colegio en el poema ‘Colegio del siglo XXI’. 

De modo que el compromiso de la poesía de Ariadna G. García está claro. Ahora bien, el lugar desde el que escribe no es el del rencor o el señalamiento público cercano al escarnio, por más rabia que pueda contener esta denuncia. Esta poesía social, ecologista y anticapitalista apela precisamente a la compasión, a la empatía, a la seducción; no se puede revertir esta situación, parece apuntar la poeta, desde el gesto enfadado de Greta Thunberg, carne de meme trumpista. Esta es una poesía que no solo no acusa al conciudadano, sino que apela a su responsabilidad futura como el más potente de los horizontes de esperanza. 

Este es el núcleo duro, algo resumido, de los dos libros que presenta juntos Ariadna G. García, algo más acusado probablemente en el primero Sabiduría de los límites que en el segundo, donde más allá de los rasgos descritos anteriormente se extrema quizá la sencillez de los poemas y aparece con peso más específico además una variante interesante: la perspectiva más privada, personal e íntima de la voz poética. Digamos que lo público se entrecruza más llamativamente con los alrededores más cercanos, familiares, emocionales,… del personaje lírico que habla en estos versos. En este sentido, y por no extender mucho más estas notas de lectura, creo que el poema que cierra Línea de flotación y, por lo tanto, este libro de dos libros, el titulado ‘Selva’, resume no solo el espíritu de este volumen, sino la trayectoria poética más reciente e Ariadna G, García. Humildemente la poeta ofrece su legado a sus futuros lectores, como a su manera hiciera Gabriel Celaya en su mítico poema ‘La poesía es un arma cargada de futuro’, incluso con una fórmula sintáctica similar en los versos con que finaliza el poema, no sé si intencionada o azarosamente: “Mis libros son lianas de solidaridad/ con que atravieso el tiempo hasta sus manos”. La poeta madrileña presenta unos versos donde dialogan, conversan, convergen y se entretejen lo público y lo privado. Ambas dimensiones se complementan en una visión de la realidad orgánica, consciente de las sombras y peligros que la acechan, pero también donde se busca la celebración, el disfrute de lo supuestamente insignificante -leer, por ejemplo, ‘La llave’ o ‘Haiku felino-.

Para finalizar, creo que sería pertinente añadir que los libros que comentamos están ordenados para su edición al revés, es decir, los poemas más antiguos en principio son los que aparecen en segundo lugar. Este hecho me plantea la duda de si debería haber empezado este comentario por el final, más concretamente por el final del final, por el poema ‘Selva’, ese al que le he atribuido el marchamo de cierre y resumen de una trayectoria poética hasta el momento. También puede ser que, como con las películas, las escenas se rueden en un orden que no necesariamente se corresponde con el del montaje final del film. No sé. A lo mejor no deja de ser otro mensaje de la poeta a sus lectores: la solución se encuentra al final, en el último eslabón de la cadena, más allá de cuándo y cómo se construyera esta; la solución se encuentra, ya lo sabemos, en la Humanidad implicada en su conjunto, en esa Humanidad que es el final poderoso de todo el desastre en el que estamos montados o la víctima de la ferocidad de una minoría salvaje, la que lidera el capitalismo ídem. 


Sabiduría de los límites. Línea de flotación (Editorial Universidad de Alcalá, 2023) | Ariadna G. García | 108 páginas | 8 euros

admin

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *