0

Escribir sobre el frío

Antecedentes

Julián Rodríguez

Mondadori, 2010

107 páginas

ISBN: 9788439722199

9,90 €

Rafael Suárez Plácido

Recuerdo que leí Nevada (Renacimiento, 2000), un poemario que contaba historias de personas que trataban de sobrevivir con la dignidad que siempre nos hace mejores. Recuerdo que el librito estaba recorrido, desde el primer poema, por el frío y te dejaba helada el alma. Pasaron unos años y lo siguiente que leí del autor fue Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás (Caballo de Troya, 2004). El impacto ocurrió desde el título. Y ya no pude soltarlo hasta que no acabé de leerlo. En realidad aún no he podido hacerlo. Siempre está ahí: una suerte de diario dividido en diez momentos, cada uno de los cuales pretendía constituir un relato real, creado a raíz de un artículo para una revista de arte, o a partir de un montón de fotos antiguas, o de algunos recuerdos de su pueblo: Ceclavín, en Cáceres. El título lo tomó prestado de una exposición del fotógrafo Daniel Guzmán. Siempre pienso que nuestra vida es eso: unas vacaciones más o menos baratas en la miseria de los demás. Pero lo más sorprendente del libro es el uso novedoso que hace del género (diario) y aun más del lenguaje. Algunos piensan que ya está todo inventado. Yo aún me encuentro con sorpresas como ésta. Y el paso siguiente fue buscar sus libros anteriores. Ahí aparece Mujeres, manzanas (Editora Regional de Extremadura, 2000) un conjunto de historias de mujeres que, es cierto, trataban de sobrevivir con la dignidad que siempre nos hace mejores. Y, también es cierto, estaban atravesadas por el frío, que te dejaban helada el alma. Ahora, diez años después de esos dos primeros libros y cuando Julián Rodríguez es ya una referencia ineludible a la hora de analizar la narrativa española, aparece Antecedentes (Mondadori). En el prólogo escribe: “Recuerdo que comencé este libro, ambos libros, el verano de 1997, pero fue un verano para mí infernal.” Cuando dice “ambos libros” se refiere a Nevada y a Mujeres, manzanas. Continúa: “La disposición de los textos de aquellos dos libros en esta nueva edición (…) obedece a un criterio que, hoy, me parece más cercano a lo que siempre deseé que fueran: un solo libro.” Es cierto: los textos están dispuesto de manera diferente. Abrir con el relato “Muerte” es un acierto. Es uno de los relatos mejores. No sólo en el libro hay verso y prosa. También en algunos relatos, como en este “Muerte”, hay fragmentos de poemas que nos ayudan a comprender mejor a las protagonistas: Ramón Gaya, Luis Alberto de Cuenca, José Luis Piquero, aparecen en mayor o menor medida entre sus páginas.

El prólogo comienza así: “Este libro fue un laboratorio.” Cuando leí Unas vacaciones prestadas… lo primero que quise fue encontrar antecedentes. Porque Julián Rodríguez sabía qué quería hacer con el lenguaje y que lo hacía diferente. No diría yo que Antecedentes fuera un laboratorio donde fue pergeñando la voz que quería para sus libros posteriores. O sí. Los primeros libros son casi siempre un paso en la construcción de la obra. Y eso no les quita valor: a veces incluso son los más interesantes.

El libro se estructura en tres partes que se inician con algunos de los mejores textos: la primera parte comienza con “Muerte”, una historia de tres mujeres que coinciden en un punto de Extremadura mientras una de ellas lee un poema de Ramón Gaya que le evoca instantáneas nítidas de su pasado, la segunda barre la entrada de un bar y la tercera, su madre, aparece a veces por la ventana de este apremiándole en su trabajo. En Julián Rodríguez siempre tiene un espacio el arte, la literatura alimenta a los personajes. En el relato “Palabras”, la protagonista vive de la caridad de los otros: “Algunos sólo les regalaban palabras./ Ya son una ayuda, pensaba ella. La gente no sabe cuánto aprecio las palabras./ Más que dinero, se decía también, porque así podía pagar con la misma moneda.”

Los personajes del primer relato aparecerán en otros: a veces vislumbrados con breves trazos que nos evocan otras páginas, a veces más claramente. Yo creo que hay mucho de estas mujeres en algunos personajes de sus libros posteriores, de todos sus libros. La pareja de “Navidad” también me es familiar. No sólo ella, también él. La relación con su madre y con su hermano, tan especial, tan cercana. Las fotos de familia también abundan en estas historias. La familia siempre está presente. Hay mucho de Antecedentes en Cultivos (Mondadori, 2008), su último libro hasta ahora.

La segunda parte, con el subtítulo “Textos extranjeros”, se abre con “Virtud”. Aunque la historia no ocurra en España, podría trasladarse tal cual a Extremadura o a Andalucía. Es el relato que debía leerse en todas las escuelas de zonas rurales para ir conociendo algo de su pasado, en ocasiones, no demasiado lejano. Las jóvenes de un pueblo perdido que desde los trece años esperan la llegada del hombre que las saque de sus casas. Hay algo de mítico y atávico en «Virtud», el relato con el que comenzaba Mujeres, manzanas. Los poemas más narrativos del libro, hablo por ejemplo, de «Maximilian Kolbe», se leen con solución de continuidad. Es la otra cara de la virtud, allí donde el frío tomaba su nombre.

Las guerras aparecen en el libro. Son parte de la historia del siglo XX y todo está enlazado. En la guerra todos somos diferentes, parece pensar Julián Rodríguez. Algunos están a la altura y otros no.

La tercera parte del libro comienza con «Pietá». Piedad es el nombre de dos de las mujeres que aparecían en «Muerte», la madre y la hija del bar. Pietá es otra forma de Muerte. Sus relaciones con el mundo, con los hombres, no las hacen felices. «Los gorriones que asomaban cada mañana a la puerta eran menos huérfanos que ella y sus hijos». El relato «Desconcierto» es la autobiografía de una mujer que tampoco fue demasiado querida por los suyos. En realidad, las mujeres del libro no son felices porque no son queridas. Ni por sus familias ni por parejas. Eran tiempos también de otras necesidades: «Desayunar un café con leche era entonces un lujo». Ella encontraba consuelo, aunque también desconcierto, en las palabras que leía o en el paisaje, o en lo que le decía un maestro en la escuela.

Y otro de los mejores relatos del libro es el que lo cierra, «Manzanas», que nace o toma forma a partir de «Historia de G.», el poema de José Luis Piquero. José Luis Piquero y Julián Rodríguez son dos de los autores que prefiero actualmente. Me gusta encontrarlos a ambos en un libro que quiero: Antecedentes, el retrato de mujeres que nos helarán el alma, el retrato de mujeres que ya todos conocemos. Era necesario un libro así.

Publicado en Clarín

admin

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *