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Érase una vez la fiebre…

los humanos viven una expropiación del lenguaje y se les impone el uso de una cadena de implicaciones técnicas

FRANCO BIFO BERARDI

ALFONSO GARCÍA-VILLALBA| Érase una vez la fiebre. O, sencillamente, tener visiones, hacer (casi) de profeta. O quizás (más bien) observar alrededor y dibujar el presente, deletrear el futuro, imaginar el pasado. Tal y como Cristina Morano hace en No volverás a hablar nuestra lengua (La Estética del Fracaso, 2020). Describir un momento en que la fiebre es sinónimo de pánico, desasosiego. Cuando el ébola se colaba en nuestras pesadillas (y en nuestras pantallas) en 2014. Cuando ahora ocurre igual desde hace unos meses: tras la inserción del Gran Bucle en nuestro hipotálamo, ahí donde anidan las emociones y reverberan como en una caja de resonancia los ecos del coronavirus (y sus miedos perseverantes animados por el complejo infoviral).

¿Recuerdas cuando Madrid fue Capital Internacional del Ébola?  Madrid, vanguardia continental del virus africano: metiendo la directa hacia el corazón del confort y el bienestar de la pálida y agónica Europa, ese ente anestesiado y autista. Cristina Morano hace memoria de todo aquello, de una ciudad que temblaba (y que, desde hace unos meses, palpita y se sacude por siempre jamás). ¿Recuerdas a Excálibur, el perro del ébola? Sacrificado, sí. Excálibur en su balcón: ladrando, confinado, sin salir. Esperando la muerte, soñando el holocausto de pentobarbital sódico junto a la barandilla. ¡Tan semejante a aquellos aplausos a las 20h a ritmo de «Resistiré» allá por marzo/mayo/abril de 2020! Cristina Morano también se pregunta por el American Stafford en estas páginas:

Dónde está mi amado,

dices, mientras avanzas so obvious,

por una ciudad que ya conoces

¿Recuerdas a la enfermera, la dueña de Excálibur? Cristina Morano lo hace (por ti: si quieres, por ti):

Así también

la operaria desciende sobre el enfermo

africano y se cumple

la multiplicación del virus. Sube

dentro de otro cuerpo la fiebre

El texto apareció publicado en enero de 2020 (y escrito y reescrito durante los años previos): su singularidad, su relevancia radica en la atemporalidad o (incluso) en cierto carácter anticipatorio. Pero, ¿no es el hecho de realizar augurios, sencillamente, una forma de leer el presente (o el pasado) de modo que podamos sacar alguna enseñanza acerca del futuro que se acerca? Seguramente Cristina Morano piense así. Dibujar el presente, deletrear el futuro o imaginar el pasado: hacer que estos versos resulten premonitorios, una coincidencia cósmica (y, queramos o no, cínicamente cómica).

La autora escribe el iluminado delirio que traduce el malestar de una ciudad con fiebre, una fiebre que es metáfora, una metáfora que articula una respuesta a la realidad, el rechazo de ésta y sus convenciones (las de la sociedad, las del tiempo por el que deambulamos, las del lenguaje que nos habita):

Quédate en el idioma

que traduce la fiebre

No volverás a hablar nuestra lengua es un libro que se estructura en torno al delirio febril y una urbe palpitante, con tembleque. Al igual que sus versos pueden hacernos vibrar, estremecernos: versos que rompen endecasílabos a mordiscos y que parecen animados por una concienzuda intención de provocar fracturas en el lector, en su psique (tan contaminada: de virus, de miedo). No hay versos aquí evanescentes o atmosféricos, más bien bofetadas (o los ya mencionados mordiscos, dentelladas). Una sana intención por romper con las convenciones de ciertos lenguajes poéticos estandarizados (o que juegan al clon) y provocar una fisura en el lenguaje cotidiano y convencional que nos hace mover la lengua bajo una hipnosis sadomaso (y que tan relacionada está con un mundo que abraza una tecnología seductora y, con frecuencia, perturbadora). Y ante eso, el verso es aquí ataque, disparo, detonación:

No intentes salir de la infección,

no vuelvas a hablar

la lengua de la normalidad

Tenemos en estas páginas un sujeto poético que desea escapar de las condiciones que se imponen al individuo dentro del cuerpo social (dentro de las estructuras lingüísticas dominantes) y que utilizará la palabra como herramienta para darse a la fuga, que hará uso de signos que fracturen el consenso neurolingüístico, imágenes que subviertan el verso y lo ensucien:

llénalo de mocos y babas,

llora conmigo, busca mi perro,

mancha esta línea,

fecunda este verso, tridimensiona esta página

La voz que escupe este poemario maldice a cada verso y se aleja de la purificación, se abandona a la corrupción (una forma, al fin y al cabo, de recuperar nuestra lengua):

Porque el fuego es el calor que purifica

pero la fiebre es calor

que ensucia de excrementos y sudor, elijo la fiebre

Todo en este libro es una reacción contra la parálisis que se ha adueñado de nosotros, la vacuna contra el engaño, una suerte de afirmación acerca de la disonancia emocional que nos aturde y que deja mente y alma a merced del automatismo.

Érase una vez Cristina Morano. Ladrando, afilando sus lápices como cuchillos, dardos como labios: 

La belleza ha huido

definitivamente de esta mierda.

No volverás a hablar nuestra lengua (La Estética del Fracaso, 2020) | Cristina Morano | 43 páginas| 13€

admin

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