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Entre salitre y sudor

polaris¿No es verdad que el mar es, como dice Algy, una dulce madre gris? El mar verde moco, el mar escrotogalvanizador.” (James JoyceUlises)

REBECA GARCÍA NIETO | Aunque por estos lares no somos muy dados a las travesías náuticas -nuestra literatura es, digamos, más de secano-, como se desprende de esta cita de Joyce, siempre es posible escribir sobre el mar de un modo distinto. Exceptuando el repaso que le da Ignacio Ferrando al diccionario marítimo en Un centímetro de mar y las divagaciones de Shakespeare a bordo del Nimrod en Shakespeare y la ballena blanca, de Jon Bilbao, no se me ocurre ninguna novela escrita por un español en los últimos años que no tenga lugar en tierra firme. Destaca en ese sentido esta novela de Fernando Clemot, ambientada en un barco, el Eridanus, anclado en el Océano Ártico en 1960.

En el transcurso de unas horas, el médico a bordo, el doctor Christian, es sometido a un intenso interrogatorio para tratar de esclarecer una serie de acontecimientos que han tenido lugar en el Eridanus. Se da la circunstancia de que el doctor, capaz de mirar en los mapas como en sus radiografías, está “enfermo y atormentado, con lagunas de memoria pero también con fogonazos de lucidez. Esto hace que el relato se aleje de la linealidad y fluya como las mareas, yendo y viniendo desde determinados puntos del pasado donde el doctor Christian parece estar anclado: su pasado bélico, su infancia junto a su padre y su hermano, Paul: Es la misma noche que entonces. No se oye nada, el silencio que se inflama y se apaga, en Creta también la noche ardía de fuego pero no de silencio. Atronaban las explosiones y disparos cerca del aeródromo de Maleme, estaban lejos, pero llegaba el temblor a la espalda, a través de la tierra y las piedras que se clavaban en mis brazos, explosiones que retumbaban en la noche como la tos de Paul.Además de la yuxtaposición de distintos momentos temporales en la misma escena -algunas de gran belleza-, las preguntas de los inquisidores y los diálogos están insertados en el texto, lo que es un gran acierto, ya que el libro gana en agilidad, pero exige un alto nivel de atención por parte del lector si no quiere acabar perdido en medio de una especie de Triángulo de las Bermudas.

A medida que avanza el interrogatorio la angustia del doctor va ‘in crescendo’: () en el colegio el profesor Burmann nos explicaba que a los generales victoriosos en el carro los acompañaba un siervo que les sujetaba la corona y les repetía una y otra vez: Memento mori, memento mori, recuerda que eres mortal, recuerda que eres mortal. Igual que aquel siervo, la ansiedad nos sujeta los laureles a los comunes. Hacía el trabajo del esclavo cuando te asfixiaba o te paralizaba, cuando te llenaba el cuerpo de alfileres te recordaba una y otra vez tu mortalidad, que no eras nadie y que ella estaba allí para gobernarte y que, de una u otra forma, tus horas estaban contadas.Esta atmósfera agobiante que Clemot recrea con solvencia, esta angustia, se traslada también al lector que, igualmente vapuleado por el interrogatorio, acaba deseando que éste llegue a su fin. Tal vez como guiño al lector, uno de los inquisidores le dice al narrador que siga con ese día tres, que casi está deseando que acabe de explicar lo que ocurrió aquella tarde, que no ve el momento de escuchar lo que recuerdo de aquella noche en que terminó todo.

Polaris es una novela intensa, nada complaciente, que hace sudar al lector. Más que la historia en sí, lo que más me ha interesado es el estilo cuidado y elegante de Clemot. Se nota su dominio en las distancias cortas. No en vano, se alzó con el Setenil en 2009 con Estancos del Chiado. Algunos elementos de Polaris aparecen ya en Safaris inolvidables: la idea de que la memoria es un lobo con piel de corderoo que hasta el lugar más inocuo del mapa esconde una tragedia. En ese sentido, la travesía del Polaris retoma los viajes a bordo del Google Earth de su anterior libro. No sé cuál será la próxima parada de su viaje, pero sin duda estaré pendiente de su singladura. Este libro confirma que Clemot es un autor a tener en cuenta. 

Polaris (Salto de Página, 2015), de Fernando Clemot | 192 páginas | 15,90 €

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